Panadero solidario. Ramón Sánchez tiene su panadería hace 13 años. Desde hace 4 ayuda a los chicos que viven en el pueblito del Gauchito Gil, en Caucete. Para el chocolate lleva productos que él cocina.

No puede evitar que los ojos se le llenen de lágrimas cuando recuerda su infancia. Pasó frío, hambre y mucha soledad. Sin embargo, ese pasado triste y oscuro no le impidió crecer. A tal punto, que hace 13 años abrió su propia panadería y ahora ayudará a chicos de un pueblito caucetero para que puedan celebrar el Día del Niño con una gran fiesta. Él es Ramón Sánchez, un sanjuanino que vivió hasta los 14 años en la calle y que se las ingenió día a día para sobrevivir. El hombre, que tiene 49 años, siempre vive las previas del Día del Niño con mucha emoción, recordando su dura infancia. Ramón hará el festejo el 26 de agosto en la Estación Guayama, un pueblito que queda cerca del parador del Gauchito Gil, por Ruta 141 (cerca de la Difunta Correa), donde viven unas 200 personas.

"Me crié en la calle desde los 7 años hasta los 14. Donde se me hacía la noche me acostaba a dormir", dijo al empezar la charla y comentó que habitualmente dormía en la estación de servicio que está frente al colegio Don Bosco, en Capital. Se acostaba dentro de la fosa donde se hace el cambio de aceite. "Ponía cartones y me acostaba ahí", dijo y contó que antes vivía con su mamá, y su hermano mayor que lo maltrataba cuando no llevaba comida o plata a la casa, y que por eso eligió irse a la calle. Uno de sus primeros empleos fue como lava copas en un restaurante. "Lo bueno de ese trabajo es que siempre tenía algo para comer, porque juntaba las sobras que la gente dejaba en los platos y después me sentaba a comer. Así fui creciendo", dijo. En esa misma época, cuando tenía 9 años, pedía pan en una panadería, que luego se convirtió en su empleo formal. Sus primeros pasos en este rubro fue engrasando tarros de leche, que es donde hacían el pan dulce en ese momento. Luego le fue gustando ese oficio y empezó a aprender más. "Antes de eso había noches que me quedaba a dormir cerca de la UVT, en una esquina. Una noche que hacía mucho frío me acosté junto a una perra que se llamaba Diana y me tapé con los cachorritos de ella para dormir caliente. Fue una de las cosas más duras que pasé en mi infancia", dijo sin poder contener la emoción. Ramón contó que sus patrones de ese momento se enteraron que dormía en la calle y le prestaron una habitación en la que vivió mucho tiempo. Años más tarde decidió renunciar al trabajo de la panadería, en la que llegó a ser encargado. "Sin saber qué me deparaba el destino empecé con 30 pesos haciendo semitas en la casa de mi mamá. Al otro día me pidieron más y así avancé. Soy analfabeto y todavía me sorprende todo lo que crecí", contó y agregó que actualmente está aprendiendo a leer y escribir, una deuda pendiente que tenía.

Su infancia lo fortaleció, a pesar de las necesidades que pasó y eso es lo que lo hace tener un gran corazón. Es por eso que siempre busca a quién ayudar. Mandó donaciones a los inundados de Tucumán y a los afectados por el terremoto de 2010 en Haití. También entregó donaciones a varios pueblos sanjuaninos que fueron afectados por tormentas. "No me gusta pensar que los niños pasan su día sin un regalo, como me pasó a mi", dijo y comentó que el festejo del Día del Niño lo realiza desde hace 4 años. Comenzó con esta fiesta tras pedirle al Gauchito Gil, de quien es muy devoto, que lo ayudara a comprar una casa para su familia. "Le prometí que si me ayudaba le iba a dar de comer a los chicos para su día. Siempre voy al pueblito que está cerca del paraje del Gauchito Gil", dijo y contó que en otros años les dio, además del chocolate y los regalos, panchos, choris y pizzas. Esta vez llevará 70 kilos de ravioles. "Me donaron bicicletas usadas que las arregle y las pinté para sortearlas y voy a comprar juguetes para los niños", agregó.