Las intensas olas de calor provocan disminución tanto de la producción como de calidad de la uva.


El enemigo del vino que nadie vio. Fuerte pero real, muy real. Una encuesta mundial revela una dramática preocupación en el mundo del vino. El cambio climático es el cuco real que se vive y no se vislumbran cambios. Hay que pasar del lamento, del hablar al ponerse hacer. Ya se agotó el tiempo. ProWein es la feria líder mundial de vinos y licores que se realiza cada año en Düsseldorf, Alemania. 


Una excelente nota del portal Tecnovino que ha circulado por el mundo en estos días, revela que ProWein ha puesto el punto de mira en el cambio climático. La Escuela Superior de Geisenheim Mitte se encargó de entrevistar a través de una encuesta donde el 73% de los entrevistados prevén repercusiones concretas del cambio climático en su empresa. Otro de los aspectos destacados sobre cómo se va a afrontar es que los productores de vino apuestan por variedades de uva adaptadas al clima y nuevos procedimientos enológicos. Y sobre el consumidor, se aprecia una apuesta por vinos ligeros y más frescos, precisamente en el sentido contrario a los efectos de la evolución climática.


Los resultados de la encuesta surgieron de entrevistar en 2019, a 1700 expertos de la industria del vino de 45 países. 


A corto plazo, la industria del vino internacional afronta los retos que plantean la política sanitaria, la situación económica global y las crecientes barreras comerciales. 


Los más afectados tanto hasta la fecha como en el futuro, son y serán los productores de uvas y de vino. A menudo, disponen de posibilidades muy limitadas para evitar sus efectos, dado que, en la mayoría de los casos, se encuentran ligados a sus viñedos. Los cambios en la práctica vitícola, la gestión de la cosecha y los procedimientos enológicos, así como el uso de sistemas de riego permite mitigar las repercusiones del cambio climático en las viñas y el vino.


Para el futuro se prevé una gran demanda de nuevas variedades de uva con una mayor tolerancia frente al calor y la escasez de agua. Más allá de estas medidas de adaptación en las zonas vitivinícolas existentes, el cultivo de la vid se trasladará en creciente medida a zonas de cultivo más frescas a mayor altitud o distancia del ecuador.


Los efectos del cambio climático en la viticultura se propagan a lo largo de toda la cadena de creación de valor a todos los actores de la industria del vino. Las empresas situadas al principio y en el centro de la cadena de creación de valor han absorbido la mayor parte de los efectos. Sin embargo, en el futuro, las repercusiones se manifestarán, en mayor medida, en el comercio y los consumidores. Junto a los productores, las grandes bodegas embotelladoras, como compradoras de uvas y vino a granel, y los exportadores, como intermediarios entre mercados internacionales, se ven más afectados por los riesgos que conlleva el aumento de la variabilidad de los precios, las cantidades y la calidad del vino.


Las empresas reaccionarán al creciente riesgo reforzando la cooperación con los productores y desviándose a otros productores y procedencias. Varias empresas de vinos ya han tomado importantes decisiones comerciales sobre la base de los riesgos y las oportunidades relacionados con el clima en función de su altitud, latitud y/o el acceso a los recursos hídricos.


Además de reducir el consumo de agua es necesario disminuir la demanda de energía y, en consecuencia, la huella de carbono generada en la producción y la venta del vino.


Adicionalmente, existe el gran reto de convencer también a los consumidores del vino sostenible. En este ámbito, unos estándares sectoriales uniformes, combinados con amplias campañas de información y convencimiento, pueden representar una posible solución.


Todas las empresas deberían tener un programa de reducción de carbono (CO2), pero la palabra clave es "actuar juntos" y las bodegas deberían dar ejemplo.


Por una parte, las expectativas económicas del sector se han ido oscureciendo en el contexto de los desafíos coyunturales y las barreras comerciales.

La sanidad de los viñedos es regular a mala en medida por el cambio climático.


Por otra parte, los fuertes descensos de los productores son síntomas de las repercusiones económicas por la gran volatilidad de las cantidades de uva cosechadas, causada por los factores climáticos y, en consecuencia, de los precios.


Es necesario un replanteamiento rápido y audaz. Cada industria y cada país está obligada a tenerlo en cuenta. Sin embargo, son en particular la industria del vino y el sector de bebidas alcohólicas los que tienen la posibilidad de posicionarse como precursores. Con ello no solo se trata de ejercer exclusivamente de modelos sino también de mantener sus propios intereses, así como el éxito económico futuro. Las materias primas más importantes de la tierra serán el agua limpia y la energía sostenible. De esto depende especialmente la viticultura.


A corto plazo, las empresas consideran los efectos de la restrictiva política sanitaria con el aumento, en parte importante, del tipo de impuestos y los precios mínimos del vino y del alcohol como el mayor reto para la industria del vino.


