Joya industrial. Los hornos de Aluden están hechos con ladrillos macizos, entre los que se sitúan unos canales formados por piezas de cerámica por los que corría el mineral licuado. 

Se trata del mayor yacimiento de ese metal descubierto en el mundo, del que se calcula que se extrajo la tercera parte. Hoy es un parque temático y Patrimonio de la Humanidad.

Cuenta la leyenda que Abderramán, emir de Córdoba, tenía en su palacio una fuente de mercurio y que con cierta ironía decía a los acusados de un crimen que tirasen una piedra en ella. “Si se hunde eres inocente y si flota, eres culpable”. Por supuesto, todos terminaban condenados porque la alta densidad de este metal hace flotar las cosas más pesadas.


Así teñida de leyendas y de historia, son las Minas de Almadén en Ciudad Real (España), la mina de mercurio más antigua del mundo que actualmente es Patrimonio de la Humanidad y que se convirtió en un parque temático en el que las familias pueden descubrir las tareas extractivas de antaño.


Las minas de Almadén figuran en las crónicas del geógrafo e historiador griego Estrabón y en los escritos de Plinio el Viejo. Más de veinte siglos de explotación minera recorren pues su historia. Se trata del mayor yacimiento de mercurio descubierto en el mundo, del que se calcula que se ha extraído la tercera parte de este metal líquido y plateado consumido en el planeta. En julio de 2003 echó el cierre el último de los pozos que quedaba en activo, el de San Joaquín. La caída del precio del mercurio en el mercado mundial, unida a la reducción de su uso por su elevada toxicidad, llevó a la clausura de las minas y a la conversión de buena aparte de sus instalaciones en un lugar de visita instructivo, ameno y cargado de valores históricos, técnicos y estéticos. Nació así el Parque Minero de Almadén. Poco a poco se fueron abriendo a los visitantes museos y centros de interpretación, castilletes y talleres de explotación; se rehabilitaron edificios de uso industrial, hornos de fundición del siglo XVII y elementos arquitectónicos del XVIII, como la puerta de Carlos IV, y habilitó la bajada a la mina, a 50 metros de profundidad.


Los romanos empleaban el azogue o mercurio, que se obtiene del cinabrio, en medicina y también para dorar la plata y el bronce o para recuperar el oro de los tejidos deteriorados. El pigmento bermellón en polvo, resultado de raspar el cinabrio, lo utilizaban como pintura. Posteriormente, el mercurio se ha empleado para la fabricación de termómetros, de espejos, de aparatos de precisión, en la industria textil, en medicina y cosmética y para amalgamar metales. En época musulmana, según una crónica del historiador Al-Idrisi, trabajaban en Almadén un millar de obreros y el mercurio se obtenía fundiendo las piedras de cinabrio, en unos hornos de barro llamados Xabeca.


Durante el primer siglo de la conquista de América, el mercurio adquirió una importancia estratégica ya que era usado como amalgama del oro y la plata que se extraían en las minas de Bolivia, Perú y México. En el XVII, diversas causas confluyeron en una gran caída de la explotación minera: mala administración y corrupción, enfermedades y bajos salarios de los mineros que llevaron a recurrir a mano de obra de esclavos y presos, que lógicamente trabajaban poco y mal.

Para el público. Hay visitas guiadas para tipo de turistas, incluso para escuelas. Todos son acompañados por un guía y a partir de los seis años. Como cierre hacen un picnic en la cafetería del parque. 

El Parque Minero

Tras el cierre de la mina en 2003 se habilitaron diferentes secciones para la visita al público, convirtiéndose con el tiempo en un atractivo turístico que la llevó incluso a transformarse en Patrimonio de la Humanidad, declarado por la Unesco en 2012. En 2011 ya la Unión Europea había prohibido el uso del mercurio por su elevada toxicidad.


Según los visitantes, el momento más emocionante de la visita es la bajada a la mina, a 50 metros de profundidad, a través del pozo San Teodoro excavado en 1757; en el exterior sobresalen los 30 metros de altura de su castillete. En el recorrido por las galerías en las que se extrajo el mineral desde el siglo XVII al XX, se pasa por el baritel de San Andrés, una impresionante bóveda esférica fortificada con ladrillo macizo de tejar en medio de la cual se conserva el malacate, artilugio de madera que, movido por caballerías, servía para subir el mineral desde el subsuelo, y se visita también la galería de forzados donde trabajaban los presos en durísimas condiciones. Al final de este trayecto subterráneo, un tren minero transporta a los visitantes a la superficie.