Daniel "Nito" Quiroga pisó por primera vez una cancha de vóley a los 14 años. Venía de una familia que si bien no tenía -hasta ese momento- figuras en equipos, si incentivaba la práctica de un deporte como algo esencial para la vida. En su caso y en el de dos de sus cuatro hermanos, el ejercicio físico pasaba principalmente por el básquet (su papá jugaba en Inca Huasi y los llevó a él, a Carlos y a Raúl), pero también supieron probar con el rugby y por último el vóley, un deporte que no los obnubiló hasta que llegaron los viajes y con ellos los partidos por todo el país. De todos modos, viviendo en el Barrio Inta -a poco más de una cuadra del Club Obra Sanitarias, cuna de este deporte de red y pelota- fue lógico que la balanza se inclinara por esta práctica en la cuál los Quiroga -Nito y Raúl- dejaron su marca en el mundo y la convirtieron en una profesión.

Los hijos de Nito, en cambio, entraron de pequeños al mundo del vóley. No es ni siquiera exagerado decir que con su esposa Mabel, los llevaban en moisés a la cancha. La mejor prueba de ello es que el vóley es una parte más del ADN Quiroga.

"A mí no me extraña para nada que mis cuatro hijos se dediquen al vóley, para nada. Creo que es algo natural: en mi casa todo es vóley. Se miran partidos, se habla de vóley, se buscan artículos por Internet. Crecieron con el vóley como un juego más. Recuerdo que Rodrigo (23) tenía poco más de un año cuando nos fuimos a Italia, dónde yo empecé como técnico. El en su media lengua decía que iba a jugar al vóley, pero en Italia, aclaraba. Y lo que es la vida, se le dio hace cuatro años que está allí en uno de los equipos más grandes y además es el capitán de la selección Argentina. Gonzalo (17), mi segundo hijo, también está en la selección en la categoría menores y este año fue elegido mejor jugador en el Sudamericano. Guadalupe (15) probó en la preselección y Tomás también practica vóley en Obras aunque yo le digo que se haga mejor tenista porque va a ganar más plata, pero él insiste con lo mismo", dice con tanto orgullo que parece más alto de lo que es.

Si bien comparte los logros, medallas y conquistas deportivas a cada paso de sus hijos, también tiene en claro el esquema que supieron transmitirles sus padres: "muy bien todo con el deporte pero hay que estudiar para ser alguien". De hecho, Nito le dice permanentemente que este deporte tiene un ciclo acotado por eso hay que prepararse para poder vivir de algo más allá de la cancha. Su experiencia le sirve: él es Ingeniero Civil.

"Aunque me he dedicado en mis mejores años al vóley, tanto como jugador o como técnico, inevitablemente todo lo hago con mis saberes de ingeniero. Uno no se puede desprender de lo que aprende y eso es para toda la vida. Con Rodrigo no pude, pero con Gonzalo lo incentivo mucho para que siga estudiando. Tan es así que ya tiene asegurada una beca en la UCLA (la Universidad de Los Angeles, en Estados Unidos) para el 2011 para estudiar y a la vez seguir practicando el deporte. Porque a mí me enorgullece verlos brillar en el vóley pero también quiero que se destaquen en la vida y sean felices, como cualquier otra persona", se sincera papá Quiroga.

Mientras tanto sus hijos aunque valoren y respeten la palabras y los consejos de los técnicos y entrenadores que los dirigen, saben que hay algo más importante. Después de cada partido llaman a San Juan para recibir la visión, el aplauso, el reproche y por qué no hasta un reto que no tiene parangón y es el del papá. Si él lo dice, por algo será.