Hace unos días una conversación giró en torno a la competitividad de la producción agroalimentaria sanjuanina y la necesidad de fomentar el aumento de la productividad como medio de respuesta a la creciente demanda en el mercado nacional e internacional.


Para hablar de productividad debemos hacerlo primero de agregado de valor, es decir, la suma de aquellas acciones productivas que hacen a un producto más deseable, o satisfacen de una manera mejor o más económica una necesidad frente a sus competidores y es aquí donde muchas veces las sociedades del conocimiento ganan las batallas.


La actividad productiva agroindustrial ya no comienza en el campo o la finca. Hoy, se inicia en los procesos de investigación y desarrollo y la innovación en nuevas tecnologías para el resto del proceso; es decir, recién comienza aquí comienza la agricultura o ganadería, la transformación industrial y luego la distribución y comercialización. Eso sí, generando retro alimentación del mercado al elaborador.


De entender la calidad como un continuo proceso de mejora se trata hoy la base del éxito competitivo. Calidad es la suma de características y propiedades de un producto o servicio que permiten satisfacer las exigencias de los clientes.


Por ello la calidad es la base de la productividad y el aumento de la productividad se debe principalmente a la inversión en bienes de capital, que promueven y facilitan el salto tecnológico para lograr mejor calidad y economía de escala. Pero la radicación de inversiones y los aumentos de productividad no solo están basados en las ventajas comparativas, derivadas de los recursos naturales y del clima. A través de estos dos factores las ventajas comparativas se transforman en competitivas cuando una sociedad apuesta a ello.



RETENCIONES VERSUS INNOVACIÓN

Por ejemplo la semana pasada observamos como la restitución de las retenciones o impuestos a la pasa de uva, ya no advaloren o porcentuales sino específicas $4 por cada U$S generado exportando, restan competitividad en precios a nivel internacional.


En el 2018 a una semana de haber devaluado la moneda, haciendo los precios argentinos relativamente más económicos en U$S frente a otras naciones competidoras, el gobierno nacional retomó la política de castigar al sector exportador con el regreso de las retenciones, esta vez expresadas en $4 por cada U$S obtenido de las ventas externas.


Según los exportadores el impacto efectivo ronda el 12% del valor FOB. Es que por cada dólar liquidado por el exportador, por ejemplo supongamos a $38,5, recibe $34,5.


Diferenciarse

¿Será entonces el agregado de valor la salida o escape a los cambios permanentes de las reglas de juego nacional?. Seguro que sí. Fraccionando, investigando y anticipando las tendencias nutra-céuticas en el consumo de los alimentos, certificando para garantizar la calidad e inocuidad alimentaria o bien la producción orgánica y diferenciando por la calidad anclada al origen geográfico parecen marcar las salidas.


El párrafo anterior suena bien. Pero la realidad marca las urgencias. Las regiones y países con condiciones naturales beneficiosas para la explotación de agroalimentos, tendrán un lugar destacado y diferenciado en la estructura global de la producción; si saben comportarse del lado del mostrador correspondiente.


En mi humilde opinión, la capacitación tecnológica y la integración del sistema educativo con las características de la producción son esenciales para mejorar en forma permanente la calidad del producto y la capacidad de innovar en forma continuada, que es una condición esencial para mantener competitividad.


La calificación de los recursos humanos asegura el desenvolvimiento futuro de la tecnología y atenúa el peso financiero de su importación. Educación y trabajo hoy son inseparables.


Para ello deben promoverse la seguridad política y jurídica óptima así como la libertad de expresión donde las ideas puedan ser escuchadas, las críticas constructivas puedan conocerse y debatirse; generando así las condiciones económicas, sociales y culturales para la generación de tecnologías, es decir, conocimientos técnicos, científicamente ordenados que nos permitan diseñar, crear bienes y servicios y faciliten la adaptación al medio ambiente para satisfacer tanto las necesidades esenciales como los deseos de la humanidad.


En consecuencia son claves de este proceso los valores humanos como la honestidad intelectual, el autoconocimiento social y empresarial la creatividad, el heroísmo y el amor por los demás.


Entonces le dejo esta pregunta para pensar: ¿qué parte no no entendemos usted y yo, de ser competitivos a nivel mundial?


¡Para pensarlo! ¿O no?