El empeoramiento de la situación económica global y las crecientes barreras comerciales se califican como el segundo reto más importante. Los efectos de un Brexit sin acuerdo, así como la competencia de otras bebidas alcohólicas y la venta desregulada del cannabis se consideran como comparativamente reducidos.

Los viticultores ven una mayor demanda de variedades de uva adaptadas al clima

> Afecta más a los viñateros

  • El cambio climático representa a corto plazo el tercer reto más fuerte para el sector. 
  • Nueve de cada diez productores de vino ya han sufrido los efectos del cambio climático mientras, entre los comercios, solo eran seis de cada diez.
  • Los productores de vino más afectados suelen tener menores posibilidades de evitar los efectos del cambio climático por estar ligados económicamente a sus tierras de propiedad.
  • En los últimos cinco años, más de la mitad de los productores de uva tuvieron unos rendimientos reducidos debido a heladas tardías, lluvias intensas, granizo o estrés de las uvas por sequía. 
  • La volatilidad de las cantidades de uva cosechadas se ha incrementado fuertemente; al mismo tiempo, esta volatilidad ha producido fuertes fluctuaciones de los precios en el mercado de uvas y vino a granel.
  • La regulación del rendimiento existente solo permite compensar de manera limitada la merma de la cosecha a través de mayores cosechas posteriores. *Prácticamente uno de cada dos productores de uva ya ha tenido que cambiar sus procesos empresariales debido a los tiempos de cosecha más cortos y crear mayores capacidades de recepción. 
  • Las características sensoriales de los vinos se han ido modificando.
  • La mitad de las bodegas de mayor tamaño y las grandes bodegas que adquieren uvas y vino a granel de varios productores ya han tenido que aplicar nuevos procedimientos enológicos para mitigar los efectos que tienen las uvas y el vino modificados por las condiciones climáticas.
  • La variabilidad de las cantidades de uva cosechadas y la calidad de los vinos incrementa, por una parte, la volatilidad de los precios y, por otra parte, el riesgo a nivel de la disponibilidad del vino.
  • En caso de pérdidas en la cosecha, los viticultores se benefician apenas de los aumentos de precios, y las grandes bodegas se ven confrontadas con el problema de adquirir suficientes uvas y vino a granel para cubrir las cantidades prometidas al comercio alimentario. En años con una oferta excesiva a nivel mundial se produce una caída de los precios, dado que la demanda mundial de vino se mantiene constante y solo una reducida cantidad de vino es apto para la conservación a largo plazo.
  • Con el fin de asegurar la adquisición de mercancía y reducir el riesgo, las grandes bodegas compradoras, los exportadores y el comercio, pueden reforzar su cooperación o pasar a otros proveedores.
  • A lo largo de los últimos 5 años hubo ganadores (23 %) y perdedores (35 %) económicos debido al cambio climático. 
  • Para los próximos diez años se prevé una reducción fuerte o muy fuerte de la rentabilidad.
  • El descenso de la rentabilidad impide más inversiones.
  • Los viticultores ven una mayor demanda de variedades de uva adaptadas al clima.
  • Para el futuro, los productores de uvas prevén un fuerte aumento del uso de variedades de uva más apropiadas para el clima. Uno de cada tres productores prevé esta necesidad hasta el año 2030.
  • Para los próximos diez años se prevé que continúe el cambio de las características sensoriales del vino. 
  • Para el futuro, sobre todo los comercios y los exportadores prevén un fuerte aumento de la volatilidad de los precios y la disponibilidad del vino que, hasta la fecha, era compensada, en parte, por las grandes bodegas. 
  • Más del 40% de los comercios prevén pasar, en el futuro, a otros proveedores o países de procedencia si sus proveedores habituales se ven influidos por el cambio climático. Esto aumentará la presión económica para los productores de uvas y vino que disponen de netamente menos posibilidades de evitar estos efectos.
  • En veranos calientes se reduce el consumo de vino y desciende la demanda de vinos tintos potentes. 
  •  El cambio climático lleva a la producción de vinos más potentes con un mayor grado de alcohol, a la vez que induce a los consumidores a pedir, en creciente medida, vinos más ligeros y frescos.
  • Las estrategias de adaptación aplicadas se han concentrado en el ámbito de la viticultura y cambios en la gestión de la cosecha. También se introdujeron sistemas de riego, aunque estos fracasan a menudo debido a su elevado coste y a la disponibilidad limitada del agua. 
  • El próximo paso será reforzar las medidas enológicas en la bodega y pasar a otras variedades de uvas o pies.
  • Las adaptaciones a nivel de la viticultura y la enología también exigirán, en el futuro, una flexibilización de la reglamentación legal existente.
  • En el futuro será necesario reducir la demanda de agua y energía.
  • El 40% de los actores prevén que las repercusiones económicas negativas del cambio climático influirán en la demanda de vino.