Estamos acostumbrados a imaginar la sangre de un color rojo brillante. Ahora bien, la sangre de algunos animales es bastante diferente, tanto que ni siquiera se llama sangre, sino “hemolinfa”.

El cangrejo herradura, o cacerola de las Molucas (Limulus polyphemus), por ejemplo, tiene una hemolinfa que en lugar de cargar hemoglobina lleva una molécula hermana, la hemocianina cuya estructura lleva cobre y por lo tanto, tiene sangra azul.

Lo que hace tan cotizada a la sangre del cangrejo herradura es algo muy distinto: sus amebocitos. No se trata de cualquier célula, dado que no solo portan oxígeno, sino que además hacen de sistema de defensa y ayudan a curar heridas.

Frederik Bang se encontraba estudiando a estos animales a mediados del siglo pasado cuando se dio cuenta de que los ejemplares más grandes mostraban una gran cantidad de heridas surcando su caparazón.

Estos animales viven en zonas de agua bastante repletas de bacterias de todo tipo. En resumen, una herida tendría que ser una sentencia de muerte. Sin embargo, no era así, y eso intrigaba a Bang.

Queriendo dar respuesta a su curiosidad, inoculó en multitud de cangrejos bacterias extraídas del mar y para su sorpresa, notó que todos los cangrejos sobrevivían al experimento.

En ese marco, decidió diseccionar a un ejemplar y se encontró con que la hemolinfa del cangrejo estaba coagulada como si fuera un flan azul.

Bang se dispuso a analizar las muestras para ver qué bacteria había sido la causante y comprobó que se trataba de un Vibrio, es decir, una bacteria que en función de la estructura de su superficie se clasifica como una “Gram-negativa”.

En cambio, los otros cangrejos herradura tenían en su hemolinfa bacterias Gram-positivas. ¿Qué significaba eso? La respuesta no resultó estar en su superficie, sino en otra característica común de las Gram-negativas: sus toxinas. Eso era lo que estaba reaccionando con la hemolinfa, las toxinas hacían que se coagulara.

Con la ayuda de Jack Levin, médico y hematólogo, Bang terminó por aclarar que todo aquello se trataba de un mecanismo de defensa.

Como no podía ser de otra manera, los estudios avanzaron y en los 80 ya se estaban produciendo grandes cantidades del llamado Lisado Amebocítico del Limulus, o LAL. Gracias a él por fin se podía detectar con rapidez la presencia de bacterias malignas en material quirúrgico, fármacos, industrias, etc.

Por ese motivo, cada año en la costa este de Estados Unidos 500 mil de estos animales son capturados para extraer parte de su sangre de color azul. También este procedimiento se hace en México y China.

Los animales son devueltos al mar luego de sacar su sangre y se estima que el 15% de ellos mueren por el proceso al que son expuestos. Además, si se tiene en cuanta que se los utiliza como cebo para pescar y varios factores climáticos, los especialistas estiman que la población de estos animales bajó a un 80% en los últimos 40 años.