Hechos de violencia se suceden a diario, cada vez con más frecuencia. Las últimas semanas las angustiantes imágenes de una guerra deshumanizada y quizás, más cerca, como ocurrió hace unos días en San Juan, un siniestro que le costó la vida a una menor y en el que los conductores de los vehículos involucrados también eran menores, entre tantísimos otros hechos que impactan,que duelen, que movilizan. ¿Qué está pasando? ¿Cómo se explica?

La psicoterapeuta especializada en Educación para la Paz (vale consignar que se formó con profesionales del Instituto Iberoamericano de Estudios para la Paz, de México pero que ahora se trasladó a España) y docente, Silvia Rojo, explica que el ser humano por naturaleza no es violento, sino que es una conducta que se aprende. La profesional pone en la mira a la educación no sólo de la casa sino especialmente la de la escuela -la que tiene muchas más responsabilidades que la que asume- y por supuesto, lo cuestiona porque considera que podría enseñar a sentir las emociones "para gestionarlas de modo inteligente".

 

¿Se aprenden las emociones?

La violencia es producto de una emoción que no se puede regular, sin embargo se aprende la violencia. No nacemos violentos, no somos naturalmente violentos. Somos agresivos por una cuestión de supervivencia, de autodefensa. Lo doloroso es que los adultos que ahora reaccionan violentamente es porque lo han aprendido de niños. Si a un niño se le enseña que hay que odiar, escupir, insultar y quemar la camiseta del equipo contrario, cuando para el niño es simplemente una camiseta de fútbol sin entender de rivalidad, lo que estamos creando es un fanático que sin lugar a dudas va a agredir a cualquiera que no sea de su club y haga un gol. Llevemos ese ejemplo a lo ideológico religioso, a otros intereses y veamos las consecuencias. La empatía también se aprende, sin embargo se aprende más la violencia que la empatía. 

Hay un grave problema con las emociones y la educación ya que el sistema ha priorizado las capacidades del pensamiento por sobre las de las emociones, cuando en realidad desde nuestra evolución cronológica, el cerebro más primitivo -que es desde donde emergen las emociones- en los reptiles ya, inclusive antes que en los mamíferos y las aves, daba señales de que somos básicamente emocionales. Esto es así porque hay un químico en el cerebro que detecta las reacciones emocionales. Entonces podemos huir, atacar o paralizarnos. De todos modos, si bien todos somos emocionales, los reptiles, las aves y todo ser que nos antecede, no saben gestionarlo. Nosotros, un ratón, una vaca, un cocodrilo, por ejemplo ante un miedo, una amenaza, reaccionamos igual y pero los seres humanos somos los únicos que además sabemos que tenemos miedo y sabemos que sentimos, podemos analizarlo y en consecuencia, podemos hacer que el comportamiento sea diferente, gestionándolo de manera más inteligente. Esto pasa porque los seres humanos hemos evolucionado hasta tener toda una masa encefálica, que tiene que ver con tener un cerebro límbico (NDR: estructuras que dirigen las emociones y el comportamiento) pero además el homo sapiens sapiens desarrolló una neocorteza, la más nueva de la frontal, que nos diferencia por sobre las otras especies. Ahora la pregunta es: ¿alguien nos enseñó sobre las emociones? ¿alguien nos enseñó quienes somos cuando estamos enojados? y ¿cómo hacemos para gestionar el enojo? De eso la educación no se ha estado ocupando, no le ha prestado toda la atención que requiere. 

 

Pero existe la educación emocional

Está nombrada la Educación Emocional, pero no es algo profundo. Se evidencia en la docencia, hay violencia hasta en las instituciones, en la adultez de la educación. Aunque hasta podría decir que no hay adultez porque la adultez sería un humano que sepa controlar dos aspectos básicos: el control de los impulsos y la tolerancia a la frustración. Cuando nacemos tenemos 0 en esos aspectos al igual que no sabemos controlar esfínteres, comer, caminar, ni hablar. Se supone que cuando sos adulto, aprendiste muchas cosas, resolvés tu vida, deberías tener cierta tolerancia. Pero no es lo que se ve, al contrario, hay personas grandes con un comportamiento de niño, regido por el impulso, que no sabe ser frustrado y eso es grave porque es un saber que es fundante. Si hubiese Educación Emocional cada uno podría reconocer lo que siente, sabría y se daría cuenta de lo que se está sintiendo y en consecuencia podría elegir que hacer en el momento en que lo estoy sintiendo. No actuamos así. La violencia es básicamente un impulso sentido y ejecutado.

