Divertida. Ocurrente. Creativa. Muy observadora. Punzante. Original.
Esa es Isabel Savasky en la vida real y así también es su Malena, el seudónimo con el que por años firmó una columna de opinión en el Nuevodiario sigue firmando los autógrafos de su nuevo libro, que justamente le hacen honor a ese personaje de tango que, conoció de la mano de los desafinados acordes de su papá pero que tanto la seduzco que en sus años mozos lo tomó prestado para nombrar a su boutique ubicada sobre la calle General Acha, entre Laprida y Rivadavia.


Además de la venta de ropa para mujeres -su especialidad porque es muy elegante- a Isabel siempre le gustó escribir y relatar todo aquello que cobraba vida en su cabeza. También con el paso del tiempo se ha dado gustos pintando, haciendo artesanías, actuando en obras de teatro, todas actividades generadas en el ámbito del Nuevo Proyecto de Vida para Adultos Mayores de la UNSJ .


Justamente la pandemia fue la excusa perfecta para que pasaran los días, entre videollamadas, recuerdos y limpieza de archivos. Fue la oportunidad en la que encontró impecables todos los recortes de diario con aquellas notas que empezó a escribir entre los 70, toda la década del '80 y algunos años de los '90, según recuerda. Dice que se amigó con ellas, que vio que muchas cosas de las que relataba parecían actuales. "De mis crónicas de ese entonces han cambiado algunas cosas, la mayoría sigue igual: siguen los malos, las mentiras, el riesgo país (nunca supe qué significa), el asado de tira y, para cerrar este aluvión de desdichas, el desempleo, los negocios cerrados y los niños con hambre. Las parejas se juntan, se separan, las personas enojadas, tristes... Mal pagados los jubilados, los policías, médicos y maestros. Y los que se frotan las manos son los narcos, los chorros, los estafadores y la lista es larga", dice en el prólogo del mismo libro a modo de justificativo de su elección de algunos de esos escritos, la transcripción con ayuda de Marcela Díaz para convertirlo en publicación propia, de la mano de la editorial El Aljibe de Damián López, con los dibujos de entonces, de Miguel Ángel Camporro y Jorge Rodríguez.


Solo tiene 100 ejemplares, de los cuáles a esta altura hay muchos menos porque el libro en cuestión, se presentó el miércoles pasado con el acompañamiento y guía del profesor Juan Peñafort. Quien quiera comprarlo debe contactar a su mail isabel zeig ner2@hotmail.com.


Ama a San Juan (lugar al que llegó con su esposo en los '70), aunque nació en Concordia, Entre Ríos, en agosto de 1932, fecha que no oculta como tantas otras mujeres, sino que grita a los cuatro vientos y lo aclara: "como soy coqueta, y me siento demasiado bien, digo los años que tengo, por si hay alguien que se sorprende". Sí, está por cumplir 90 dentro de unos meses y considera que ha llegado el momento justo para darse gustos, fuera de los muchos que ya se ha dado. 


Mamá de Alejandro y Andrea -los dos grandes motores que la incentivaron a dejarle a la prosperidad su obra escrita-, abuela o bobe de Agustina, Nicolás, Mariano e Ignacio -los principales destinatarios de este libro- y dos bisnietos Lucas y Martina, doblemente depositarios de su amor y su legado. "Hasta acá llega el currículum. Los títulos, premios y medallas que recibí en mi larga vida ya no son importantes. Gracias a las mujeres y varones que me leyeron y ojalá pueda hoy hacerlos sonreír otra vez", dice en la contratapa a modo jocoso y demostrando que está realmente agradecida al camino recorrido de la mano de su familia.


De lectura fácil, con textos cortos, la autora le agradece a todas las mujeres y hombres que le regalaron historias para volcar en sus escritos humorísticos y lúcidos que se dedican a las diferencias, cambios y otras cuestiones de la crianza entre una abuela y una madre, el empobrecimiento de todos con el paso del tiempo, el mundo femenino de pies a cabeza, sin dejar de lado la cabeza y el alma por supuesto, la soledad y los cambios de estado civil, entre otros tópicos que hacen a su mundo y en definitiva, al mundo de muchos.


Para reirse, hacer un ejercicio de memoria y por qué no, darse cuenta que todo sigue igual, como hace varias décadas atrás.