Conexión. En la clínica de Carlota Yanzón se viven emociones a diario cuando los chicos dan muestras de su progreso arriba del caballo. Tras el encierro creció al doble la cantidad de personas que asisten a equinoterapia.

El consultorio es ese enorme y coqueto campo, rodeado de pastizales en Pocito. Allí, la psicóloga no luce chaqueta y sus coterapeutas son los caballos: Paisana,

Capuchino y Canela. Se trata de la Fundación Caricias y Relinchos, que después del aislamiento obligatorio duplicó la cantidad de pacientes que realizan equinoterapia y que encuentran en la terapia con caballos su mejor cable a tierra.

Hasta el 20 de marzo eran poco más de 25 los pacientes de María Carlota Yanzón, la licenciada en psicología y técnica en terapia asistida con caballos. Pero desde hace unas semanas, cuando lograron la reactivación para esta actividad, hoy son casi 60 quienes acuden a las terapias con caballos que duran 45 minutos. "Los padres de los chicos me llamaban, que por favor los dejara venir aunque sea un día por semana, era una necesidad para los chicos que fueron quienes más padecieron el encierro", expresa Carlota. En su matrícula de pacientes cuenta con bebés hasta adolescentes de 18 años, pero también hay ahora personas de hasta 60 años que encuentran en esa terapia una salida.

"La equinoterapia es un método terapéutico, educativo y recreativo, en donde usando las bondades del caballo ponemos un granito de arena en la vida de los chicos. Sabemos que un chico con autismo no se va curar pero con esta terapia le podemos mejorar su calidad de vida", expresa Yanzón. Es que si bien esta terapia es recomendada para personas que padecen autismo, concurren chicos con discapacidades de todo tipo, incluso la terapia con caballos es recomendada para las adicciones, la depresión y personas con operaciones cardiológicas y respiratorias.

El encierro por la pandemia no hizo más que agudizar las patologías de los chicos que concurren a la Fundación Caricias y Relinchos. Ese es el punto por el cual se duplicó la cantidad de pacientes a las terapias.

"Creció el nivel de angustia, de ansiedad. Los padres no sabían cómo despegar a los chicos de los celulares y la computadora, lógico que no es lo mismo estar en una sesión virtual que venir a montar. Ellos vienen acá a jugar con el caballo porque se divierten y no se dan cuenta de que en realidad están haciendo terapia", expresa Yanzón, quien cuenta con la colaboración de Celina Pérez y Clara Uriburu.

Es que entre los beneficios de la equinoterapia, lo fundamental es poner en juego todos los sentidos en los 45 minutos que dura una sesión. Allí, en el centro de la pista hay conos con letras que deben conocer a la perfección los chicos y también un cesto con pelotas de colores que los chicos deben recibir estando arriba del caballo y embocarlas. "Con el zig-zag trabajamos y estimula el caballo, con las pelotas trabajamos desde funciones cognitivas como la atención, la memoria y coordinación, y también la motricidad", explica.

Historias hay de sobra en esa clínica donde llegan chicos buscando contención. Padres que han recorrido un sinfín de consultorios y terapias buscando un bienestar para sus hijos. A Carlota le cuesta contarlas, pues la invade la emoción cuando las recuerda y no puede contener las lágrimas. "Trabajar con estos chicos es una bendición. Por ahí los ves que se bajan revolcándose del auto porque no quieren venir, pero cuando los subís al caballo todo cambia y después no se quieren bajar", comenta la profesional. Después hubo casos de chicos que llegaron sin hablar y gracias a la terapia con los animales pudieron decir algunas palabras. "Cuando lográs eso, es el mayor premio que podemos recibir. Hubo casos de chicos que no quieren ponerse el casco y le tenemos que poner un casco a Paisana -la yegua- para que ellos se lo pongan. Se ríen y después a los días llegan corriendo para subirse al caballo", expresa Yanzón.

