Tiene en claro -como artista y como autoridad en la materia- que a su cargo está una de las principales colecciones de arte argentino. Sabe, además, que tiene en sus manos uno de los museos catalogados de los más modernos y tecnológicos del país. Por eso a diario, Virginia Agote -una porteña que pudo viajar por Latinoamérica y capacitarse en Nueva York, pero que la profesión y el amor terminaron por convertirla en local- busca como directora del Museo Provincial de Bellas Artes Franklin Rawson, renovar la propuesta con opciones fascinantes que incluyen desde la muestra sobre Mafalda y Quino, pasando por León Ferrari, Da Vinci, Picasso y Dalí, Picasso, el afamado sanjuanino Mario Perez o Franklin Rawson, sólo por citar algunos de los artistas que se expusieron en lo últimos tiempos en el espacio cultural más promisorio de San Juan.

Ella está empeñada en satisfacer los gustos de los públicos más variados, en darle un lugar a nuevos talentos de la provincia, en abrir cabezas acercando a los más grandes de las artes visuales de las más remotas geografías, en sorprender a grandes y chicos. Pero a su vez, aspira llegar a aquellos que aún hoy piensan que un museo es aburrido o sólo un lugar para entendidos. De hecho, no escatima esfuerzos para no sólo armar exposiciones sino también -apoyada por un presupuesto, una decisión política y por qué no, quizás algo tan vital como el resto, un equipo de especialistas- atraer con actividades alternativas y hasta sacar el museo a las escuelas y los departamentos alejados, su último proyecto en carpeta.

En esta nota, Agote, cuenta algunos de sus retos cotidianos y adelanta sobre la obra que llegará a la provincia para el deleite de todos.

-El tener un edificio propio, ¿fue el despliegue del museo?

-Totalmente. Era la materia pendiente de un museo que tiene 76 años de historia y que paradójicamente nació de la mano de una visionaria y pujante comisión fundadora, sin sede propia y sin colección de arte en 1936. Pasaron muchas cosas desde ese entonces, como el sueño y el proyecto de edificarlo en 1942 cerca de la Facultad de Ingeniería pero que el terremoto destruyó, el quedarse sin fondos, también varios domicilios alquilados para hacer exposiciones, la disolución en 1955 de la comisión y el posterior resurgimiento que fue un apoyo muy importante; el pase de la gestión a la Dirección de Cultura de la provincia, el deterioro de las pinturas que se iban adquiriendo, hasta el robo de un Pettorutti, la desidia, el abandono y una colección que se decidió embalar hasta tener un sitio definitivo, entre otras tantas cosas más que sucedieron con un museo que compartía espacio con otros dos sobre la Avenida Rawson. Hasta que se tomaron las riendas y se optó por poner todo esto en valor ya que los sanjuaninos nos merecíamos un lugar digno para dar respuesta al interés cultural creciendo propios y ajenos, como los turistas y para albergar una colección que es una de las principales del arte argentino que tiene el país. De hecho, el proyecto original de museo que se hizo, nos quedó chico y finalmente se terminó duplicando su tamaño para poder contemplar todas las necesidades. El nuevo museo es fabuloso.

-Después de funcionar dos años sobre la Avenida Libertador, ¿sigue siendo el museo más moderno del país?

-Es muy difícil determinar cuál es el más y el menos. Pero está, sin dudas, entre el grupo de los privilegiados por ser de los más modernos del país en cuanto a tecnología, al sistema de protección de incendios (nosotros y sólo una de las salas del Museo Nacional de Bellas Artes contamos con un sistema especial en todo el país) y otras especificaciones técnicas de vanguardia para la conservación del material. A eso se suma el tipo de salas, el diseño de las mismas, los depósitos, la posibilidad que un camión puede acceder hasta el interior para bajar las obras que se van a exponer. Cada detalle fue pensado en función de un objetivo ligado a nuestra misión cultural y a las necesidades que hoy por hoy se tienen: por ejemplo, nosotros tenemos espacio para talleres y hasta un auditorio con una acústica impecable.

-Da la sensación que en los últimos tiempos tuvo una explosión la propuesta ya que llegaron obras artísticas que hasta ahora no habían tenido como destino a San Juan. ¿El sanjuanino se apropió del museo?

-En verdad, el museo es un desafío diario. Cuando yo empecé como directora en el 2007, me propuse hasta tener un lugar propio, convertir en centro cultural al Amadeo Conte Grand (sobre calle San Luis y Las Heras). Y lo hicimos con mucho esfuerzo. Eso fue clave para el museo de Bellas Artes que hoy tenemos, apenas cruzando dos calles literalmente hablando. Fue lo que nos permite ser un museo activo, porque allí, pudimos hacer muestra, hacer talleres, propuestas para chicos, empezar a posicionarnos a nivel nacional e inclusive internacional. Así llegaron muestras importantísimas en su momento como la de Dalí, la del irlandés Francis Bacon, entre muchísimas más como la de Mafalda o actualmente la de Da Vinci. Ahora en el museo nuevo le pudimos dar continuidad e inclusive interactuar entre ambos espacios.

