Ahorro. Con lo que gana cartoneando Ariel Fernández también se costea los viajes, estadías e inscripciones para participar de competencias de fisicoculturismo a nivel nacional.

Para Ariel Fernández el día debería durar 27 horas por lo menos, para poder cumplir con todas sus tareas y tener un tiempito para descansar. Por ahora no cuenta con ese privilegio, pero no se queja.

Por el contrario, se siente feliz de poder llevar el pan a diario a su casa con el sudor de su frente y de seguir practicando su deporte favorito con el que ya conquistó algunos trofeos. Es un fisicoculturista profesional que se gana la vida cartoneando en su bicicleta. Dijo que ser cartonero no le causa vergüenza, sino orgullo porque se trata de un trabajo honrado con el que puede mantener a su esposa y tres hijos. También definió al fisicoculturismo como una disciplina que lo hace sentir fuerte y capaz de superar cualquier adversidad.

Cartonear en bicicleta me mantiene en forma para competir.
ARIEL FERNÁNDEZ-Cartonero y deportista

Dice que nadie le cree que tiene 48 años, especialmente por el esfuerzo físico que realiza todos los días. De 8 a 9 se dedica a pedalear entre 20 y 30 kilómetros por el Gran San Juan para recolectar los cartones que luego vende en una recuperadora. Y de 23 a 1 permanece en el gimnasio, tanto para entrenar como para enseñar los "secretos" del fisicoculturismo a los demás. "Casi no tengo tiempo de descansar, pero no me importa. Lo bueno es que tengo un trabajo y que puedo seguir con el fisicoculturismo y participando en diferentes torneos. Con esto les enseño a mis hijos que en la vida hay que sacrificarse para conseguir lo que uno quiere, sin esperar que te regalen nada. Les inculco que lo mejor es trabajar honradamente y que tienen que luchar para concretar sus sueños. Yo lo estoy logrando", dijo el hombre.

A los 12 años, Ariel comenzó a practicar fisicoculturismo porque quería parecerse a los musculosos que salían en las revistas, pero luego este deporte se convirtió en su verdadera pasión. En tanto que se convirtió en cartonero por no tener más opción. Hasta hace 5 años trabajó en una empresa constructora que cerró por una mala situación económica. Mientras buscaba un nuevo trabajo, mantuvo a su familia haciendo changas de albañilería, pero hasta esta alternativa laboral se terminó. En este contexto de angustia el cartoneo surgió como la opción más fácil de concretar, ya que sólo requería "coraje" y esfuerzo. "Como tenía más de 40 años nadie me quiso contratar en ningún trabajo. Con mis ahorros compré un carro para salir a cartonear y me fue bien. Al principio me costó acostumbrarme a las miradas de la gente, más la de los conocidos que me crucé en la calle. Pero bueno, también tuve mis recompensas. Un día, encontré un bebé recién nacido dentro del contenedor que está en la calle Santa Fe, casi Mendoza. Lo descubrí cuando intenté sacar unos cartones. Lo primero que le vi fue una manito. Por suerte estaba con vida y pude salvarlo", sostuvo.