Una vida dura. Para Ramona nada es fácil, pero le sobra amor. Ese sentimiento es el que le transmite a su nieto cada día. Ella es la que lo incentiva a seguir adelante y hace todo para que el niño sea un buen maestro en el futuro.

Si la figura femenina que marcó a Domingo Faustino Sarmiento fue la de su madre, Doña Paula, quien guía los pasos de Nicanor Quinteros, el nene de 12 años que armó una escuelita en el fondo de su casa, es su abuela Ramona Quinteros. La mujer, de 63 años, es quien apoyó la iniciativa del niño desde un principio y lo ayuda diariamente a atender a sus "alumnitos", en Pocito.

Nico vive con su abuela desde que tenía 5 años. Sólo basta observar cómo se miran para entender que hay un hilo invisible de complicidad que hace que los proyectos del chico se realicen porque ella lo incentiva. Ramona es jubilada, pero trabaja en la cosecha de aceituna y en la de tomate, según la época. Los fines de semana es empleada doméstica. Orgullosa, dice que hace todo por su nieto, que además es su compañero.

"Espero poder verlo algún día frente a un aula de verdad".

"No me imagino la vida sin él. Lo crío como a un hijo más. Desde antes de que empezara la escuela está conmigo y siempre busco lo mejor para él. Quiero que estudie, por eso sigo trabajando", dice la mujer mientras pone el agua a hervir para preparar una olla de mate cocido. Ramona es viuda y tiene 9 hijos. Los dos más chicos y Nicanor viven con ella. Tiene 23 nietos y un bisnieto, pero Nico es "su ángel". Es por eso que cada tarde, con el cansancio de una jornada de cosecha, no duda en preparar la merienda a los 34 niños que van a la escuelita que está en el patio de su casa. Dulce de membrillo, de tomate, de durazno. Un arsenal de frascos en el aparador de la cocina esperan ser destapados cada tarde, cuando los chicos esperan su pan con dulce, ese manjar que les prepara Ramona. "Nico piensa en que no todo son libros y que los niños tienen hambre. Por eso no dudo en poner mi yerba o mi azúcar para darles algo caliente", cuenta la mujer.

Unidos. Nico vive con su abuela y dice que no se
imagina una vida diferente. Son unidos y compinches.

Atenta a que llegue temprano a clase, se preocupa por los quilómetros que tiene que pedalear cada mañana para ir a estudiar a la escuela 12 de Septiembre. Cuando Nico llega, siempre hay un plato de comida caliente preparado por Ramona, cuando no está en la cosecha. Si la mujer está trabajando, entonces es el niño el que la espera.

La mujer sabe que la vida que le tocó a su nieto no es fácil. Por eso hace todo para darle lo mejor. "No es cuestión de regalarle cosas. Es cuestión de compartir el tiempo con él. De escuchar lo que tiene que decir, de acompañarlo en sus proyectos", agrega.



Las noches de invierno son testigo de sus largas charlas. Al lado del brasero y con algún tejido entre las manos, comparten historias. Si bien Ramona dice que ella no sabe mucho de las cosas de escuela, intenta ayudar en lo que puede. "Yo nunca pude ayudarle a hacer los deberes porque no soy estudiada. Además él es rápido y se encierra en su pieza. Ni siquiera ve televisión. Pero a mí me gusta apoyarlo cuando se le ocurre una idea", dice la mujer.  

Para la merienda. Ramona prepara pan con dulce todas las tardes. Es para que los "alumnitos" tomen la merienda.


Todavía recuerda como si fuese ayer, hace tres años y al lado del brasero, cuando Nico le dijo que su sueño era ser profesor. Ella le dijo sin dudar que haría todo lo posible para que ese deseo se hiciese realidad. Ahora, cuando no cosecha, está pendiente de que la escuelita de su nieto funcione perfectamente. Recibe a los chicos, los ubica y hasta le ayuda a acomodar los bancos y cuadernos cuando estos se van, ya entrado el sol.

Desde que la historia de Nico salió a la luz en Canal 8, la mujer no descansa. Su casa está llena de gente que va a conocerlo y a felicitarlo. Ella infla el pecho y dice que es su "Sarmientito".