En el centro de la provincia de Catamarca, a 245 kilómetros de San Fernando del Valle, irrigada por el río que lleva su mismo nombre, Andalgalá, es un oasis al norte del desértico salar de Pipanaco. Reflejo ecléctico de la cruza entre pobladores originarios, la dominación inca, los colonizadores europeos y los alemanes que trabajaron en las minas de Capillitas. Fue fundada el 12 de julio de 1658 por el general Don Francisco de Nieva y Castilla, quien emplazó un fuerte en la plaza principal para contener el ataque de los aborígenes. De allí su nombre original, El Fuerte de Andalgalá. Es la ciudad cabecera del departamento, que suma 18 mil habitantes, y la segunda en importancia en la provincia.
Tierra de buen vino
Las características del clima, la humedad, la altitud, la temperatura y el aporte de los ríos Andalgalá, Choya y del Potrero, favorecen la actividad agrícola, que se especializa en la producción de duraznos, vid, nogales, olivos y maíz. Pero sin dudas, la producción vitivinícola de la zona es muy popular. Se hizo famosa en todo el mundo durante fines del siglo XIX y principios del siglo XX. Las vides cultivadas a 1.100 metros sobre el nivel del mar, regadas con agua de deshielo de la Cordillera de Los Andes, contribuyen a la calidad de vinos de la región. Hoy en día, la especialidad es el lambrusco, una variedad de uva que se adapta especialmente a las características de Andalgalá.
Para recorrer
Saliendo de Andalgalá, se pueden hacer excursiones para todos los gustos como al Cañón de Vis Vis, ubicado a 30 kilómetros del pueblo. Cuenta con aguas termales que llegan hasta los 38 grados centígrados. Por otro lado, quienes buscan el turismo aventura pueden visitar El Nevado del Aconquija, donde se puede practicar aladeltismo, montañismo y travesías 4×4.
Andalgalá, con su verde, sus árboles y su vegetación, la vuelven única en Catamarca. Allí radica su encanto.
(Fuente: Florencia Tapia Gómez, prensa y relaciones institucionales IGGY).