En el rincón más oscuro de mi alma, donde los demonios del miedo, la incertidumbre y la desesperación acechaban, surgió la presencia inesperada de una personalidad agradable como un faro en la oscuridad. Esta presencia iluminó ese abismo y trajo una brisa de esperanza y calma a un mundo sumido en el caos, el temor y el dolor. Este ser especial, con su carisma, empatía y humildad, se convirtió en uno de los héroes de mi vida. Sus palabras y sus miradas llenas de amor, comprensión y compasión, lograron calmar mi desesperación. Así pude recobrar el control de mi cuerpo, mi mente y mi corazón para emprender un camino repleto de batallas y luchas enfrentando miles de obstáculos y desafíos con tan sólo con 40 latidos de fe, amor y esperanza.
En esta columna exploraremos un poderoso principio al que Napoleón Hill consideró esencial para la adquisición de cualquier logro interno o externo: "La construcción de una personalidad agradable". Comprobaremos cómo una persona con una personalidad radiante y cautivadora, al encontrarse con otra que atraviesa un momento oscuro y adverso, puede obrar una asombrosa transformación en la vida de ese ser humano y ayudarlo a lograr lo que en apariencia era imposible.
En esta apasionante ciencia del logro personal, esforzarse por crear y desarrollar una personalidad agradable constituye un componente esencial. Este rasgo denota la habilidad de cultivar una actitud positiva, amigable y genuina hacia los demás. Napoleón Hill argumentaba que una personalidad agradable no sólo implica la cortesía superficial, sino un auténtico interés por las personas y una disposición para ayudar y ser servicial. Se trata de irradiar una energía positiva que atraiga e inspire a otros, construyendo relaciones sólidas y duraderas en el proceso. En resumen, la personalidad agradable es una cualidad que va más allá de las palabras y gestos amables; es una actitud interna que refleja un profundo trabajo personal y un auténtico logro interior. Conectar con las cualidades del corazón, descubrir el verdadero propósito de la vida y dominar la mente son aspectos claves de esta transformación. Todo esto puede no sólo enriquecer las relaciones personales sino crear oportunidades únicas en la vida.
Un ejemplo real
Hace algunos años, me encontraba atravesando mi momento más oscuro, el más desgarrador de mi vida. Mi alma estaba rota en mil pedazos, presa de una desesperación, un miedo atroz y una angustia que la consumía lentamente. Aunque había enfrentado situaciones límites en el pasado, nada se comparaba con esto.
Todo comenzó cuando en el cuarto mes de embarazo, recibimos el diagnóstico más desgarrador: mi bebé había sido afectada por una rara y letal enfermedad cardíaca llamada bloqueo auriculoventricular congénito completo. Su pequeño corazón, debido a esta condición, no podía recibir los impulsos eléctricos necesarios para latir. El canal que conducía la electricidad de las aurículas a los ventrículos estaba completamente bloqueado. A pesar de este sombrío panorama gracias a la extraordinaria biología humana, en el corazón de mi bebé aún existía un pequeño rayo de esperanza: unas pocas células autómatas generaban tan sólo 40 latidos. Ese era su frágil vínculo con la vida.
La lucha comenzó cuando nos instalamos en la provincia de Buenos Aires y me encontré con el equipo de cardiología del Hospital Italiano. En esa primera visita, sus palabras fueron escasas y pocos alentadoras. Los estudios de confirmación del diagnóstico se realizaron en total silencio, llenando mi mente de incertidumbre y mi corazón de un profundo temor.
La verdadera prueba vino durante la segunda visita, cuando conocí al jefe del servicio de medicina fetal. Con un simple trazo en un papel, dibujó una línea de tiempo. "Estás aquí, en la semana 24", dijo, "pero el embarazo necesita llegar a la semana 37. Con tan sólo 40 latidos, prepárate para lo peor; en dos o tres semanas, te ingresaremos al quirófano para extraer al feto sin vida". Sus palabras golpearon como un martillo mi alma, quebrándola por completo.
Sin embargo, en mi interior sentía algo que no permitía rendirme, hacía que me negara a aceptar ese veredicto, era tan fuerte lo que sentía que justo en ese momento decidí que las palabras del médico no se convertirían en las mías. Elegí silenciarlas y escuchar la voz de mi corazón, creyendo en la fuerza y el poder de esos 40 latidos que minuto a minuto daban vida a mi pequeña María Victoria. Confiar en ella y reconocer su deseo de vivir, su valentía y su fortaleza era lo que me permitía mantenerme firme día tras días. Construí un escudo protector contra las sombrías predicciones médicas que empeoraban control a control. Cada vez parecía que el veredicto de aquel médico se convertiría en realidad, pero las dos permanecíamos fuertes. Ella se aferraba tenazmente a la vida con latidos que se negaban a extinguirse mientras yo incrédula ante las palabras de los médicos estaba convencida de que el milagro que necesitábamos llegaría. Las señales de esperanza se manifestaban en todas partes y nuestra fe y esperanza se fortalecía gracias a los innumerables actos de amor y apoyo que recibíamos a diario.
