Las ventas de smarthphones se duplicaron en Argentina de 2007 a 2009. Por la posibilidad de estar siempre conectados y de llevar la oficina a cuestas en dispositivos cada vez más pequeños, los teléfonos inteligentes ganan más adeptos entre profesionales, ejecutivos y hombres de negocios. Pero, así como propician una mayor eficiencia al borrar distancias y acortar tiempos, también son el blanco de una adicción que está a la orden del día.
Resulta casi imposible quitarle los ojos a la pantalla aún en reuniones importantes de trabajo a éstos dispositivos. Lo mismo ocurre a la hora de apagarlo a la noche, o para ponerle límite a los temas laborales en horas de ocio. Según Daniel López Rosetti, presidente de la sociedad Argentina de medicina del Estrés, la adicción a estos teléfonos inteligentes genera síntomas de abstinencia, ansiedad, tensión y estrés cuando estos no están (por ejemplo, si se quedan sin batería).
Por su parte, la psiquiatra Verónica Mora de la Asociación Psicoanalítica Argentina, detalla que “la dependencia al teléfono se pone de manifiesto cuando se suprime la relación con el objeto y se altera el estado emocional de la persona, que se muestra irritable, inquieta, preocupada. En algunos casos esta abstinencia puede asociarse a manifestaciones físicas como tensión muscular, acidez o dolores musculares”.
A esta adicción, se la denomina “crackberry”, y consiste en mirar más de 400 veces diarias la pantalla del teléfono. La psicoanalista Laura Orsi afirma que “la adicción tiene que ver con el grado en que se modifican las relaciones interpersonales”. Es decir que no hace falta superar las 400 veces para ser adicto, sino que el teléfono esté alterando la relación con el mundo “real”.
Siempre activo
Además del perjuicio que puede ocasionar en la relación con los otros, los médicos psiquiatras advierten que el hecho de estar “siempre conectado” supone una tensión sostenida que no es natural para el organismo, que busca en sus ciclos el momento de descanso y corte. Equivale a un estímulo permanente y tiende así a la sobrecarga.
Por ejemplo, el psiquiatra López Rosetti afirma que “El uso de la tecnología está bien en la medida que mejore la calidad de vida. Pero cuando la carga de la aplicación de esa tecnología supera la capacidad de la persona puede ser causante de estrés. La herramienta debe estar al servicio de la persona y no al revés”.
El uso compulsivo puede acarrear consecuencias físicas. Lesiones en la mano como tendinitis y fatiga del pulgar, lesiones en la vista, además de alterar las horas de descanso.
Hoy en día para muchos es imposible imaginar una vida sin la tecnología móvil. Pero los especialistas se preguntan si la conexión permanente implica mejor comunicación.

