Debe su notoriedad a haber sido el
técnico inglés que entre 1914 y
1915 transportó e instaló equipamiento
destinado al distrito
minero El Salado, en la cordillera
iglesiana. Una hazaña para la época que
colocó a Charles Sowter en las páginas de la
historia minera sanjuanina. De hecho y sólo
para transportar esa maquinaria, “armó el tractor
Fordson de 120 HP con llantas metálicas
en la estación de ferrocarril de la capital sanjuanina
y lo puso al frente de una especie de
tren cuyos vagones metálicos también habían
sido armados por él; de esta manera y en dos
viajes de 30 días, transportó lentamente los
equipos hasta las minas”, detalla la investigadora
Mabel Benavídez de Albar Díaz, en su
libro “Oro y Plata en San Juan”.
En cierto modo puede decirse que ese fue el
inicio del prolífi co legado de Sowter, una herencia
que alcanzó su máxima expresión con
el impulso que dio a la minería de las rocas
ornamentales y de aplicación. Luego de la
hazaña en El Salado que funcionó entre 1907
y 1917 bajo las fi rmas “The Argentine and
General Exploration Company” y “The San
Juan Mines” (en esta última trabajó Sowter),
Charles se instala en Media Agua con un almacén
de Ramos Generales. Posteriormente
conoce a Alfredo Wilkinson, con quien genera
una estrecha relación al punto de que lo
nombra administrador de actividades mineras
a iniciar en las serranías de Pie de Palo,
en San Martín.
Para Rosemary Sowter Lea, una de sus hijas,
fue la relación con Wilkinson la que introdujo
a su padre en el mundo minero. “A él le
gustaban las máquinas, era un curioso que de
una cosa hacía otra. Era también un espíritu
libre que gustaba de tomar sus propias decisiones,
por lo que la oportunidad de Wilkinson
le permitió ser su propio jefe por primera vez,
una cosa llevó a la otra y terminó vinculado a
la minería”, relató Rosemary. En los inicios,
1930, la dupla se inició con trabajos en canteras
para la producción de defensas por las
continuas crecientes del Rio San Juan. Luego
llegaría la venta de piedra caliza a Buenos
Aires, para la fabricación de cal en hornos
ubicados en plena Capital Federal. Entre la
cartera de clientes estaba uno muy importante,
IGGAM SA.
El azar dio lugar a la oportunidad, porque
fue de la relación con esta empresa con que
Sowter vislumbra un gran negocio en el rubro.
Según una recopilación de datos de la
historia familiar proporcionada por Roderick
Sowter, el hijo mayor y único hijo varón del
técnico inglés, aquí surge la anécdota que signifi
có el despegue comercial: “Un día la fi rma
IGGAM envió a un representante quien venía
con unas muestras de piedra mucho más
clara de lo que habitualmente se les enviaba.
Sowter creyó que se trataba de un reclamo,
por lo que empezó a expresar una suerte
de justificativos como que era una veta que
abundaba y que era difícil de separar. El enviado lo interrumpió y le dijo que no se preocupara,
que lo habían probado como mármol
y que triturado les dio un excelente resultado
para hacer mosaico granítico”, relata Roderick
en el documento. El mineral resultó ser
el famoso mármol Cipollino, materia prima
emblema de la empresa que Charles Sowter
formó después y tras la muerte de Wilkinson
en 1939. Un par de años antes (1937), Sowter
se había casado con Christine Lea, una dama
inglesa que llegó a San Juan como institutriz
de la familia Beat, otra familia inglesa asentada
en Angaco sur. La explotación de mármol
cipollino puso a San Juan en la escena comercial
de la época. Se trataba de un producto de
excelente calidad que era vendido casi en su
totalidad a Buenos Aires, provincia a la que
llegaba gracias al ferrocarril. “Era tal la demanda
que la planta –que estaba ubicada en
San Martín- llegó a trabajar con tres turnos,
se llegó a tener 100 obreros trabajando, luego
se compraron camiones para agilizar los procesos”,
aportó Rosemary.
Volver a empezar
Años después, la desolación desplazaría a los
tiempos de bonanza con la irrupción del terremoto
del ’44. La casa familiar quedó destruida
y también parte del galpón en el que se efectuaba
la molienda. Como muchos sanjuaninos,
la familia (con tres hijos en ese entonces),
dormía afuera. Para paliar la situación Sowter
hizo algunos fl etes a Mendoza, entre ellos el
traslado de la Joyería Grossi. Luego recibió un
préstamo que la Nación otorgó a los damnifi –
cados del terremoto y todo volvió a empezar.
De ese resurgir nació “Canteras Puntilla Blanca”,
que existe en la actualidad y de la cual
todos los hijos son socios accionarios. La empresa,
comandada por Roderick cada vez que
su progenitor viajaba a Inglaterra, refl ejó en
cierta forma el espíritu de Charles Sowter, o
de Carlos Felipe, como se dejaba llamar luego
de tantos años en San Juan. En ella se aplicó la
innovación a través de tecnologías que resultaron
un salto cualitativo para la industria del
mármol de la época. Para las perforaciones se
adquirió un compresor marca Climax. Luego,
en 1963, se importó desde Italia la primera
máquina cortadora de mármol a disco diamantado
del país; con la que duplicó la demanda y
exigió la compra de seis máquinas más.
Hubo otras innovaciones, como la radio BLU
(banda lateral única) con la que se comunicaban
con las ofi cinas que luego abrieron en
Buenos Aires y tras el crecimiento de la empresa.
Charles Sowter falleció en 1979 a la edad de
89 años. En edad avanzada, a pesar de las recomendaciones
de sus hijos, siguió yendo a
las canteras. Para Rosemary, su hija, “si papá
buscaba un lugar en el mundo, creo que lo encontró
en San Juan”.