Ninguno de sus hijos pudo cumplirle el sueño de tener a algún arquitecto en la familia, a Oscar Balverdi. Javier (35), el mayor, le siguió los pasos sin perderle pisada: no sólo es médico, sino que se especializó en traumatología, como el padre. Martín (33), el del medio, terminó el secundario y ahora trabaja en el Poder Judicial. Y Agustín (26), el menor, está en su segundo año de residencia médica. No será traumatólogo -siguiendo el mandato paterno- sino que sus aspiraciones profesionales pasan por convertirse en cirujano plástico. "Vi algunas cosas en la práctica y en la teoría que no me gustaron. Además tres traumatólogos con el mismo apellido es multitud. Por eso me voy a especializar en cirugía plástica", justifica Agustín.

"No me disgustaba que alguno fuese médico. Yo, en el fondo, quería que alguno de mis hijos fuese arquitecto porque la considero una profesión muy linda. Era sólo una expresión de deseo lo de arquitectura porque siempre voy a a apoyarlos, más al elegir ser lo que ellos quisieran. Igual debo reconocer que fue una satisfacción enorme cuando se decidieron por Medicina. Ir a visitarlos a Córdoba (NdR: los tres estudiaron en la Universidad Nacional de esa provincia) significó para mí revivir mis años de estudiante. Y en definitiva para eso uno es papá, para prolongarse en otros", dice con orgullo el hoy ministro de Salud y traumatólogo de profesión (aunque por la función pública no la ejerce).

Papá Balverdi con Javier han tenido la posibilidad de operar juntos en varias ocasiones y con Agustín en menos casos. Y esos momentos quizás (que no se igualan al placer de hablar juntos de rugby), son los que más lo satisfacen. "Me gusta compartir la medicina con mis hijos, verlos como han crecido y como resuelven los casos. Generalmente no hablamos de tal o cuál paciente, pero si ellos me plantean cómo proceder en ciertas circunstancias o cómo encarar la cosa desde el punto de vista profesional. De eso charlamos mucho. También me critican en mi función como ministro o lo que se hace en el ámbito de la Salud Pública", confiesa y da lugar a otra confidencia por parte de sus hijos: ellos de política, cero.

"Mi padre nos ha enseñado que no hay que mezclar las cosas, si uno quiere que salga bien. Al consultorio viene gente a dejar curriculum por ejemplo. Y yo les digo que él trabaja en el Ministerio de Salud Pública por si quieren ir a verlo. El es un tipo correcto, incansable, perseverante y trabajador", lo define Javier, mientras que Agustín destaca que "por todas esas características ha logrado cumplir con grandes metas, como por ejemplo el nuevo Hospital Rawson", ejemplifica y con justa razón ya que él pudo comprobar el antes y el después del nosocomio, profesionalmente hablando, ya que allí es dónde rindió y hace su residencia. En cambio, su hermano, trabaja solo en una clínica privada.

Sin dudarlo Balverdi reconoce que sus hijos lo han superado, al menos en lo que respecta a la profesión. "Tanto Javier como Agustín, al igual que muchos jóvenes profesionales, me demuestran a diario cómo la medicina se ha humanizado y qué positivo que es esto para el paciente. En mis épocas, si había que operar a alguien de los juanetes se le decía señora usted se tiene que operar, se le hacía la orden y listo. Hoy no es así. Los médicos buscan la mejor manera de encarar al paciente para darle el diagnóstico, le explican, le dan detalles, lo contienen. Eso es preocuparse por el paciente y es algo que me han enseñado mis hijos".

No es difícil deducir que los hijos admiran a su papá y le están "eternamente agradecidos", sensación a la que médico también le pone palabras: "a mí lo que más me gusta es ser el padre de ellos sobre todas las cosas".