Fotos: colaboración Eli Montilla


 Lejos, muy lejos del conflicto docente que ha ganado las principales calles de San Juan en los últimos días para hacer escuchar la protesta por los salarios e ingresos de maestros y profesores, los niños de tantas poblaciones sueñan con volver a ir a la escuela. Los que viven en Gran China, en Jáchal, que es un puntito alejado del mapa de las marchas, bocinazos y pancartas con duras frases, entre tantas otras cosas que les prometen un futuro mejor, no son una excepción. Ellos añoran, el aula, el recreo y todas las posibilidades materiales -como una comida asegurada- o no que giran alrededor del establecimiento del lugar.


Claro que para ellos, hay otra realidad, tan o más dura que las batallas adultas: la mayoría no tiene útiles ni ropa adecuada para la escuela. Por eso un grupo de mujeres, amigas todas, encararon una campaña solidaria para conseguirles todo lo necesario y así evitar que tengan que ir descalzos o prestándose prendas entre hermanos. Ellas -que por primera vez aunaron sus vocaciones solidarias en el movimiento que se armó en todo San Juan como Madrinas y Padrinos de Navidad, hace ya más de 7 años- ya empezaron a juntar todo lo necesario, desde hace unas semanas, previas a que llegue marzo. Están pidiendo no sólo útiles sino además ropa y calzado como prioridad.

"Somos un grupo de mujeres que hace muchos años nos unimos a partir de una inquietud que trasciende hasta el día de hoy y que no terminó con esa acción navideña de repartir regalos, un cariño, una palabra de esperanza, una sonrisa y compartir con los chicos y sus familias una experiencia vivencial que nos sensibilizó para siempre. Volvimos a esta comunidad jachallera porque sabemos de sus necesidades y porque tenemos eco en un grupo de mamás que nos ayudan desde su lugar", reconoce Jany Ventura, una de las solidarias que coordina las acciones en Gran China, un lugar al que lo tomó cariño por la calidad de su gente y que volvió muchas veces a llevar regalos navideños, ropa de abrigo inclusive zapatillas que recolectó con la Fundación de la Bolsa de Comercio más negocios del Grupo Vallejos y Calzados Continente. 


DE LA NAVIDAD, A LAS CLASES

Una situación fortuita -o quizás no tanto- quiso que Eli Montilla fuese quien atendiera a esa monjita anónima, llegada de Brasil a misionar en Rivadavia. La religiosa fue a comprar unos juguetes para los niños de la comunidad en la que volcaba su fe y su trabajo, y entre charla y charla, le contó a la dueña del negocio que en su lugar de origen había una costumbre muy sana y reconfortante cuando llegaba fin de año. Entre otros detalles le dijo que se estilaba que las personas se anotaban en un registro para hacer regalos en el arbolito. "De pronto eran los Padrinos y Madrinas mágicas de la Navidad y recibían un nombre y la edad de ese niño para cumplirle le deseo. Lo que me contó me motivó a hacerlo acá", cuenta la comerciante que reconoce que esa acción tan común para la monjita fue disparadora de un recuerdo, inocente e inspirador en Eli. Ella recordó -como si fuese hoy- aquella noche de Navidad, en la finca familiar, cuando ella era chiquita. "Cuando nos disponíamos a abrir los regalos con mis hermanos y había un vecinito de otra finca, le dije que fuese a su casa que seguro tenía una sorpresa del Niño Jesús y él me contestó que no sabía que podía haber estado haciendo mal porque nunca recibía nada. Eso me quedó para siempre y cuando entendí lo que pasaba, siempre quise resolverlo de algún modo. Me parece injusto que haya chicos a los que les falte ese mimo y que encima piensen que han hecho algo malo", detalla.


Ahora que habían pasado los años, que ella no se olvidaba y que una clienta le daba una idea posible de llevar a cabo, tenía que hacer algo. "Mandé un mensaje al grupo de padres de la escuela de mis hijos contando la iniciativa. No solo lo recibieron bien la idea sino que empezaron a viralizarla, al punto que empecé a recibir respuestas de todos lados y de personas que no sabía quienes eran pero que querían sumar su regalito y su cartita, además de compartir el momento con ese nuevo ahijado o ahijada. Pese a que completamos el cupo de chicos que teníamos previsto inicialmente, no quise desperdiciar la oportunidad y buscamos más destinatarios. Al final de la campaña, con mucha organización y ayuda de personas que hicieron las veces de coordinadoras entre los donantes y los niños, pudimos llegar a 2700 pequeñitos de comedores, escuelas, merenderos, clubes municipales de toda la provincia. Éramos tantos que recibíamos los regalos en el parque y luego armábamos las caravanas para llegar a cada uno de los destinatarios. Realmente fue una experiencia encantadora", explica Eli.


Esa movida fue a fines del 2015. A ningún niño le faltó su juguete, pero también el afecto y el mensaje de que era importante para los demás. Repitieron algunas veces más la iniciativa, pero ya no juntaron juguetes, sino ropa de abrigo, ayudadas por estaciones de servicio y grandes negocios que pusieron contenedores para recabar las donaciones que llevaban sus clientes. Y otra vez fue exitoso. De todos modos, si bien con cada iniciativa el corazón les quedaba más que agradecido y marcado por las caritas de felicidad, la tarea fue tan grande que muchas de las que cargaron con responsabilidades dejaron de lado sus trabajos y sus labores, lo que condicionó a seguir adelante. Entonces optaron por dividirse y que diferentes grupos continuaran la tarea solidaria, cada uno en localidades de cercanía y a menor escala.


Tenían una certeza: la semillita estaba sembrada y seguramente muchos seguirían el camino.


