Los Balmaceda

Emoción a la distancia


Jorge (35) había llegado al Mundial de Alemania 2006 con todas las ilusiones de ver una Selección Argentina triunfadora, pero tras la decepción llegó el orgullo. Fue la casualidad o la causalidad, según quien lo analice, que entre los pocos argentinos que estaban allí, uno le contó que era fans de un gran jugador de fútbol del Club del Bono de San Juan, el "Carozo Balmaceda". Era nada más y nada menos que su papá. La emoción explotó a la distancia, ya que por ese entonces vivía en España y debían pasar varios meses para verlo y abrazarlo. "Fue algo increíble encontrarme allá con una persona que admiraba a mi papá. Incluso me tomé fotos con él, pero no recuerdo su nombre", dice Jorge, periodista gráfico de la provincia.

Mario, el nombre real de Carozo, jugó en Del Bono hasta el año 69, también lo hizo en Laboulaye donde conoció a María Del Carmen, con quien se casó y tuvo seis hijos, de los cuales cinco son varones, un detalle nada menor para justificar su pasión por todos los deportes que uno pueda imaginar, y sobre todo por el fútbol.

Claro que no todo es color de rosas. En la familia -salvo María Esther-, que no es futbolera, resulta difícil hablar del tema, ya que Mario es de Racing; sus hijos Martín, Jorge y Guillermo de Boca; Gerardo de Independiente y Pablo de River, sólo la Selección Argentina los une en la pasión, y una simpatía por el Barcelona.

Mario tuvo que dejar profesionalmente el deporte a los 30 años por un problema cardíaco, pero el amor por el deporte llegó más lejos. En España, con Jorge pudieron ver partidos de los grandes de España, charlar hasta el cansancio de las nuevas y viejas modalidades del fútbol, de los cambios técnicos, entre otros temas que nunca faltan en la mesa de los fanáticos de

esta actividad deportiva. En esto la palabra de la madre es más que válida porque está informada de todo lo que pasa en el ambiente futbolero como buena mamá de varones que no paran de hablar del tema.

Desde chicos todos los Balmaceda Bucci iban al baby fútbol, seguramente con la esperanza que llegaran lejos como Carozo, quien también jugó en San Martín en la época que buscaban jugadores de otros equipos para reforzarlo.

"con mis hijos compartimos este amor por el fútbol, es algo que lo han vivido en la familia y nos permite tener temas en común", dice Carozo. Han pasado los años, pero aún cuando Jorge cuenta la historia del Mundial de Alemania, sus ojos brillan, no puede disimular su admiración por su padre.

Los Naveda

Con el fútbol en el ADN


El sueño del varón casi había culminado después de que nacieron Alicia, Claudia y Marcela, pero finalmente llegó Alberto (Beto) Naveda. Una realidad que superó los sueños porque no sólo era el varón esperado sino que ese varón superaría las expectativas de Beto padre, un futbolista de estirpe. Como la mayoría de los sanjuaninos saben, Betito fue el único sanjuanino que llegó a jugar en la primera de Boca donde logró una gran trayectoria. El amor y la admiración es recíproco.

Existe una simbiosis entre ambos que moviliza a quien charla con ellos. Tanto es así que el último gran regalo que le hizo Beto hijo a su papá fue una cancha de fútbol ocho en el complejo que él tiene en Santa Lucía. "Fue una sorpresa tan grande que yo les decía que me cuidaran de esas emociones. Estabamos en familia cuando Beto me mostró la cancha que lleva mi nombre con un cartel muy grande en el que él expresa su admiración. Una satisfacción tremenda para mi", dice Alberto.

De hecho, Naveda padre, con 73 años, juega dos veces por semana al fútbol con un grupo de amigos de su hijo (42), no sólo para mantenerse en forma sino porque forma parte de su vida.

La única diferencia entre ambos es que Beto jugó profesionalmente hasta pasados los 40 años porque jamás sufrió una lesión, mientras que su hijo sólo pudo hacerlo hasta los 31. Algo que no deja de ser meritorio porque a los 13 ya le habían colocado un clavo en la rodilla, tras lo cual siguieron otros problemas derivados. Fue su disciplina, su talento y sus ganas de jugar los que permitieron que pudiera hacerlo en niveles de exigencia tan altos como los de Boca Junior, Quilmes y luego en un equipo de Estados Unidos. Sin dudas nació con la pasión del fútbol en su ADN.

Esa pasión es lo que los une, incluso más allá de la sangre, porque es motivo de encuentro, de largas charlas previas y posteriores a los partidos. Siempre fue así. Beto tenía solo 4 años cuando comenzó en la Escuelita de San Martín, siempre acompañado por su padre aunque apenas es una pared la que separa su casa de este club en Concepción. El verde y negro fueron los colores siempre compartidos, aunque Beto padre -hincha de River-, se volvió de Boca. "Mis amigos me cargaban, pero es muy difícil explicar lo que sentía yo con mi hijo en la primera xeneise y el único sanjuanino que lo había logrado. Su ingreso a este plantel me marcó para siempre. Beto tenía 21 años y estaba con grandes jugadores".

El círculo de admiración es tremendo, se percibe. "Todos dicen que el bueno es él y yo creo que tienen razón ", dice Beto hijo, claro que el padre no duda en interrumpir para decir que "él dice que sólo garra y no es así. Es pensante sabe lo que hace en la cancha, tiene técnica, y eso lo lo pueden lograr los que tienen talento".

