Aún cuando hace días la minería peruana fue noticia por una extensa huelga del sector, en este momento el país andino representa un atractivo especial para los inversores extranjeros.

Su disponibilidad geológica, puesta en el contexto de la cotización de los metales, más la seguridad jurídica que ostenta, hacen de Perú un verdadero imán para el desarrollo minero. Los números de la economía nacional lo dicen todo: sólo en los últimos tres años se pasó de 2.000 a 5.000 millones de dólares anuales en inversión, al tiempo que hay 398 minas en operación y otras 400 prospectos para los próximos años.

Según los datos del Ministerio de Energía y Minas de Perú (MEM), el buen momento que atraviesa el sector hace que se proyecte una inversión superior a los 40.000 millones de dólares, en futuros emprendimientos a desarrollar en zonas como Cuzco, Cajamarca, Moquegua, Tacna, Ica, Lima, Arequipa, Junín, Piura, Ancash, Huancavelica y Lambayeque.

La misma fuente sostiene que Perú, aún sin tener una tradición minera como Chile, en este momento ocupa el quinto lugar en el ranking de países receptores de inversiones mineras en exploración. En ese sentido, las autoridades nacionales encararon distintos tratados internacionales de comercio y cooperación, en el último lustro, lo cual ofició de trampolín directo hacia las operaciones de primera línea en el mercado financiero. Los países de América del Norte y de Asia ocupan lugares de privilegio en la agenda minera peruana: los primeros, como inversores; los segundos, como compradores del recurso mineral para su acelerado crecimiento industrial.

El desarrollo minero peruano, a semejanza de lo que sucede en Argentina en general y en San Juan en particular, tiene una repercusión directa en la estructura económica del país. Según el MEM, la economía nacional creció 7,6% en 2006, 9% en 2007, 9,84% en 2008, 1% en 2009 (inmediatamente después de la crisis financiera global) y 7,8% en 2010, lo cual marca una rápida recuperación del coletazo poscrisis, algo que fue posible de la mano de las inversiones mineras.

Por sus reservas de oro, plata, cobre y zinc, este país se ubica tercero en todo el mundo. A la vez, el margo legal de los tratados internacionales, más las leyes que regulan la actividad minera puertas adentro, muestran una imagen de confianza a los ojos de quienes deciden los destinos de los capitales.

Recientemente, la revista especializada América Economía publicó que la minería representa el 5,2% del PBI del país, el 62% de las exportaciones peruanas y un volumen de 9.360 millones de dólares en utilidades netas al cierre de 2010.

Más allá del sistema que tantas inversiones atrae, la minería implica un desarrollo comunitario muy particular en Perú. CUYO MINERO visitó hace un par de años la mina Pierina, operada por Barrick en la región de Huaraz. Lo que se pudo observar, además de que Pierina es prácticamente igual a Veladero por el tipo y volumen de producción, fue un sistema tripartito de crecimiento: la empresa financia y capacita, el Gobierno facilita y apoya, y el poblador trabaja y extiende.

En ese sentido, la generación de empresas comunitarias es la forma predominante de desarrollo. No se trata de empresas grandes que toman luego mano de obra de forma directa o indirecta, sino que hay mucho menos intermediación: son los habitantes de las zonas influenciadas por las minas quienes participan de la planificación económica de cada provincia y de su ejecución, conformándose en grupos de trabajo que reciben financiación inicial hasta que logran inserción y desarrollo.

Sin embargo, según refleja ahora América Economía, la administración de los recursos públicos generados por la minería está en la picota. En muchos casos, los Gobiernos locales prefieren inyectar esos fondos en el mundo financiero para generar intereses; eso hace que queden desantendidas necesidades inmediatas en la gente. Por lo que en este momento Perú atraviesa no sólo un buen momento en cuanto a inversiones, sino también un contexto complejo que requiere de un compromiso político de largo plazo.