Ahora el desafío es doble o triple. Porque tenemos un edificio impactante que nos permite traer obras de altísima calidad, donde el límite es el presupuesto, el sueño o la gestión. El espacio está disponible. Pero a eso se le suma el reto de buscar un equilibrio no solamente para inaugurar varias muestras juntas a lo largo del año, sino además ofrecer otras posibilidades de aprendizaje, de visión, de impresión de la gente que viene a ver las obras, con actividades, charlas, conferencias de lo más diversas sobre esas obras. La idea es elegir obras de excelente calidad pero que resulten interesantes para todos los públicos, a su vez, dar la posibilidad al sanjuanino de tener en casa esa muestra de renombre y nivel internacional sin tener que viajar miles de kilómetros para verla en Europa. Por otro lado, nos interesa la investigación de los artistas locales que no han sido lo debidamente reconocidos por la documentación de la historia del arte no sólo para mostrar su obra, sino además para hacer su catálogo y un trabajo editorial y así poder posicionarlos en museos y bibliotecas del país. Ya lo hicimos con Bibí Zogbe y con Franklin Rawson, un exquisito artista del siglo XIX, contemporáneo con Prilidiano Pueyrredón pero que no tuvo tanta trascendencia. Es nuestra obligación como institución estudiarlos, conocerlos y difundirlos en cuanto sus aportes y legados para la cultura argentina, pero a su vez, es nuestro deber como sanjuaninos. Nos hemos propuesto hacer una investigación grande al año y que tenga continuidad en el tiempo.

También merecen nuestra atención los artistas locales, tanto los que ya tienen su experiencia como los jóvenes talentos, para quienes tenemos una sala permanente de exposición. Nos parece importantísimo que tengan su lugar y todo el apoyo.

Mi prioridad es buscar un equilibrio que contemple el altísimo nivel internacional y nacional pero también dar respuesta a todos los gustos y a todos los artistas, los sanjuaninos, los que recién comienzan, los de trayectoria, las investigaciones, dar lugar a las diferentes técnicas, mostrar pintura pero también escultura, instalaciones, fotografía, video-arte. Hay muchas disciplinas y muchos intereses. Hay que tener en cuenta que este es el único museo de arte de San Juan por eso hay que darle lugar a una amplitud de propuestas.

-¿Cómo se hace para lograr ese equilibrio?

-A diferencia de Buenos Aires que hay museo de Arte Decorativo, de Arte Oriental, de Arte Contemporáneo, de los Niños, el nuestro es el único, lo que nos obliga a trabajar para lograr que cada persona que venga se lleve algo. Para eso hay que ofrecer diversidad. Entonces estudiamos en forma permanente para poder cumplir con los intereses y gustos de nuestro público. Queremos ser un lugar de encuentro.

-¿Y eso se logra?

-El sanjuanino se apropió del museo. A veces siento que nos superan las expectativas, la participación de la gente y las respuestas frente a las actividades. Por ejemplo, trabajamos muchísimo con los niños y las escuelas porque creemos que es la clave para generar un vínculo permanente y para romper viejos tabúes sobre que los museos son aburridos o que son lugares donde no cualquiera puede dar su opinión. Eso el museo lo está revirtiendo, convirtiéndose de a poco en un espacio dinámico y de intercambio, no un espacio sólo para entendidos. Nosotros no invitamos a ser espectador, sino a participar, a ser protagonista.

-¿Qué falta para lograrlo?

-Este año lograremos tener el café y la biblioteca habilitados. Creo que son dos logros que están marchando y son dos espacios claves para que la comunidad termine de apropiarse del museo. El café es llamador, al igual que la tienda, donde se consiguen objetos de diseñadores locales y libros de arte. La gente ya está viniendo con mucha afluencia a comprar, ya lo tiene incorporado.

Si a eso le sumamos la biblioteca que está súper actualizada con material completo sobre artes visuales pero también sobre las distintas ramas de la cultura, como ser teatro, danza, entre otras. Además habrá un rincón de libros para chicos. Con esto vamos a tener el circuito completo y la gente podrá venir a leer, a estudiar, a tomarse un café, ver una proyección en la sala, a recorrer las muestras durante toda una tarde y en un ambiente agradable y acogedor. No hay fecha exacta pero la idea es lanzarlo en marzo-abril.

Además estamos trabajando en un programa educativo más abarcador. Puntualmente estamos armando una muestra de la colección para que pueda itinerar por los municipios, especialmente los más alejados, donde la gente no tiene la frecuencia de venir a la Capital y menos a un museo. Vamos a ofrecerle una exposición y también talleres.

Creo que vamos a lograrlo. Es parte del desafío. Pensar en un museo de este tipo en San Juan me hace sentir orgullosa no sólo por tenerlo, sino porque hay una comunidad ávida que consume y nos exige cada vez más. Eso es bárbaro y para eso estamos.

-¿Qué obras se van a poder ver este año?

-Tenemos programadas varias propuestas interesantes. La muestra de Franklin Rawson va a seguir un tiempo más pero como joyita para que la gente vaya agendando tendremos en nuestras salas, obras de Carlos Alonso (uno de los maestros de la pintura contemporánea argentina, más completos y apasionados), del multifacético Xul Solar (pintor, escultor, escritor e inventor de idiomas imaginarios, conocedor de astrología, ciencias ocultas y mitologías, ciencias que le dieron material suficiente para su obra surrealista), del sanjuanino Miguel Burgoa Videla (que nació en 1888, estudió en Europa, donde obtuvo varios premios que estimularon su carrera artística), además de Blas Castagna (un porteño que luego de estudiar dentro y fuera del país, llegó a la provincia en la década del ’70 para ejercer como docente en el Departamento de Artes Plásticas de la UNSJ). Volverá el Festival de la Luz, el principal festival de la fotografía artística a nivel internacional y una muestra contemporánea de video-arte internacional, entre otros. Y por supuesto que las puertas del museo están abiertas para quien quiera mostrarse.