Y finalmente pudieron, después de una larga espera. La madrugada del Viernes Santo esta vez ostentó a los peregrinos de la Difunta Correa que lograron cumplir sus promesas y agradecer mientras caminaron a la luz de sus linternas, sobreponiéndose a ese tremendo sacrificio físico que implica llegar a pie a Vallecito. La pandemia había trastocado este típico ritual de Semana Santa, puesto que la última vez que los promesantes pudieron hacerlo fue en 2019. En 2020 y 2021 no estuvo permitido debido a las medidas de prevención por el covid.

El regreso de los peregrinos a la senda de la fe se dio en una noche fría, con algunos momentos de brisa cruzada que heló el sudor de quienes llevaban horas caminando. Pero ni las bajas temperaturas, ni el dolor muscular o las ampollas en los pies pudieron con la voluntad de aquellos que esperaron desde 2019 para poder ofrendar su esfuerzo.

En 2020, la Semana Santa llegó en pleno confinamiento por covid, por lo que no sólo no se podía ir caminando a Vallecito por el ASPO sino porque el oratorio de la Difunta Correa estaba cerrado. Luego, los promesantes volvieron a quedarse con las ganas el año pasado, ya que por protocolo no fueron autorizadas las peregrinaciones, ni los acampes, ni pernoctar; a la vez que fue necesario un permiso de turismo religioso para poder llegar en vehículo al lugar, incluso fue establecido un cupo de ocupación en la Difunta (40%).

Pero esta vez no hubo protocolos ni restricciones, ni siquiera barbijos o alcohol en gel. Por eso los devotos volvieron al sendero que corre junto a la ruta 20 y lo hicieron en soledad, en grupos de amigos o con familiares. No faltaron los que se animaron en bicicleta, que fueron muchos.

Cuestión de fe. Para aquellos promesantes que subieron la escalinata de rodillas habilitaron un tramo exclusivo para ellos.

Pero el esfuerzo fue más extremo a pie. Los que iniciaron la travesía desde el kilómetro 0 de la llamada Senda del Peregrino generalmente lo hicieron desde la medianoche, pero los que tenían otras promesas partieron el jueves pasado para llegar en la mañana del Viernes Santo.

Para caminar en la oscuridad fueron necesarias las linternas y, en el peor de los casos, la luz de los celulares. La noche no tuvo una luna que iluminara demasiado, pero pese a la oscuridad no fueron reportados incidentes. A lo largo del recorrido hubo varios retenes de control policial y también patrullajes de ida y vuelta por la ruta. Las sirenas azules fueron una constante en el camino, brindando seguridad y tranquilidad a los caminantes.

En fila. Los devotos de la Difunta Correa esperaron prudentemente su turno.

Además, hubo puestos de hidratación y de atención sanitaria, en tanto que los paradores no sólo fueron postas de descanso obligado, sino que también sirvieron para que algunos armaran sus carpas y durmieran un rato. Es más, en casi todos se instalaron vendedores ambulantes de café y tortitas, que fueron bienvenidos por quienes ya llevaban horas y horas de esfuerzo.

La luz del amanecer encontró a una buena mayoría de los devotos de a pie bajando la Cuesta de las Vacas, con el objetivo más cerca y la gratificación de sentir que la promesa la Difunta ya podía darse por cumplida después de tanta espera y esfuerzo.

Ahora con contacto

El año pasado, los devotos de la Difunta Correa debieron cumplir estrictos protocolos para poder subir las escaleras y llegar a la imagen del oratorio: mantener distancia, usar barbijo y hasta la imposibilidad de poder tocar a la Difunta.

Pero ahora la situación fue diferente. No hubo controles, nadie que desinfectara manos y sin carteles de prohibición para tocar la imagen. En las escalinatas hubo orden, sí, pero no distanciamiento. La fila para ingresar al oratorio por momentos estuvo demasiado tiempo sin moverse, pero no hubo quejas y los devotos pudieron pasar, rezar y generar ese momento que para los creyentes es por demás importante: tener aunque sea un leve contacto con la Difunta Correa, un instante para agradecer o pedir y persignarse.

Devoción. El oratorio mostró imágenes de que la creencia en la Difunta sigue intacta.

Desde Angaco y extenuados

Juan, Ángeles, Lucas y Carlos planearon la caminata un día antes. Los cuatro son devotos de la Difunta Correa y hacía un tiempo que querían agradecer como buenos peregrinos. Salieron de Angaco el jueves a las 19,30 y la madrugada los encontró con 11 horas seguidas de caminata y aún mucho camino por andar. "Estamos realmente muy cansados, pero tenemos que llegar", confesó Juan

Costumbre de amigas

Antes de la pandemia, cada madrugada de Viernes Santo, Sonia y Maribel afrontaban peregrinaciones que alguna tardaron hasta 12 horas, por eso saben de cambiarse las medias o llevar analgésicos. Como en 2020 y 2021 no pudieron, ayer retomaron su costumbre de amigas. "Yo agradezco por mi casa, que estoy construyendo", dijo Sonia, mientras que Maribel pidió por sus estudios.

Por la salud de Franchesca

Los papás Franco y Yanina y la madrina Lali pidieron por Franchesca Lourdes Milagros, quien al nacer debió afrontar un problema de salud. La promesa, si lograba recuperarse, era caminar desde Caucete y esperaron dos años para cumplirla. Así fue que durante la noche y ya las primeras luces del día peregrinaron con el changuito al frente, para agradecer por ese milagro que se hizo nombre.
En familia y con los chicos

En familia y con los chicos

Martín y Juan Manuel, padre e hijo, salieron caminando de Villa Krause el jueves a las 14,30; en Caucete encontraron a Florencia, a su esposo Leonardo y a Joaquín, en cochecito. Juntos entonces siguieron caminando en plena madrugada para agradecer por la salud. Martín y Florencia son hermanos y peregrinaron 16 años seguidos; ahora van con sus familias y todos movilizados por la fe.

Solidaridad en el camino

Raúl Brito empezó a caminar el jueves al mediodía desde el centro. Le había pedido una casa a la Difunta y le dieron una del IPV, pero a 10 km del paraje ya no podía más. "Nunca antes me había costado tanto", se lamentaba. Entonces apareció Jorge Salguero, quien había pedido superar una pena y agradecer por su circo, y lo animó a seguir. Así siguieron, juntos y con más voluntad que fuerza.

Un café de madrugada

Ramiro, Nahuel y Alexis sabían que se enfrentaban a un esfuerzo grande, pero no imaginaron que tanto. Empezaron su caminata desde 9 de Julio el jueves y ya habían perdido la noción del tiempo. En las últimas horas habían avanzado poco y un amigo ya no pudo seguir, pero tras un café reparador juntaron las pocas fuerzas y siguieron peregrinando.