Unidos. Algunos de los inmigrantes venezolanos en San Juan se reúnen para compartir almuerzos en familia. También se reunirán para celebrar la Navidad.

 

Los une el desarraigo y el dolor de ver a su tierra natal en decadencia y el haber vivido situaciones de angustia extrema. Pero también, el coraje de emigrar en busca de un lugar donde tener al menos la posibilidad de comer. Se trata de los venezolanos que durante este año llegaron a San Juan tras el sueño de comenzar una nueva y mejor vida. Hoy vivirán su primera Navidad en la provincia y dijeron que esto para ellos representa una señal de esperanza y de un futuro prometedor.

Daniello Barbetta hizo silencio antes de relatar algunos de los momentos más difíciles que le tocó vivir en su país y que lo llevó a tomar la decisión de emigrar. Lo primero que recordó fue la imposibilidad de conseguir alimentos para sus tres hijos y la desesperación de verlos llorar de hambre.

 

“Teníamos un día asignado para poder comprar en los supermercados según la terminación del documento. A mí me tocaba los lunes, pero cuando iba ya no quedaba más que jabón y algún otro artículo de limpieza, pero nada para comer. Ahí empezaba la carrera por conseguir comida. Yo compraba jabón y salía a ofrecerlo en trueque por arroz o fideos. A veces sólo conseguía dos trinchas de pan. Las partía por la mitad y repartía cada trozo entre mi esposa y mis hijos para que comieran algo. Yo me conformaba con comer las frutas de los árboles que había en las calles. No quise que mis hijos siguieran así, por eso decidí emigrar”, dijo Barbetta.

 

Este hombre de 35 años contó que vendió su casa, el auto y el televisor y que con “toda” esa plata pudo comprar sólo un pasaje. Por ese motivo se vino solo a San Juan donde lo esperaba su hermana que hacía 3 años llegó a la provincia. Actualmente Barbetta trabaja en la minería, alquiló una casa y pudo traer a su esposa, hijos y padres a vivir con él. Podrá pasar la primera Navidad en San Juan con toda su familia. “Estamos muy agradecidos de estar aquí y de que en estas tierras nos hayan dado la posibilidad de volver a sonreír. Esta Navidad va a ser inolvidable y el comienzo de una nueva vida”, sostuvo.

Los venezolanos consultados para esta nota dijeron que no regresarán a vivir en su país.

A Pastor Martínez, de 33 años, fue el miedo el que lo hizo “huir” de Venezuela. Dijo que temía ser una víctima más de delincuencia. “No podías ni caminar tranquilo por la calle. Tenías que esconderte el celular en las medias y llevar uno viejo a mano para entregárselo a los ladrones cuando te apuntaban con un arma. Te robaban cualquier cosa para venderlo y comprar comida. Era vivir con miedo en todo momento. Por eso decidí venirme a San Juan donde conseguí trabajo y pude traer a mi esposa y a mi hija. Vamos a poder pasar la Navidad juntos y empezar una nueva vida”, dijo Martínez. 

 

Amparo Anamarchan, de 35 años, no tendrá esa misma suerte, pero mantiene la esperanza de que su primera Navidad en San Juan sea el inicio de un futuro mejor. Hace 3 meses llegó a la provincia y aún no pudo traer a sus hijos de 2 y 4 años que aún están en Venezuela con su abuela materna.

 

La joven también huyó del hambre y de la inseguridad que reina en su país natal. Aunque dijo que lo que busca es que en esta provincia sus hijos tengan la posibilidad de acceder a una buena educación. “Soy profesora y licenciada en Educación y he sido testigo de cómo la educación en Venezuela también cayó en decadencia. Pero sé que en San Juan mis hijos van a tener una mejor calidad de vida en todos los aspectos. Lo que gano cuidando enfermos me alcanza para mandarles plata a ellos. Gracias a Dios están mejor desde que yo estoy aquí.

 

Todos los meses les mando 1.000 pesos argentinos que equivalen al sueldo de 5 meses en Venezuela. Agradezco esta oportunidad que me dio San Juan y mi brindis en Navidad será para dar gracias y pedir bendiciones para cumplir la meta de traer a mis hijos en febrero del año que viene”, dijo la joven.

 

 

Algunos testimonios

 

Pobreza para todos

 

 

“No sólo la gente se muere de hambre en Venezuela, también las mascotas. Es impresionante ver los perros de raza moribundos por todos lados. Es que la comida para perros es muy cara y la gente no tiene plata ni siquiera para comprar su propio alimento. Por eso comenzó a abandonar a sus mascotas en la calle. La pobreza se ve en cada rincón”, dijo Amparo Anamarchan.

 

 

Solidaridad sanjuanina

 

 

“Nos sorprendió la solidaridad de los sanjuaninos, que a pesar de no conocernos nos dieron una mano. Llegué hace 3 meses y enseguida conseguí trabajo en un local gastronómico. Pude alquilar un departamento para traer a mi familia, pero no me alcanzó para nada más. Pero hubo personas que me donaron hasta una heladera. Es una realidad muy distinta a la que se vive en Venezuela”, dijo Pastor Martínez.

 

 

El alivio de tener comida

 

 

“Con mi primer sueldo me compré una heladera y comida para todo un mes. Me pareció un sueño. Y cuando llegaron mis hijos a San Juan los llevé de paseo a un supermercado para que eligieran todo lo que quisieran comer. Una de las actividades que más disfrutamos ahora en familia es el de cocinar. Allá en Venezuela ya ni nos sentábamos a la mesa porque los almuerzos y las cenas eran ocasionales”, dijo Daniello Barbetta.