En el caso del grupo que encabeza Eli, aunque para ella, son todas iguales, lo integran personas que se conocían de la escuela, o que tenían amigas o parientes en común o que sus hijos eran compañeros de grado, o que eran colegas o compartían algún gusto o deporte. Ahora ellas eligieron un lugar puntual, Gran China, como destinataria de su ayuda y es donde siguen enviando sus donaciones, salvo que haya algún pedido puntual de otro punto del mapa de San Juan.


"Entregar tiempo y pensar en lo que les hace falta a los niños, más que nada, es como achicar desigualdades y hacerles por un momento su vida un poquito más liviana, eso regocija", coinciden las chicas. 

PARA ARMAR MOCHILAS Y ALGO MÁS

Lo que esta vez, este grupo de amigas -Mariela Monserrat, Jany (Alejandrina) Ventura, Silvia Suárez Corvalán, Emilia Mareca, Natalia Pallito, Lucrecia Garabello, Teresita Acosta, Noe Prior, Érica Ramos, Marcela Muñoz, Carolina Marino, Paula Pérez, Valle Pozo, Carla Díaz Dior, Susana Coll, Marisú Pagés y Eli Montilla- está juntando es útiles escolares de todo tipo: cuadernos, lapiceras, lápices y fibras de colores, sacapuntas y gomas, reglas y elementos de geometría, cartulinas. Desde ya que si alguien quiere o puede sumar libros de cuentos pero también libros de textos para cualquier grado, revistas y diarios, aparte de mochilas es más que bienvenido.


También se han propuesto juntar calzado y ropa, en primera instancia para niños y adolescentes (entonces no pueden faltar guardapolvos y pintorcitos para jardín). Pero por supuesto que también reciben todo tipo de prendas para adultos de todas las edades. Aclaran que no importa el estado en que esté lo que les donen. 


"Si bien hay necesidades puntuales y urgentes al comienzo de cada año escolar, en el lugar y sus alrededores porque hasta allí también llegan las donaciones, siempre es bienvenida la ropa y el calzado. Y no importa en el estado en que venga esas donaciones porque más allá de que nosotras podemos ocuparnos de lavarlas y plancharlas, si algo no viene en condiciones, tiene una rotura, las mismas mujeres lo arreglan, lo cosen, lo dejan en el mejor estado como si fuesen prendas nuevas. Esta actitud nosotras la valoramos muchísimo porque no es que están esperando ayuda de brazos cruzados. Las mujeres del lugar son tan activas y tan comprometidas que suman la contraparte para que lo que cada niño reciba sea lo más lindo, entonces se esmeran por remendar y hermosear para que quede flamante, lo que a la vez, les da orgullo a ellas", cuenta Eli, convencida que el trabajo compartido es la mejor enseñanza para todos los involucrados.


Aquellas personas o empresas interesadas en sumarse con donaciones puede acercarlas por los locales de Alma (ubicado en Avenida Paula Albarracín de Sarmiento 120 sur, esquina San Rafael, frente al Club Banco Hispano), Trigal (en el Hiper Libertad y Patio Alvear) y las sucursales de las Jugueterías Rodney que están en Avenida Libertador casi Salta, Laprida esquina Entre Ríos y en la calle Scalabrini Ortiz, frente al Hiper Libertad.


Es más, quien no pueda movilizarse o no tenga cómo trasladar sus donaciones, entre otras razones válidas pero no por eso imposibilitantes de concretar un gesto solidario, las mujeres se ofrecen a pasar a buscar y retirar lo que quieran regalar con destino a los chicos de la Gran China. Para eso, solo basta enviar un mensaje al 264-454972 (Silvia) para ponerse de acuerdo con la entrega.


Otra ayuda que piden las amigas solidarias es que si algún particular que viva en Jáchal pero que viaje asiduamente a la ciudad o al revés esté radicado en San Juan pero se traslade hasta ese departamento o empresa que tenga relación comercial con ese departamento, que pueda colaborar con los traslados de los paquetes, va a simplificarles la llegada de los elementos útiles a quienes más lo necesitan.

* Gran China que no es China


Comparten el nombre pero no hay punto de relación. Es más la denominación que tienen en común deja a una distancia abismal la localidad jachallera del país asiático. Esta es una zona rural, a casi 20 kilómetros al norte de la villa cabecera del departamento. Es un lugar que vive fundamentalmente de la agricultura y que no goza como su homónima de adelantos tecnológicos. En el distrito de Jáchal hay algunas conexiones a Internet pero no wi-fi por ejemplo, por lo tanto las comunicaciones son muy complejas, según cuenta Daniela Mallea, la persona que hace de nexo entre los lugareños y quienes llevan las donaciones. Ella vive ahí, está vinculada con la unión vecinal y trabaja en la parroquia, en un movimiento que se llama "Servidores de San José", por ende tiene mucho contacto con las familias y conoce la realidad que se vive.


"Hacemos tarea social en todos los ámbitos porque acá es muy necesario, tenemos demasiadas carencias. Por eso es bienvenida la ayuda de este grupo de amigas que tanto nos apoya a quienes decidimos quedarnos acá, pese a no tener un buen sistema de salud, a que los chicos que van a la escuela Alejandro Fleming tienen que atravesar largas distancias caminando, pasar por calles de tierra y fincas. Aquí se vive de lo que hay porque no hay trabajo pero si mucha voluntad", cuenta Daniela, quien con otras de sus pares, empezaron a amasar pan casero y tortitas para vender entre todas, también incentivó a hacer un taller de cerámica para hacer artesanías para los turistas. Ahora necesitan cómo armar un horno para cocer las piezas.