Emoción indescriptible. José Heredia se abraza con su hermana María, quien nunca bajó los brazos para volver a verse, mientras Ramón, el hermano mayor, y otros familiares también quedaban embargados por la emoción.

A los 38 años de espera para el reencuentro, hubo que agregar dos horas que se hicieron cuesta arriba. El colectivo que trasladaba desde Buenos Aires a José Hernández arribó finalmente a la terminal de ómnibus de San Juan a las 13 y ese retraso también contribuyó a que fueran todavía un poco más fuertes los primeros abrazos con sus hermanos, tías, sobrinos y toda la familia que fue a esperarlo.

Antes que estacionara en el andén la unidad, José pudo identificar rápidamente a su familia por el racimo de globos y el gran cartel "Bienvenido tío. Te amamos" y grababa con su celular tan sentido recibimiento. Al pisar suelo sanjuanino, el primer saludo fue con su hermana María, la gestora para que se restableciera el vínculo que se cortó hace casi 4 décadas. Era el año 1979 y la madre de los chicos, María, que había enviudado 4 años antes, vivía en pareja con un hombre que maltrataba de múltiples formas a los niños. José, con 12 años, un día desapareció.


 

Hasta un cartel. Luego de varios minutos de abrazos, besos y caricias la familia emprendía el viaje para el reencuentro de José con su madre, María.

María contó que su madre fue a pedir ayuda al Juzgado de Menores y se desmoralizó con la respuesta de un juez: “¿Para qué quiere a su hijo? Si seguro donde esté va a tener una vida mejor que la que estaba pasando”.


Pasaron los años y María tomó la posta. Su búsqueda contagió a su hija Mayra, quien se contactó con el grupo ‘¿Dónde estás? Argentina‘ y ese intento fue el exitoso. José vive en Tigre, Buenos Aires, y con su pareja, Claudia, es padre de dos niñas. En la estación de tren de aquella localidad se encontró primero con otro hermano que se fue a vivir también a Buenos Aires y ayer vino a San Juan. Rodeó con su brazos a su hermana, quien le acariciaba el rostro y apoyaba la cabeza en su pecho.

El primer contacto. Estacionaba el colectivo en el andén y María reconoció a su hermano, ya parado en la unidad, para que se le iluminara el rostro de felicidad.


El resto de la familia se fue sumando y el resto de la gente en la terminal vio que no se trataba de uno más de los acostumbrados abrazos de reencuentro. América, una de las tías, reflexionó: “Tuvieron que existir los celulares y las redes sociales para que viviéramos este momento”. Claudia seguía grabando.


Aunque fue un sacudón emocional, debían prepararse el más fuerte. La madre, de 83 años, permanecía internada en el Hospital Marcial Quiroga, por una descompensación luego de saber que vería otra vez a su hijo, que había dicho que nunca se animó a regresar, un peso que aumentaba con el tiempo. Antes de partir al hospital, José respiró hondo y afirmó: “Ahora, a bajar los cambios lo más que se pueda y a hacer lo más importante, ver y pedir perdón a mi mamá”.