Anualmente nuestra provincia remite varios miles de toneladas de frutas y hortalizas a provincias vecinas para ser industrializadas y luego de recibir valor agregado, exportadas a mercados de buen poder adquisitivo.

A modo de ejemplo podemos citar los datos brindados por el último Anuario Fruti-hortícola de la Cámara de Productores de Frutas y Hortalizas de San Juan, en donde se aprecia que fueron destinadas a abastecer las industrias alimentarias mendocinas durante la campaña 2009-2010 los siguientes volúmenes y productos en fresco:

* Aceitunas: 7.664 toneladas.

* Ajo: 9814 toneladas o lo que es lo mismo el 64 % de la oferta productiva de esa campaña.

* Alcaucil: cerca de 700 toneladas, o lo que es lo mismo el 72 % de la oferta productiva local.

* Cebolla: unas 6.400 toneladas o el 16 % de la cosecha comercializada.

* Espárrago: el 38 % de las 2.500 toneladas vendidas fuera de la provincia.

* Tomate: entre 30 y 40.000 toneladas anuales.

* Uva de vinificar: más de 10.000 toneladas anuales.

* Zapallo: 2.400 toneladas.

Claro está. La lista de productos continúa y los desafíos del futuro para San Juan no sólo está en pensar la industrialización, sino más bien en apostar a los nuevos campos tecnológicos que en el desarrollo agroindustrial del mundo se están abriendo.

El campo suministra cada vez más productos industriales vinculados no sólo ya a los biocombustibles. Ejemplo de ello son los múltiples aprovechamiento del maíz y su aceite en la industria de las tecnologías de la información y comunicación. O el tomate para producir plásticos biodegradables. Las nuevas ciencias como la nutrigenómica y nutrigenética mandarán en la industria de la alimentación durante las próximas décadas, así como los alimentos funcionales o nutracéuticos y la ingeniería genética se pondrán al servicio de la salud y la subsistencia de la especie humana.

De la genética al plato

Según un informe difundido recientemente en la revista Selecciones, en un futuro no muy lejano la genética será utilizada en el diseño de las dietas. A través de la nutrigenética se sabrá como un mismo tipo de alimento puede tener distintos efectos en personas con diferentes estructuras genéticas, significando que en el futuro, las dietas se personalizarán en función de los caracteres genéticos de cada individuo.

En el campo de la nutrigenómica se analizará la creación de alimentos funcionales a los que se les agregue alguna propiedad nutricional. A través de los componentes se buscará regular la actividad de los genes y de esta manera, la respuesta a diferentes dietas.

En el campo de los alimentos funcionales o nutracéuticos se profundizarán las investigaciones orientadas a prolongar la expectativa y calidad de vida. Un ejemplo actual son los estudios del tomate por su mayor cantidad de licopeno, sustancia utilizada para prevenir el cáncer de próstata.

Y en San Juan, ¿qué se investiga?

Para la licenciada Gloria Tropea, directora de la Licenciatura en Alimentos de la Universidad Católica de Cuyo, "en este tipo de desafíos para el futuro de la alimentación, aún nuestra provincia está en deuda con la investigación".

"Para ello deberán constituirse equipos interdisciplinarios de profesionales donde intervengan no sólo licenciados en alimentos, sino también genetistas, médicos y nutricionistas entre otros profesionales", aclaró.