Hace un tiempo atrás escribimos desde estas páginas de DIARIO DE CUYO y con el simple afán de apoyar la formación de los jóvenes para que mañana tengan un futuro mejor, en calidad de vida, económicamente hablando también y para su realización integral como personas, de la pérdida lamentable en la Argentina de la cultura del trabajo.

Nadie desea agacharse, como dicen en el campo a lengua simple y efectiva de la gente transparente en pensamiento y que no esconde nada al gesticular palabras.

Los jóvenes buscan hoy los planes sociales, la ayuda nacional, ahora adicionada con la porción de las embarazadas, más otros agregados: no se consigue gente joven para trabajar, y es la queja generalizada de los viñateros, los olivicultores en estos días, los chacareros en todo el año y el agro en general.

Pero a esta búsqueda de una mejor calidad de vida, sin esfuerzo y sólo esperando la dádiva de arriba, se puede adicionar algo peor aún: la pérdida de la cultura del estudio. Argentina figura 12 en el ranking Latinoamericano en educación, y es un puesto de los del fondo. Ni que hablar de los líderes Chile, Brasil y otros. Hasta Costa Rica nos supera.

La extensión de 2 años para terminar el secundario, un plan argentino sin ninguna justificación interesante, de manera que pueden ser apoyados para completar -a altas edades- un ciclo elemental, no tiene imitaciones.

El hecho de permitir el ingreso a las universidades debiendo materias de la secundaria es otro hecho difícil de entender, de forma que en pocos meses esos jóvenes tendrán un colapso académico asegurado. Además, dicho por los profesores universitarios, ingresan los jóvenes sin saber leer ni redactar bien.

Hay que calentar la silla, decía mi abuela, y eso es lo que falta hoy en Argentina: estudio. El nivel educativo es malísimo y no hay mucho por esperar si no se toman medidas ya.