El 1 de julio de este año, Google cerrará definitivamente su servicio agregador de noticias, llamado Google Reader. Reader funciona desde hace muchos años y, al igual que otras herramientas de la empresa, es gratuito. Millones de internautas lo usan a diario para reunir en un solo lugar las noticias que se publican en los canales RSS de sitios web y blogs, haciendo más fácil lectura de los mismos. Pero, ¿por qué Google piensa cerrar una de sus herramientas más populares? Sencillamente porque no reporta los beneficios que la empresa espera y han decidido destinar esos recursos (entiéndase servidores, ancho de banda y personal, entre otros) al desarrollo de nuevos productos. Por supuesto que la sorpresa, y el descontento, de la comunidad de usuarios fue enorme, pero eso no es suficiente para cambiar las cosas; tampoco hay ningún compromiso que obligue a Google a mantener el servicio activo. En resumen, las empresas son empresas, Reader es gratuito, y Google tiene el derecho de hacer con él lo que quiera. Punto.

Pero esta situación no ha sido la única que ha puesto a reflexionar a los usuarios de las TIC (tecnologías de la información y la comunicación) respecto a qué se puede esperar en el futuro. Estos son algunos otros ejemplos.

El caso WhatsApp


Se ha hablado muchísimo sobre las decisiones de la empresa respecto a su app de mensajería. Primero podía descargarse gratuitamente en la mayoría de las plataformas, y así se difundió rápidamente entre una comunidad de millones de usuarios que lo usan a diario. El plazo de uso de la licencia gratuita se extendió bastante tiempo sin que la mayoría de los usuarios supieran que en algún momento deberían comenzar a pagar por ella. Finalmente, la empresa comenzará a cobrar por su uso y es de esperar que la mayoría de los usuarios opten por continuar usándolo: su precio es de 99 centavos de dólar por año y la costumbre hace el resto. Sin embargo, viendo la historia en retrospectiva, el método parece un tanto engañoso. ¿Qué pasaría si la letra pequeña de otros servicios, como el correo, una red social, o un servicio de almacenamiento en la nube, incluyera una cláusula similar?

El caso Kylin


El gobierno chino ha formalizado una alianza con Canonical, la empresa sudafricana que desarrolla Ubuntu, una de las ‘distros’ (por distribución, que es como se llama a las personalizaciones que comunidades o empresas hacen del sistema operativo Linux). El motivo de la citada alianza es el desarrollo de una distribución de Linux que llevará el nombre de Kylin, destinado a ser algo así como un ‘sistema operativo nacional’. Con esto, el gobierno de China busca incentivar el uso de software libre y de código abierto (open source) entre los ciudadanos. ¿Serán los estados los únicos capaces de sostener comunidades de desarrollo libre en el futuro?

El caso Facebook


La empresa de Mark Zuckerberg ha realizando alianzas con, al menos, 18 operadoras de telefonía móvil de 14 países (Argentina, por el momento, no se encuentra en la lista), para ofrecer importantes descuentos y hasta planes de datos sin cargo a los usuarios que utilicen la aplicación de Facebook en sus dispositivos móviles.

Por otro lado, el Facebook Messenger para iOS (sistema operativo de iPhone y similares) ya permite realizar llamadas gratuitas de voIP (voz sobre IP) entre usuarios de Facebook, aunque sólo está disponible en Estados Unidos, Canadá, Reino Unido y, claro, en exclusiva para usuarios de iPhone y similares. Si las operadoras reducen, o regalan, el uso de la conexión de datos, y los usuarios hablan gratuitamente a través de Facebook, ¿quién pagará la comunicación? ¿Será que tendremos que escuchar un anuncio comercial cada 5 minutos?

El caso Hettes


Hettes es una famosa tienda de informática de Holanda. Su negocio principal es la venta de todo tipo de computadoras con una particularidad: se entregaban equipadas con software libre instalado (principalmente Ubuntu Linux) en lugar de software comercial. Mediante un comunicado publicado en su página web anunciaron el cierre definitivo de la tienda. ¿El motivo? Cada vez les es más difícil conseguir equipos sin sistema operativo preinstalado. Prácticamente todos los fabricantes tienen acuerdos con Microsoft, IBM y otras empresas menos conocidas. Según esos convenios se comprometen a que sus equipos salgan ya de fábrica con sistema operativo con licencia. ¿Podrán los proyectos de hardware libre, como el Raspberry Pi y otros similares, llegar a producir equipos sin ser rápidamente absorbidos por las grandes empresas?