Los puntos negros, las espinillas, los poros abiertos e incluso las manchas son muy conocidos. Pero también hay otro enemigo de la piel, los puntos blancos. También conocidos como millium o milia, este tipo de acné no duele ni es tan visible. Sin embargo, son igual de molestos, y es conveniente saber qué son exactamente, qué los causa y cuál es el mejor tratamiento para mantenerlos a raya.

Por lo general, son pequeñas formaciones de grasa que aparecen alrededor de los ojos, en las mejillas, en la nariz y en la frente como consecuencia de una obstrucción de los poros por una producción excesiva de sebo o porque éste no puede salir a la superficie de la piel.

En los puntos blancos, a diferencia de los puntos negros, el poro sigue cerrado. El punto es de color blanco porque el sebo no se oxida al no entrar en contacto con el aire. También, a diferencia de las espinillas, la obstrucción no se infecta y, por tanto, los puntos blancos no van acompañados de la típica aureola roja, que indica que existe una inflamación del tejido.

Como en otros casos de acné, la aparición de los puntos blancos se debe a la obstrucción de los poros, ya sea por el sebo, las impurezas del aire o las células muertas de la piel. Y aunque el poro esté cerrado, lo cierto es que se pueden tratar de forma eficaz. La clave es mantener los poros bien limpios para facilitar que el sebo salga al exterior y evitar que se acumule debajo de la piel.

Cómo eliminarlos

1. Limpieza diaria

Una limpieza facial por la mañana y otra por la noche debe ser el punto de partida en toda rutina de belleza que quiera ser eficaz. La mejor forma de combatir los puntos blancos es mantener la piel escrupulosamente limpia, eliminando todo resto de maquillaje para que nuestros poros no se obstruyan. Puedes optar por un agua micelar 3 en 1, que limpie, purifique y tonifique la piel. Y si vives en una gran ciudad, donde la contaminación está a la orden del día, te recomendamos usar a continuación una loción anti-contaminación para proteger la piel de las agresiones externas.

2. Mucha hidratación

Tanto por dentro como por fuera. Además de beber 2 litros de agua diarios, incorpora como primer paso de tu rutina de belleza una esencia facial. Con una textura similar a la del agua y tan efectiva como un sérum, las esencias regeneran la piel, le proporcionan la hidratación que necesitan y la protegen contra las amenazas externas.

Aporta, además, un extra de nutrición con una crema hidratante, independientemente del tipo de piel que tengas. Incluso las personas con piel grasa deben hidratarla como se merece. De hecho, en caso de no hacerlo, la piel reaccionará produciendo más grasa y agravando el problema.

3. Limpieza en profundidad

A los dos pasos anteriores es necesario añadir una limpieza en profundidad que acabe con las impurezas que quedan depositadas en la superficie de la piel y que también son las responsables de la aparición de los puntos blancos. Esta limpieza en profundidad, dividida en dos partes, puedes hacerla dos veces por semana.

Exfoliación

Solo una exfoliación regular puede acabar con las células muertas que se acumulan en la superficie de la piel y quedan adheridas a ella. La mejor manera de hacerlo es utilizando un gel exfoliante suave pero efectivo, ya que los más abrasivos pueden irritar la piel y provocar otros problemas.

Mascarilla facial

Es el complemento perfecto a la exfoliación. Las mascarillas de arcilla extraen en profundidad las impurezas desde el interior de cada poro. Además, la arcilla cuenta con grandes propiedades para estirar la piel, mejorando la circulación en su superficie, y contribuye a que se depure de dentro hacia afuera dejándola tersa, suave y luminosa.