Sorprendido. Para Nico, dar clases de apoyo es un juego pero que toma muy enserio. El chico está sorprendido por el impacto que causó su historia.

 

 

A media mañana de ayer, la redacción de DIARIO DE CUYO se sorprendió con una visita inesperada. Nico ingresó al edificio por cuenta propia porque quería conocer el lugar donde se hace el diario.

Curioso aun en su timidez, el pequeño maestro quiso conocer cada detalle. Cómo se escribe, cómo se imprime el diario, cómo se colocan las fotos. Recorrió el recinto lentamente como para no perderse nada.

"A los chicos les encantaría ver esto. Porque siempre vemos el diario pero no sabemos de dónde sale", dijo el niño mientras ingresó al sector de Fotografía.

Luego de conocer las distintas secciones y de programar una futura visita con sus "alumnitos", su abuela ingresó al lugar con el diario en el que aparecía Nico en la portada. "¡Soy yo!. No sabía que iba a aparecer tan grande", dijo el niño con lágrimas en los ojos. Ni bien comenzó a leer la nota en la que se contó su historia, la abuela descargó el llanto. "Nunca pensé que lo que hacía fuese tan importante. Es especial", dijo la mujer mientras abrazaba al niño. Emocionados, y con el diario bajo el brazo, continuaron caminando por los pasillos y charlando con los periodistas que estaban en el lugar. Fue hasta que el niño expresó su deseo de ir a la Casa de Sarmiento. Entonces, periodista y fotógrafo de este medio, decidieron acompañarlo en la travesía.

Durante la caminata desde calle Mendoza hasta calle Sarmiento, el teléfono de Ramona no dejó de sonar. Primero fue una radio de Necochea, luego un diario de Mendoza. Varios conocidos de otras provincias también intentaron comunicarse con el niño, al igual que algunos medios locales. Por cada puesto de diario que pasaba, Nico se detenía y se buscaba en la portada de Diario de Cuyo. "Ahí estoy de nuevo"; dijo el pequeño maestro.

 

Un juego que sirve para ayudar a otros 

 

La escuelita. Nico improvisó las aulas en una pieza del fondo. Sus alumnos van por las tardes.

 

Hace tres años, Nico le expresó a su abuela el deseo de ser maestro cuando fuese grande. Pero empezó a despuntar el vicio mientras jugaba. Comenzó a ayudar a tres vecinitos a hacer los deberes y luego se fueron agregando chicos. Hoy, Nico ayuda a 34 chicos que asisten a la escuelita que armó en una pieza del fondo de su casa.

El chico vive en un humilde barrio del Quinto Cuartel, en Pocito. Hace todo a pulmón, no tiene beca y su abuela que es empleada doméstica, pone todo de sí para que el chico sea feliz.

A Nico le gusta enseñar y eso lo tiene bien claro. La escuelita que armó y cuyas aulas están dividas por trapos viejos, tiene una organización impecable. Se toma asistencia, se respetan los recreos, se iza la bandera y hasta se festejan las fechas patrias. Nico cuenta con la ayuda de otros vecinos que también dan clases con él. Controla los deberes de los chicos, refuerza los temas en los que más flojos están y hasta les ayuda a estudiar para las pruebas. La escuelita funciona en tres turnos, por la tarde, desde las 14 hasta las 20. Luego de que termina la tarea de "maestro", Nico entra a su casa, se encierra en su dormitorio y comienza a hacer las tareas de la escuela, ya que cursa el primer año de la secundaria.

Pero esto no es todo. El niño sabe que hay chicos que no tienen ni para merendar, por eso les prepara un té, con pan y dulce.