El ingeniero Oscar Dölling, director del programa "Gestión Integral de Cuencas Hidrográficas, ingeniería Hidráulica y ambiental", pronosticó en mayo pasado en base al estudio de los ciclos solares, 11 años de sequía para nuestra región.


Luego con el uso de imágenes satelitales llevó a cabo la evaluación de las superficies nevadas provistas por el sensor MODIS, marcando un año de escasez hídrica para el ciclo 2020-2021: "El modelo de redes neuronal entrenado para pronosticar los escurrimientos anuales a partir de ejemplos armados con los patrones temporales de área nevada y los valores históricos de escurrimiento entrega un pronóstico más probable de 692 hm3 con un mínimo esperable de 631 hm3 y un máximo de 753 hm3 para el período de escurrimiento de octubre de 2020 a septiembre de 2021", señaló entonces el investigador.

Desde hace más de una década Suplemento Verde de DIARIO DE CUYO sugiere el rediseño de la política hídrica provincial apoyado incluso por especialistas de la talla del ingeniero Luis Jiménez, director del Instituto del Agua e investigador de la UCCuyo.


Las miradas ahora están en el subsuelo provincial y su cuenca para amortiguar la sequía. Dölling, en una entrevista realizada por esta sección el año pasado, marcó el tema como interesante y preocupante: "Interesante por cuanto las personas pueden verse tentadas a suplir el agua superficial faltante con agua subterránea, pero existen una serie de impedimentos y limitaciones legales, técnicas y económicas a tener en cuenta". "Respecto a lo legal, el Código de Agua prohíbe a los privados la substitución de fuentes de agua sin autorización del Departamento Hidráulica. Los pozos no sólo deben estar declarados y aprobados, sino que su uso debe estar controlado por él".


EN NÚMEROS

969 son las perforaciones privadas funcionando actualmente en la provincia según datos del Departamento Hidráulica.


Un serio problema

Y agregó: "Técnicamente existen limitaciones en cuanto al uso de los pozos; por un lado, debemos saber que estamos extrayendo agua que es posible que tenga una antigüedad de cientos o miles de años, en especial aquellas aguas más profundas superiores a 50 metros, es decir estamos usando agua que no se podrá recuperar sino hasta dentro de cientos o miles de años rompiendo completamente el balance hídrico de la cuenca. Por otro lado al perforar un acuífero, si no se hace con la debida precaución y las técnicas correctas podemos comunicar napas de agua subterránea superficiales freáticas -hoy contaminadas con nitratos y otros contaminantes- con las napas más profundas, la contaminación de las napas profundas, así como su explotación, son irrecuperables, es decir la vulnerabilidad de nuestros acuíferos es enorme", destacó.


Por otro lado el especialista remarcó: "Si bien podemos cubicar un acuífero de Tulum de 270 mil hectómetros cúbicos, no todo ese volumen es de agua disponible. Existe un gran porcentaje de agua más superficial contaminada no útil para riego ni para agua potable, existe luego una limitación por la interferencia que un pozo respecto a otro ubicado cerca", agregando: "Los pozos durante su funcionamiento producen una gran depresión cónica del nivel de agua del acuífero, si existen varios pozos funcionando al mismo tiempo esto deprimiría la napa en forma inmediata y algunos pozos quedarían 'colgados'. Este escenario, con nula recarga de acuíferos por falta de agua superficial y una extracción excesiva de agua subterránea, nos llevaría en poco tiempo a la sobreexplotación con efectos irreversibles en nuestras cuencas subterráneas y el impacto en nuestras generaciones futuras".


Así planteado "el fortalecimiento del control sobre los acuíferos, tanto en calidad de agua como en su sobreexplotación, deberá tenerse como un objetivo prioritario para las autoridades del agua en la provincia", según Dölling quien agrega: "Supongamos que queremos suplir los 1.000 hectómetros cúbicos que el río San Juan no nos está entregando superficialmente, entonces en unos 30 años habremos eliminado de la cuenca subterránea unos 30 mil hm3, un vaciamiento irremediable y con consecuencias catastróficas incluso para la misma calidad de las aguas subterráneas por descenso de las manchas de nitratos que hoy están más superficiales".


Y en aquel momento concluyó: "La falta de control, en épocas de crisis hídrica, puede conducir inevitablemente a la desertificación de nuestros oasis, es mejor entenderlo ahora antes de llorar sobre la leche derramada".