Desertización agresiva, la menor capa de ozono, el calentamiento global, el efecto invernadero y el cambio climático, todos agentes de un mismo mundo natural, están pasando una factura grandísima a quienes trabajan en el campo, en cualquier lugar del mundo y en la actividad que sea de la producción al aire libre. San Juan lo sufre también.

El fenómeno de El Niño, con sus inundaciones y excesivas precipitaciones, y ahora La Niña, totalmente contraria al primero, con sus sequías masivas y destructivas, quitan el ánimo de todos quienes producen bienes agrícolas.

Por dar un ejemplo, se perdieron 35.000.000 de toneladas de granos diversos, en la temporada 2008/9 por el fenómeno de la corriente de La Niña. Los agricultores quedaron muy mal económicamente tras esa campaña. Recuerden también a San Juan con la sequía de plantaciones, y diques vacíos que se vienen arrastrando desde el 2006/7. Y es muy notable lo sucedido en las dos últimas temporadas secas, con pronósticos 30% y más aún (ahora calculan que 40%) errados en cuanto a estimaciones de disponibilidad hídrica para vides, olivos y chacras locales. Una de las mejoras es que se incrementó el sistema de riego por goteo, en vides, en tomates mayoritariamente y en otros cultivos; se armaron reservoreos donde acumular turnos de agua en muchísimas fincas y quienes pudieron, hicieron pozos de bombeo, la perla deseada de estas campañas. Aún así, algunos no tuvieron suerte con la cantidad de agua obtenida, la calidad del recurso hídrico, etc. Pero pudieron regar sus cultivos por lo menos, otros se quedaron con ajos, por ejemplo, cebollas, zapallos y melones con faltante de agua antes de terminar su ciclo vegetativo.

Según los científicos, a La Niña, o El Viejo, como también le llaman, le adjudican los peores males para la agricultura sudamericana. Se caracteriza por tener 4 fases bien definidas: preludio, inicio, desarrollo y maduración (ver infografía que acompaña esta nota). Hoy estamos en la tercera, pleno desarrollo y por ahora no se observa signos de que estemos entrando en la fase final de maduración. Es el temor mayor de la gente de campo de toda Sudamérica. Los daños se prolongan desde los 9 meses a 3 años y en Argentina particularmente dice el estudio que provoca condiciones de sequía, dada la relación estrecha entre la temperatura de la superficie del mar y los vientos zonales.