Tres generaciones. Romina vive en un barrio de Pocito rodeada de sus afectos. Su mamá, la abuela, la hermana y las sobrinas la asisten diariamente. Sus hijos la ven los fines de semana.

 

Desde que la familia y los amigos fueron a esperarla al hangar de Pocito, cuando el avión sanitario la trajo desde Buenos Aires, la vida de Romina Rodríguez dio un giro. La chica ya puede tomar líquidos, mueve parte de su cuerpo y hasta canta algunas canciones de Luciano Pereyra. Su recuperación es lenta, pero desde que está rodeada de sus afectos, hace dos meses, tuvo más logros que los dos años internada en la clínica Fleni, en Buenos Aires. Hace casi 3 años la atropelló un camión cuando volvía de trabajar, en Pocito. Estuvo varios meses en coma, con múltiples quebraduras, sin hablar ni comer sólidos. Pero ahora, el panorama comenzó a cambiar.

Romina está en una silla de ruedas especial. Sólo puede mover parte del cuerpo y desde hace unos días puede ingerir líquidos. Además canta y hasta va a clases de zumba. Según su mamá, Sandra Bustos, su avance está relacionado a que la familia la contiene, está rodeada de sus hijos, de sus sobrinas y de sus hermanos, además de su abuela que vive con ella. "La obra social OSTES no costea la rehabilitación. Ella necesita asistencia de kinesiólogos, fonoaudióloga y hasta una enfermera todo el día porque hay que movilizarla y asistirla. A pesar de los reclamos, todavía no tengo respuestas. Estamos atados porque el Gobierno no nos puede ayudar hasta que la obra social dé su negativa. El trámite está en la Justicia", dijo Sandra.

Pero la familia se mueve rápido. A pesar de los contratiempos, Romina está contenida. La llevan a zumba para que sus músculos no terminen de endurecerse porque no tiene la rehabilitación muscular adecuada, va a la iglesia y hasta fue a la Difunta Correa a cumplir una promesa que hizo su mamá mientras estaba en coma.

Romina sabe que nade es fácil. Queda en su recuerdo esos días en los que iba a trabajar en bicicleta o acompañaba a sus hijos a la escuela. Y es justamente por ellos que pone fuerza cada día para levantarse. Siempre con una sonrisa de oreja a oreja, peinada prolijamente y dispuesta a jugar con Uma, su sobrina de un año y medio que está casi todo el tiempo a su lado. Sus momentos más felices es cuando la sacan a pasear. "Eso la ayuda mucho. Vamos a las fiestas religiosas que le encantan y ahora sólo piensa en que quiere ir al recital de Luciano Pereyra", agrega la mamá que desde el día del accidente no se separa de su lado. Ella fue la que se instaló en Buenos Aires cuando a su hija la derivaron a la clínica Fleni.

Mientras se rehabilitaba lejos de su familia, Romina encontraba la paz escuchando música. Ahora hasta puede cantar algunos temas de Luciano Pereyra y dice su nombre. Algo que hasta hace unos meses era impensado porque tras su estadio de coma tuvo que someterse a una rehabilitación cognitiva, además de la estimulación física. Los audios con las voces de sus hijos también formaron parte de una especie de "terapia de amor", como dice Sandra, su mamá.

La chica espera ansiosa una operación en el pie que costeará Desarrollo Humano. Además, desde Nación le enviaron todo lo necesario para la construcción de una habitación y un baño adaptado para la silla de ruedas. Falta conseguir la mano de obra para su construcción.

El accidente que sufrió Romina conmocionó a los sanjuaninos, hace casi tres años. Fue el 23 de diciembre de 2014 cuando la chica volvía en bicicleta del trabajo que acababa de conseguir y la atropelló un camión, en calle Lemos, cerca de su casa. Sus hijos tenían 3 y 7 años.