Lavarse las manos, ventilar y desinfectar las habitaciones, evitar el contacto personal -como saludarse con las manos-, o compartir elementos -como es el mate-. Todas medidas que son de fácil ejecución para la mayoría de los adultos, aunque ya se presume que la pandemia de coronavirus todavía no alcanzó el pico de su ola en Argentina.
Y es en la actitud de las personas donde se juega una buena parte del contagio. Y una debilidad de nuestra sociedad, según el psicólogo Gabriel Omar Martínez, es la subestimación.
"La mayoría piensa el ‘a mí no me va a pasar’ y por ejemplo no se lavan las manos, si no se van a contagiar. Y esas son las actitudes, por no merituar el riesgo, que nos expone a la enfermedad real. Estas medidas, para algunos suenan a extremas, pero son las que recomiendan llevar a cabo", afirmó el licenciado.
Otro factor de conducta social que no juega a favor a nivel local tiene que ver con que "los argentinos estamos acostumbrados a nuestras rutinas y generalmente no nos gusta que la trastoquen", indicó Martínez, quien profundizó en las diferencias culturales: "Hay países donde la personas son más distantes. Nosotros en cambio tenemos incorporado como un buen hábito el saludo con la mano o con un beso. Y ahora ese cambio de hábito, porque es de buena educación saludar, repercute en algunas personas. Es que si no lo saludan, menoscaba de cierta forma su autoestima". Y por otro lado, también se da el tener que incorporar hábitos. "No tenemos la costumbre del aseo constante. Tener ese cuidado que cada vez que se toca algo, limpiarse las manos con alcohol en gel es un tema", indicó y agregó que esa falta de adaptación en líneas generales repercute en que no sería fácil para la mayoría incorporar que pueden realizar un aislamiento preventivo como cualquier otro ciudadano.
La primera lectura del coronavirus, para Martínez, es que se trata de un evento imprevisto que en la psiquis de una persona repercute igual que una tragedia. "No es comparable pero sí se asemeja a lo que es una catástrofe natural: un tsunami, terremoto o un gran incendio. Si bien desde lo racional podemos tenerlos como previstos, cuando suceden son tan violentos y súbitos que rompen lo que es la tranquilidad de la psiquis".
Y eso hace que el individuo común promedio, que no está ajeno a estas pandemias, se asuste. "Cuando se asusta, se angustia. Y cuando se angustia, generalmente toma conductas que en otra situación no tomaría. Por ejemplo, el acopio de materiales, mercadería. Así se va creando un pánico generalizado, entre otras cosas, al ver lo que sucede en los países donde el contagio ya ha sido masivo".
El psicólogo agregó que el coronavirus es una reminiscencia de la Gripe A, que en 2009 también fue pandemia. "El recuerdo hace que la gente se asuste. En términos más técnicos, hay crisis de angustia y ansiedad generalizada, miedo intenso injustificado que lleva a personas a automedicarse y a otros a considerar determinaciones drásticas".
Por eso, es muy importante informarse con fuentes seguras y enfocarse en mantener la calma y respetar las medidas, hasta que la pandemia haya finalizado.

