Las emociones se le entremezclan cuando cae en la cuenta de que el próximo domingo 1º de mayo será testigo presencial de lo que ella llama "un acto por obra y gracia del Señor”: la beatificación -el paso anterior a ser Santo- de Juan Pablo II en Roma. Rosita de Mallea y su hija Sonia Mallea de Merino serán de las poquísimas fieles sanjuaninas -por no decir las únicas laicas- en participar en cada paso de la ceremonia a partir de la cuál se podrá comenzar a venerar al primer Papa polaco de la historia de la Iglesia Católica.
Además de esta madre e hija -que por segunda vez en sus vidas viajarán juntas a un acto donde Juan Pablo II sea protagonista (antes lo hicieron cuando vino a la Argentina en la década del 80)- habrá otros representantes de la grey local: se sabe que al menos seis sacerdotes aspiraban llegar hasta la sede del Vaticano para semejante momento. De ellos, tan sólo dos religiosos -ambos asignados coincidentemente a parroquias del interior de la provincia- confirmaron el viaje, pero que no quisieron dar testimonio de lo que significa para ellos, estar allí para la beatificación.
En cambio a Rosita, le faltan palabras para describir lo que siente apenas a siete días de que se produzca la declaración del Papa Benedicto XVI para su antecesor, quien estuvo al frente de su pontificado por 26 años. "Es el Papa de este siglo, porque fue un hombre de este siglo, imbuido con una fortaleza increíble, dueño de la creatividad que inspira el Espíritu Santo y con una humanidad y una humildad como ningún otro ser en esta tierra. Por eso es ejemplo”, resume la mujer que se enteró de la decisión del Vaticano de considerarlo Beato durante un almuerzo de domingo en la casa de su hija. Bastó un suspiro y su deseo en voz alta -recuerda que dijo "quien pudiera estar en ese momento”- para que sus tres hijos se pusieran de acuerdo y le cumplieran su sueño.
Así fue como esta mujer super creyente -en su casa tiene varias imágenes de Santos e inclusive la de la Divina Misericordia es el fondo de pantalla de su celular y su computadora- planeó un itinerario de viaje para no perderse ninguna vivencia en la cuna de la religión, desde los espacios de rezo y devoción, hasta las charlas en la vigilia de la beatificación en la que contarán sus experiencias quien fuese su secretario particular (actual cardenal de Cracovia Stanislau Dzuwisz), su antiguo portavoz y la monja cuya curación fue sustento para la beatificación. Para tomar nota de cada uno de esos momento llevará una especie de diario, donde -como es su costumbre- ya empezó a transcribir textuales de las enseñanzas que dejó Juan Pablo II e inclusive sus propias reflexiones.
Es que la primera vez que lo vio dando una homilía -la Urbi et Orbi- por la televisión, supo que "sería su guía”. A partir de entonces Rosita tomó sus palabras como referente en cada paso de su vida: primero como persona, pero también en la crianza de sus hijos y la convivencia como familia. "De cada encíclica tomaba un consejo que pude aplicar y vivenciar en los desafíos que Dios me puso en el camino cuando fui Directora General de Escuelas y del Consejo General de Educación en los "80, o también después cuando dirigí Protección al Menor. Inclusive ahora que soy abuela y además de la actividad religiosa me dedico a transmitir su palabra en un programa de radio”, dice. Por supuesto que en las misas de cada domingo reafirmó su fe y su devoción, aspectos que crecieron cuando pudo escucharlo y verlo en persona en el año 2000 cuando viajó a Italia para recibir un certificado de un curso bíblico. Le sobran ejemplos de los logros espirituales del conductor de la Iglesia al que señala como el responsable de un papado singular por haber sido considerado uno de los líderes más influyentes del siglo XX (viajó a 129 países llevando su fe), que trabajó por la paz mundial, la dignidad de la persona, la pobreza y el ecumenismo, beatificó a 1.340 personas y canonizó a 483 santos, posicionó la Iglesia como la luz del mundo contemporáneo.