Así se vive los días en esa posada de Pocito. En los caballos y en la terapia durante 45 minutos, parece estar la solución para decenas de chicos y grandes que cansados del encierro, encuentran por fin su cable a tierra.

Vinculares. Tocar el caballo y cepillarlo forma parte de la terapia. Es el paso inicial para después montarlo y pasar a la pista.


 

  • El drama de las obras sociales

Uno de los principales problemas de la equinoterapia es no contar con una ley que las rija como debe ser. San Juan cuenta con la Ley 7858 desde el 2018 pero no está reglamentada y eso impide que las obras sociales la reconozcan. Carlota Yanzón integra una comisión junto a profesionales dedicados a esta especialidad en todo el país. Algunas obras sociales de la provincia la cubrían e incluso se hacían cargo de los gastos de traslado de los pacientes, pero hace poco más de un año que esto culminó. La Fundación busca apadrinar a chicos que requieren de esta terapia pero que no cuentan con los recursos para poder abonar las sesiones. Para quienes quieran asistir a las terapias o colaborar, comunicarse con Carlota al celular 2645069711.

  • Necesitan una rampa

La Fundación Caricias y Relinchos está buscando apoyo para poder obtener una rampa para mayor comodidad a la hora de subir, por ejemplo, personas en sillas de ruedas a los caballos. Tienen un presupuesto armado y buscan un sponsor para poder solventar los costos.

Pequeño gigante

> Lucas encontró su pasión

 

"Es un luchador". Así lo definen Carlota y sus asistentes a Lucas, un pequeño que con 5 años le da rienda suelta a su pasión arriba del caballo, y que en su vida cotidiana también le da pelea pero a la hemiparesia derecha que padece. Se trata de una disminución de la fuerza motora o parálisis parcial que afecta a la mitad de su cuerpo. Su papá dice que el chico comenzó con la terapia en febrero y que mostró una gran mejoría hasta que la cuarentena la interrumpió. "A Lucas el caballo le transmite el patrón correcto de la marcha, el caballo transmite entre 90 y 100 estímulos por minuto a nuestro cerebro con respecto a la marcha humana y él tiene los miembros inferiores pasivos, no los está usando pero su cerebro está haciendo un reflejo de la marcha correcta", comentó Yanzón.

Luchadores

> El único cable a tierra para dos hermanos

Bautista apenas se baja del auto, llega y corre para agarrar unas botellas que están cerca de la pista. Después, corre para ir a tocar a Capuchino, uno de los caballos de la terapia. Su hermano Isaías llega mucho más tranquilo y se sienta a esperar el turno de su sesión. Se trata de dos hermanitos que según su papá, José Vargas, encontraron en la terapia de los caballos su cable a tierra, el único al que pueden asistir de manera presencial, pues las otras terapias que realizan hoy están realizandose sólo de manera virtual.

Isaías tiene 9 años y un trastorno generalizado del desarrollo (TGD) desde los 4, mientras que el pequeño Bautista tiene 6, y autismo desde los 3. El papá dice que los chicos necesitaban con urgencia de las sesiones de equinoterapia, los chicos perdieron a su mamá hace 2 años y tienen una vida marcada por la lucha día a día. "Es increíble cómo cambian sus días cuando vienen a la sesión. Se suben al caballo y se olvidan de todo", comenta el padre que también se queja porque su obra social no cubre la terapia y mucho menos el traslado desde Chimbas.

"Cuando falleció mi esposa sentimos que el mundo se nos vino abajo, pero Carlota nos dijo que había que seguir con el tratamiento porque les venía haciendo muy bien, no sólo en lo motriz sino en lo sensorial y social" cuenta José a la vez que recuerda que Isaías renegaba cuando tenía que ir pero cuando se subía al caballo y terminaba su turno después no se quería bajar. "A los dos les hace muy bien, venimos una o dos veces por semana y es increíble los cambios en la conducta que tienen", comentó.