Desde el inicio en su carrera como docente universitaria, tarea que desarrolla desde hace 33 años, su capacidad fue la herramienta que la ayudó a superar cualquier indicio de discriminación laboral. También fue la que la mantuvo en el trabajo y le permitió escalar posiciones. Se trata de Graciela Ingrid Suárez, ingeniera química y docente de la Facultad de Ingeniería, quien opina que en los últimos 30 años hubo una evolución en cuanto a la aceptación de la mujer en cualquier ámbito laboral.


Hace más de 30 años y tras concursar el cargo, Graciela ingresó como docente en Ingeniería para realizar un reemplazo por 90 días, pero aún conserva el puesto. "Nunca he sido víctima de discriminación en la Facultad, aunque con el tiempo fui ganándome el respeto de todos. Si bien Ingeniería es un ámbito asociado a los hombres, no se hacen diferencias. A la mujer no se le exige más ni menos por ser mujer, todo es igualitario, al menos en las últimas 3 décadas. Un termómetro de esta situación es la cantidad de alumnos que hay en esta facultad. El otro día leí un artículo que decía que actualmente en Ingeniería hay más alumnas que alumnos. Y también a todo el alumnado se le exige por igual sin discriminación de género', dijo la docente.

"La apariencia física puede servir para conseguir un trabajo, pero no para conservarlo. Sólo vale la capacidad'.


Graciela también se desempeñó en el ámbito privado. Fue en una petrolera donde realizó tareas en las columnas de destilación, a la par de los hombres. "En esa empresa también prevalece la capacidad de la persona y no su sexo a la hora de contratar personal, lo que habla de una importante evolución. Lo que también cambió positivamente es la postura del hombre con respecto al trabajo de la mujer, creo que dejaron de vernos como un competencia para considerarnos un compañero más. Y ya no sufren porque la mujer cobre un salario superior o cumpla la función de jefa. Eso habla de crecimiento como sociedad', dijo la docente.