Beto también repitió la historia de su padre. Tiene tres nenas – Agustina, Martina y Catalina-, y el varón sin llegar. Quizá el tiempo se encargue de continuar la historia, que irónicamente fomentó el abuelo Naveda a quien nunca le gustó este deporte. Una historia marcada por el fútbol, podrán decir muchos que no los hayan escuchado hablar por medio minuto, tiempo suficiente para darse cuenta que es una inmensa historia de amor y admiración entre padre e hijo.

Los Nehim

Familia "seleccionada”

Bien podría decirse que los Nehim son una familia privilegiada. Tienen entre sus integrantes a dos reconocidos jugadores de fútbol que, en distintos momentos y circunstancias, vistieron la "celeste y blanca” para representar al país en diferentes estadios del mundo. Un orgullo que lógicamente la familia atesora y reaviva de generación en generación.

Esta historia de pasión futbolera comenzó con José Eduardo Nehim, el abuelo de David (también un jugador reconocido de la provincia y uno de los protagonistas de esta nota) y por ende, bisabuelo de Juan Pablo. José, un half derecho (equivalente a un actual marcador lateral derecho con las diferencias tácticas de cada época, según explican los entendidos) que por la potencia de sus patadas acostumbraba a hacer goles de larga distancia, fue el único sanjuanino convocado a la Selección Nacional. Fue en 1934 cuando la sede del Mundial recayó en Italia y como si fuera poco, el local tuvo el honor de portar la cinta como capitán del equipo.

Su paso por el segundo Mundial de la historia fue breve. Argentina perdió 3 a 2 contra Suecia y eso fue suficiente para quedar eliminado (en ese entonces el sistema era por eliminación directa). A su regreso, el jugador tuvo una oferta tentadora para sumarse a Estudiantes de La Plata, pero dicen que sus ansias estaban puestas por volver al Sportivo Desamparados de sus amores. Sin embargo, en el club sanjuanino, no lo recibieron con los brazos abiertos como esperaba. La desilusión fue grande y dejó los botines para siempre, según relatan en la familia.

Con semejante "crack” en la familia, no era de extrañar que la descendencia "llevara fútbol en la sangre”. Varios de sus hijos e inclusive nietos que no llegaron a conocerlo (falleció hace 57 años) despuntaron el vicio, pero ninguno llegó a igualarlo.

Sin embargo, muchos años más tarde y con las leyendas del abuelo José que le repite una y otra vez su papá David (que supo dejar huellas desde su puesto de delantero en Aberastain de Pocito, Sportivo Desamparados, Atlético de la Juventud Alianza y actualmente como parte del fútbol amateur de la UVT), Juan Pablo, llevó nuevamente el apellido Nehim a una Selección Nacional, esta vez, integrada por jugadores hipoacúsicos.

Juan Pablo, tiene 23 años y nació con una hipoacusia profunda bilateral (en los dos oídos), lo que no le impidió ser un muy buen estudiante (fue abanderado en la primaria en Don Bosco) y un gran profesional de la pelota que a esta altura de su vida ya jugó en la Unión Vecinal del Barrio Camus (dónde debutó con 8 años), Club Los Amigos, Los Pumas, Argentino Juniors, la CAI de Comodoro Rivadavia, Sportivo Desamparados, Del Bono, Alianza y por estos días, San Martín. Inclusive con 12 años fue probado en Boca Juniors, donde se codeó con Carlos Tevez, Martín Palermo y Pablo Ledesma y hasta dio el lujo de negarle a Guillermo Barros Schelotto que le firmara su camiseta, por no ensuciar su convicción hacia el club del que su papá lo hizo fanático, River. De hecho, aspira algún día integrar la lista de este equipo.

"Para Juampi no hay imposibles. El ya me lo demostró jugando. Yo siempre digo que tiene ojos en la nuca porque si bien no escucha, si ve lo que otros no ven en la cancha. La intuición es su gran habilidad. Y en definitiva esa es la clave del fútbol, intuir jugadas para adelantarse al rival”, asegura David, quien ha hecho de todo para acompañar a su hijo mayor en su carrera deportiva en distintos puntos del país y con quien tiene el gusto de compartir actualmente los entrenamientos y partidos amistosos de UVT contra un club de Chile.

"Así como mi abuelo es mi ídolo, mi papá es mi gran ejemplo. El me enseñó que lo mejor del fútbol es encontrar amigos y disfrutar del deporte. De él aprendí a ser mejor persona en la cancha”, resume el chico a quien le apasiona hablar y discutir jugadas con su papá al punto de reconocerse -ambos- "hartantes”. Por suerte en la casa hay más seguidores de la "redonda”, Agostina (su hermana de 22 años) practica Futsal y Juan Bautista (de 14) ya está catalogado como que "va a dar que hablar” como jugador. Solo falta convencer de las bondades del deporte a la madre y a Mayra, la novia de Juan Pablo.

Sin lugar a dudas, al joven que hace 3 años que luce orgulloso la camiseta celeste y blanco le queda todavía mucho camino por recorrer. Desde el lado deportivo lo espera en noviembre próximo la Copa Sudamericana en Brasil y por esos destinos de la vida, dentro de cinco meses será papá. Su mayor deseo es que esa personita que llevará su apellido, también "cargue” la pasión por el fútbol.