Solidario. Walter dijo que sabe de limitaciones y pobreza, por eso aseguró que trata de ayudar cada vez que puede y organiza campañas solidarias. Es papá de 6 hijos y tiene 3 nietos.

“Me equivoqué y ya le pagué mi deuda a la sociedad. Cada vez que veo a niños en la calle, pidiendo o trabajando, me acuerdo de mi infancia y me da impotencia. Yo terminé en la cárcel porque tuve una niñez muy dura, porque nadie me habló ni me ayudó. Por eso quiero dar charlas, aportar mi granito de arena para evitar que otro niño termine en la delincuencia.

A lo mejor a alguno le va a servir lo que digo”, dijo Walter Szegedy (43). El hombre es un exconvicto que pasó 7 años en la cárcel. De eso ya pasaron 15 años y actualmente se dedica a hacer acciones solidarias, ayudar desde una iglesia evangélica y ahora le presentó su proyecto de charlas en las escuelas a las autoridades de Gobierno, según indicó.


La vida de Szegedy no ha sido fácil. Nacido en la localidad de Aguilares, Tucumán, contó que sus padres lo abandonaron en San Juan cuando era niño.


“Me dejaron en lo de una familia conocida, pero terminé en la casa de personas que me trataron muy mal. Me hacían dormir en el piso, debajo de una cama, me pegaron, me encerraba y una vez hasta me tiraron a un canal”, recordó.

“Fue una etapa de mucho dolor, de mucho sufrimiento y apenas tenía 7 años. Un día, supongo que de los gritos cuando me pegaban, alguien llamó a la Policía y me rescataron. Después, me adoptó mi mamá del corazón”, dijo Walter. Pese al cariño de su madre, Walter dijo que cuando creció tenía impotencia e ira contenida de una niñez interrumpida. Para colmo, de grande y dedicado a la albañilería, se cayó de un andamio y sufrió una grave lesión vertebral, que por poco lo dejó lisiado.


“Y entré en un mundo oscuro, el de la delincuencia. Yo nunca lastimé ni le disparé a nadie, pero cuando querés acordar, ya estás haciendo cosas malas, perjudicando a la gente.

Pagué por eso, porque fui a un asalto a mano armada y me detuvieron. Pasé 7 años en la cárcel y me dije que tenía que cambiar porque nunca más quería volver ahí”, aseguró.


Cuando salió, su esposa Carlina lo invitó a la Iglesia Nueva Apostólica. Y, dijo, le cambió su vida. “Entonces no sabía si ir al templo porque pensaba: un tipo que salió de la cárcel, todo tatuado, no da para estar en la iglesia. Pero el pastor me recibió con los brazos abiertos y desde entonces sigo fiel a lo que Dios nos dice que hay que hacer”, apuntó.


Así, Walter trata de ayudar en lo que puede. Le consigue ladrillos a un vecino a quien le falta hacer una pieza, dona útiles a las escuelas, intenta organizar chocolates para los niños, recorre negocios pidiendo pinturas para llevar a alguna institución, gestiona charlas odontólogicas en Salud Pública o simplemente trata de dar una mano a quien lo pide. “Al principio, cuando iba a pedir o gestionar, la gente no me apoyaba porque pensaba que me iba a quedar con las cosas. Pero de a poco fui rompiendo barreras y hoy hay muchas personas que me conocen y saben lo que hago. Eso también me ayudó, saber que la gente aún cree en las personas más allá de que en su pasado hayan cometido errores”, indicó.

“La delincuencia tiene dos caminos: o te matan o te llevan preso. A mí me tocó lo segundo y nunca más quise volver”.
Walter Szegedy

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Fue por eso que se dio cuenta que también puede ayudar de otra manera, tratando de evitar que otras personas equivoquen el camino. “Me dijeron que mi historia puede ayudar a otro niño que a lo mejor ahora la está pasando como yo alguna vez y necesita que lo ayuden, que le tiren una mano para saber que puede pedir ayuda. Yo la pasé muy mal y nunca dije nada. A lo mejor, si entonces le hubiese advertido a la maestra mi vida hubiera sido diferente, pero no lo hice. La idea es dar charlas en escuelas, las que acepten la propuesta, y si al menos a un niño le sirve, todo va a tener sentido”, confesó.

“Mi mamá biológica me rastreó y me encontró en 2016. Fue emotivo, pero no dejo de pensar por qué tardó 43 años”.
Walter Szegedy