Su historia es de película y tiene todos los condimentos que un cineasta amaría para filmar un drama con un ejemplo de superación. Pero no, es la vida de Jesús Moretti, un joven de 26 años que hizo del boxeo su fuente de cambio y que hoy está a dos materias de recibirse como acompañante terapéutico en la Universidad Católica de Cuyo. Llegar a recibirse es para Jesús "ganar el torneo más importante de todos", según él mismo definió. Y vaya si tendrá tesón, que la materia que rindió recientemente la aprobó con 9 (nueve) en modo virtual, dos semanas después de que le dieran el alta por coronavirus y tras estar 25 días confinado en una habitación de su casa en donde veía a su familia por la ventana.

Su familia está compuesta por sus padres y tres hermanas, una de ellas recibió un transplante de riñón hace cuatro años. Los conflictos familiares y la enfermedad de su hermana marcaron a Jesús. Fue un rebelde y los problemas de conducta tiñeron sus tiempos de juventud. "Vivía en la calle y me crié en una villa de Capital, no tenía buenas juntas, no me interesaba estudiar, hacía lo que quería como volver a mi casa a la 1 de la mañana cuando tenía nueve años", contó. Y sí, el estudio no era su fuerte en esa época; lo echaron de varias escuelas por su conducta hasta que decidió dejar de estudiar. A los 18 años fue aceptado en el Divina Misericordia, un colegio con secundaria para adultos en Capital.

" Maravilla Martínez me dijo que uno puede perder sueños, pero no el camino del bien".

Ya en ese tiempo practicaba kickboxing en un club de Rawson, deporte que hacía desde los 14 años. A los 19 conoció a Cecilia Román, campeona del mundo de peso Gallo de la FIB, que empezó a practicar en el club. A Cecilia le gustó su estilo, pero le dijo que necesitaba más técnica de boxeo y lo invitó a entrenar en el gym que ella tenía. "La primera vez que fui fue con la mano quebrada porque me había agarrado a pelear en la calle. Ella me dijo "las cosas no son así" y en ese momento fue cuando empecé a entrenar, me hacía entrenar hasta el día domingo dos horas en la mañana y dos en la noche", recordó. Luego de tres meses de entrenamiento y con 19 años, debutó en su primer festival de boxeo. Para él, aquí empezó todo. "Creo que Dios puso el boxeo en mi camino para sacarme de la calle", dijo.

Luego de tres peleas en San Juan le surge la posibilidad de iniciar su carrera como boxeador profesional en Buenos Aires. Con 20 años se fue a vivir a La Boca, donde peleaba para el Mercado Central y el Gimnasio Gatica de La Boca. "Extrañaba a mi familia, a mi novia, para vivir cuidaba autos cuando jugaba Boca y también hacía control de entrada en Independiente", contó. Un día su técnico le dijo que iba a pelear en La Plata, en la Liga de las Estrellas, con categoría por peso y por el cinturón "Carlos Monzón". Jesús entró en la categoría amateur hasta 60 kilos. "Yo me hacía ganando el cinturón, fui y me tocó perder en una pelea muy ajustada y por puntos, luego de eso decidí volver a San Juan", comentó.

"Creo que Dios puso el boxeo en el medio de mi vida para sacarme de la calle".

Volvió, rindió las materias que le quedaban del secundario y un día cuando iba en moto con su novia, lo chocaron. "Negra, me rompí el brazo, se me acabó todo", le dijo a la chica luego del impacto. Lo que llegó después para él fue "el quiebre" en su vida. Le colocaron unas placas de titanio gracias al esfuerzo de su familia para la intervención, pero cuando volvió a entrenar, ante el primer golpe a la bolsa el brazo le dolía. Era el brazo derecho.

Fue un momento terrible para Jesús, regresaron los problemas de conducta, tocó fondo. "Volví a mi casa y revoleé lo que estaba en mi habitación, intentaron calmarme, estaba desesperado, pedí ayuda a mi mamá, que me dijo: "Hijo, vos podés solo"", contó emocionado.

Al tiempo de su frustración por no sentirse bien con su brazo, regresó al ring para entrenar recreativo en el Impacto Box de Juan Jufré y al mes tuvo la oportunidad de conocer al reconocido boxeador Sergio "Maravilla" Martínez que estuvo por San Juan y con quien pudo compartir algunos momentos. "Uno puede perder sueños, pero no el camino que le hace bien", recordó que le dijo el popular boxeador. Eso fue en el 2018. Luego comenzaría a trabajar en una fábrica para ganarse unos pesos. No le gustaba y es así que un día, navegando por Internet, dio con la carrera de Acompañanta Terapéutico de la UCCuyo. Se decidió y le pidió ayuda a su padre bajo el compromiso de que de allí en adelante, iba a comenzar a hacer las cosas bien.

"Pisar la Universidad para mí era como un sueño, yo andaba en las calles, era de los que no estudiaba, no hacía caso a nadie y estaba allí", recordó sobre sus inicios en la universidad. Además, ingresó a la Pastoral de esa institución, que luego lo llevó a colaborar con la Pastoral Carcelaria y sin esperarlo, se dio cuenta que contando su historia terminó motivando a mucho de los presos que se decidieron a estudiar.

A tan sólo dos materias de recibirse y en un recuento de lo que había sido su vida hasta ese momento, le hizo comprender que la mayor pelea la tenía frente a él. Superarse, seguir adelante a pesar de todo. "Insisto, Dios puso el boxeo en mi camino pero no para ser el mejor del mundo, sino para ganar el campeonato de mi vida y en diciembre cuando me reciba, lo voy a ganar", dijo totalmente emocionado. Y, agregó que como profesional, Jesús quiere dedicarse al acompañamiento terapéutico para deportistas, para ayudarlos a manejar miedos, frustraciones y otros sentimientos negativos que él vivió. "También me gustaría dar charlas en lugares donde la gente la está pasando mal y enseñarles lo que yo aprendí, que el deporte los puede ayudar y cambiar sus vidas", concluyó.