Homenaje. Ana María Atampiz (izquierda) destinó un sector de la casa para rendirle un homenaje a su hijo Kevin Castañón. Todos los integrantes del grupo solidario lo visitan.

El 22 de cada mes es un día de emociones encontradas para Ana María Atampiz. Por un lado revive el dolor de la muerte de Kevin Castañón, su hijo menor, y por otro, se emociona de alegría al ver la sonrisa de los niños cuando reciben un juguete o un par de zapatillas a estrenar. Esta mujer, tras la pérdida de su hijo de 22 años en un accidente de tránsito, se refugió en la solidaridad con un doble objetivo: mitigar su pena y mantener vivo el recuerdo del joven y el amor que profesó a los demás. El 22 de diciembre de 2016 Kevin Castañón, cadete de la Policía de San Juan, falleció tras agonizar 19 días. Fue a raíz del siniestro vial que protagonizó el 3 de diciembre de ese año cuando circulaba en moto y fue embestido por un colectivo de la empresa Mayo.

"Cada vez que realizo una actividad solidaria me siento más cerca de Kevin. Sé que él ve desde el cielo este trabajo que hacemos de corazón, tal como lo hacía él. Durante los 19 días que estuvo internado siempre estuve acompañada, especialmente por gente que no conocía. Llegaban chicos y chicas que me decían que querían hacerme compañía para agradecer los favores o consejos que les dio mi hijo para superar momentos difíciles. Así era Kevin, un joven de corazón puro y solidario, y así quiero que lo sigan recordando", dijo Ana María.

Este grupo festejará el Día del Niño junto a chicos carenciados.

A tres meses de la muerte de su hijo, la mujer decidió convertir su dolor en amor al prójimo. El 26 de marzo del 2017 fundó el Grupo Solidario Kevin Castañón. Arrancó con algunos pocos participantes, entre los que figuraban familiares y amigos de su hijo. Hoy, el grupo cuenta con 60 voluntarios que el 22 de cada mes concretan una nueva misión. "Todo lo hacemos a pulmón porque no tenemos personería jurídica, pero vale la pena el sacrificio y el esfuerzo que hacemos para conseguir donaciones. La mejor recompensa es ver la alegría de la gente cuando le entregamos algún regalo. Y nuestra solidaridad no reconoce límites de edad. La primera actividad solidaria que hicimos fue una visita al Hogar de Ancianos donde compartimos una merienda y juego de naipes con los abuelos. Y la última, fue una visita al merendero que funciona en la parroquia de Villa San Damián, donde le llevamos juguetes y zapatillas a los chicos", dijo la mujer.