María Victoria desafió todos los pronósticos médicos de manera verdaderamente milagrosa. Sobrevivió hasta la semana 39 con tan sólo 40 latidos en su frágil corazón, una cifra considerablemente inferior a los 150 a 180 latidos por minuto que un bebé necesita para sobrevivir durante el embarazo. El 7 de junio de 2017 este mundo la recibió. Su precario estado de salud exigió una reanimación inmediata y una intubación de urgencia, seguidas de un traslado inmediato a la unidad de cuidados intensivos neonatales. Al llegar allí, su corazón apenas latía, sólo 20 latidos la mantenían luchando por su vida. Este tránsito desde el abismo de la muerte hacia la luz de la vida fue un acto de gracia, de coraje inmenso, un testimonio del auténtico poder de la vida y la férrea determinación de una guerrera estoica como María Victoria.
Mientras tanto yo me encontraba en la habitación del hospital, sumida en la desesperación, atormentada por los miedos, la angustia y la incertidumbre. Estaba experimentando la noche más oscura de mi alma, pero todo cambió cuando él entró por la puerta de la habitación. Era el doctor Gonzalo Mariani, un hombre con un guardapolvo blanco, de estatura imponente, cabello gris, unos ojos llenos de brillo y una sonrisa dulce y tierna. Su voz suave y tranquila y ese halo de luz que lo rodeaba llenaron la habitación de esperanza y calma.
Este ser especial, con su carisma, su empatía, su bondad y su humildad se convirtió en el héroe de mi vida en ese terrible momento. Comenzó a hablarme y sus palabras y sus miradas llenas de amor, comprensión y compasión calmaron mi desesperación y pude controlar mi cuerpo, mi mente y preparar mi corazón para enfrentarme a ese momento de ver a mi hija en su lucha contra la muerte, aceptarlo y comenzar a transitar el camino que nos esperaba.
Durante todo el proceso, el cual duró unos interminables y eternos 21 días, esta persona, este héroe y salvador junto con su ejército de soldados se convirtieron en nuestros ángeles dentro de ese universo hostil y doloroso, pero sus palabras siempre estaban cargadas de una serenidad y una convicción tan intensa que impactaban profundamente en mí y traían paz y fuerza a mi corazón. Todos acompañaron, cuidaron y sostuvieron a María Victoria a cada paso. Su interés genuino, su vocación, su amor y pasión, fue lo que la ayudaron a desafiar y superar cada obstáculo que se presentaba y finalmente vencer la muerte.
Cada día en la Neo era muy difícil de enfrentar, pero la personalidad agradable y cautivadora de este ser, envolvía mi corazón y lo renovaban con paz, seguridad, confianza y determinación. Su sonrisa y su mirada transmitían siempre palabras de aliento: "Todo va a estar bien", repetía una y otra vez. Sus gestos y abrazos eran como un bálsamo para mi alma, y su presencia era una fuente inagotable de apoyo y esperanza.
En el transcurso de esta columna, hemos comprobado el poder transformador de una personalidad agradable, basándonos en la filosofía del éxito de Napoleón Hill. Mi historia personal de enfrentar la adversidad con la ayuda de un individuo con una personalidad agradable nos ha demostrado que, incluso en los momentos más oscuros de nuestras vidas, la bondad, la empatía, la humildad y la actitud positiva pueden iluminar el camino.
El mensaje central que deseo transmitir es simple pero fundamental: una personalidad agradable no sólo mejora nuestras relaciones personales y las hace más sólidas, no sólo nos ayuda a tener más éxito en la vida y en los negocios, no sólo mejora nuestras habilidades de comunicación, educación, autocontrol, sino que además de todo eso tiene un propósito más elevado: ser una luz de esperanza en situaciones desafiantes. Así como experimenté la transformación en medio de la incertidumbre, todos tenemos la capacidad de cultivar una actitud positiva y amigable, ser respetuosos, compasivos con el otro, demostrar un interés genuino y real por la vida de los demás, evitando las críticas y las quejas y pronunciando palabras amorosas y teniendo gestos más amables, necesitamos entrenar nuestra humanidad y volver a ella y eso sólo lo lograremos regresando a nuestro interior, conectando con nuestra verdadera naturaleza: "EL AMOR", sólo entonces podremos identificar esos rasgos negativos que no nos permiten conectar con nuestra esencia. Por lo tanto, se trata de cómo nos estamos desarrollando y de cómo estamos respondiendo al mundo en el que vivimos y por gracia de Dios con todo este trabajo de introspección, autoconocimiento y crecimiento de nuestra persona y personalidad dejar una huella imborrable en el mundo, una huella que perdurará aun después de que nos hayamos ido.
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Por Luisa Aciar
Instructora Líder de Napoleón Hill y Bioneurocoach