La crisis del ajo argentino finalmente parecería llevar a la desaparición a una gran cantidad de productores medianos y pequeños.
Los créditos subsidiados no son una solución para los chacareros que enterraron unos U$S 14.000 por hectárea -trabajando ellos-, y que, con suerte, recuperaron alrededor del 40% de lo invertido, según cada caso.
Si bien se logró mejorar el precio final, que osciló en los U$S 0,50 el kilogramo -mejor de los U$S 0,35 por kilogramo que promocionaban los lobistas mendocinos-, lo cierto es que el quebranto fue contundente para las 1.700 hectáreas plantadas en San Juan la campaña anterior, lejos de las 2.800 hectáreas históricas.
Las causas fueron los mercados internacionales bien abastecidos por China a mejores precios de una Argentina con un tipo de cambio deteriorado y los costos de producción en ascenso que dejaron sin margen de negociación a nuestro país, en medio de una crisis recesiva en Europa, principal mercado del ajo blanco sanjuanino. La crisis hídrica además provocó un impacto en los rindes por hectárea.
Tras esta realidad, se inicia una nueva temporada en la que mientras los productores sobrevivientes desgranan ajos para sembrar, en principio, una menor superficie a la de la campaña anterior, las cuentas no cierran para sembrar lo mismo del año pasado y en Calingasta por ejemplo, donde el año pasado se cultivaron unas 550 hectáreas de ajo, en esta campaña se plantarían unas 420 hectáreas, es decir, un poco más del 20% de reducción en superficie. ¿Se trasladará esto al Valle del Tulum?
Se sabe que ya varios productores han solicitado el apoyo financiero a los empacadores de Mendoza, provincia que el año pasado plantó un 35% más de superficie y compra aproximadamente el 70% de los bulbos sanjuaninos para mejorar calidad y romaneo de exportación.
Si bien el precio obtenido fue de U$S 0,50 por kilogramo pagado al productor, debe considerarse que éste se fija como precio de los ajos calibres 6, 7 y 8. El bulbo calibre 5 tiene un valor "industrial", que este año para algunos productores, según se supo, fue de $ 0,50 el kilogramo.
Inflación de costos
Es imposible olvidar en este análisis el aumento en los costos de producción, problema que ya se transformó en un cuello de botella de difícil solución, con un tipo de cambio deteriorado y frente a la devaluación de las monedas, tanto en países competidores como consumidores.
*Por ejemplo el precio del gasoil, si lo consigue, aumentó un 49% durante el 2011.
*Un flete interno al puerto de Buenos Aires de un contenedor de 40 pies se fue de U$S 1.800 a 4.000.
* En el caso de los insumos, la inflación fue del orden del 40% en algunos productos y para esta campaña se suma la dificultad de conseguirlos a consecuencia a las declaraciones anticipadas de importación.
*En mano de obra ya no se trata de pagar lo que marca la ley, sino en realidad lo que el obrero quiera cobrar para trabajar.
Nueva siembra
En este contexto, la mala la situación del productor y el exportador de ajos seguramente replantará el número de hectáreas sembradas de cara a la nueva campaña exportadora que se inicia: 2012-2013.
Desde el Gobierno además se anunció el otorgamiento de préstamos subsidiados para quienes planten ajo y una ayuda posterior. Pero los mismos, según han entendido los propios productores, no son para siembra, sino para quienes ya sembraron.
Además los mismos son con garantías y deben presentar el Registro Único de Productor Agropecuario -RUPA-, que en algunos casos se plantea como impedimento para el pequeño productor que no tiene en orden la tenencia de la tierra.
En este contexto, financiar al pequeño productor para conservar mejor su ajo con cajones de madera y dotar de cámaras frigoríficas puede servir para defender el precio de su oferta exportable y para ello necesita de capital. Cada cajón cosechero de 20 kilogramos cuesta de $ 18 a $ 20 y se necesitan alrededor de 900 por hectárea.
Cabe reflexionar finalmente lo que señalaba en enero pasado el ingeniero José Luis Burba, del INTA la Consulta: "El INTA ya dispone de tecnología para conservar ajos (como si recién estuviesen cosechados), hasta un año luego de la cosecha, combinando variedades, dosis de antibrotantes y conservación frigorífica.
Creemos en el trabajo conjunto, sostenido en el tiempo, comprendiendo y defendiendo el negocio del ajo como un todo, aminorando las asimetrías, resolviendo los conflictos, adquiriendo experiencia en la planificación y aplicando acciones bien estudiadas".