¿Qué debería hacer la escuela?

Si los adolescentes son violentos, son hijos de padres violentos que son hijos de padres violentos. La educación tiene incumbencia directa y se debe ocupar porque sus alumnos y a su vez los padres de sus alumnos pasaron por la escuela que es la institución que tiene sistematizado el aprendizaje. Lamentablemente educación falla porque básicamente no saber enseñar a ser seres humanos. Lo humano se aprende. A mis alumnos les digo que el cocodrilito es una cocodrilo chiquito, ya nace cocodrilo, no lo aprende. El ser humano no: nace un cachorrito de la especie humana, que lo que será de humano, es lo que aprenda de humanos. De hecho muchas cosas que pasan actualmente no son acciones de humanos, son de animales, por eso no podemos resolver el mayor potencial que tenemos como humanos, ya que podemos pensar diferente, tener gustos diferentes, y sin lugar a dudas no pelearnos ni matarnos por eso. Es muy loco. No sabemos ser humanos. Nada de eso ha tenido prioridad para la escuela, porque nació con una necesidad de transmitir el saber hacer, para lo cual fue creada, en pos de generar mano de obra especializada para las industrias. Pese a todos los cambios, la escuela sigue respondiendo a esa necesidad y no se ocupa de lo humano -que para la Neuroeducación o la Neuropsicología- es ligar el comportamiento entendiendo cómo funciona el cerebro. Hay un autor que dice que es como querer tejer un guante sin haber conocido la mano.

¿Hay una grieta?

Exacto. Uno entiende como funciona el alimento, que aportan los nutrientes y como los usa el organismo porque se ha estudiado el sistema digestivo, pero nadie explica cómo funciona la mente, dónde están los centros de gestión, de ejecución. Entonces cómo queremos entendernos como somos si ni siquiera se enseña sobre el comportamiento del ser humano en función de la Educación Emocional que es prioridad, con las emociones y la conciencia de darnos cuenta de ellas. 

¿Nadie lo aplica?

Soy docente del nivel superior del Instituto Pavlova de la materia Sujeto de Aprendizaje para futuros docentes de Teatro y Expresión Corporal y en este espacio se trabaja acerca de la persona a la que le van a enseñar, desde la niñez hasta la adultez por lo tanto trabajamos en entender el cerebro de quien aprende para saber acceder a un ser humano con cerebro, no a una máquina. Creo que ahí está este cambio de paradigma de la educación: en la formación docente. También tenemos talleres cuatrimestrales sobre el tema desde este año. 

¿Se ha planteado esta necesidad?

Lo ha planteado Unicef y algunas líneas educativas como Montesori y Waldorf, inclusive en toda una corriente que trabaja el Mindfulness, la filosofía vedanta (relacionada con el yoga), entre otras, que ya lo vienen aplicando hace rato porque ponen al sujeto en otro lugar. La mayoría de estas corrientes propone la meditación -que no es una herramienta sino una actividad homóloga a pensar- para evolucionar a esos estados mayores de conciencia para poder desarrollar el mayor potencial como seres humanos y poder habitar el ahora. Porque esa es otra falla de la educación: siempre nos prepara para el futuro. He visto morir personas esperando el futuro, ahorrando para el futuro, soñando con el futuro y se murieron y nunca tuvieron ese futuro. No hay una conciencia del presente. En la escuela vamos corriendo detrás de una zanahoria, se va aprobando para pasar a otro nivel, al futuro, sin embargo las emociones suceden en el presente y ese ahí dónde se pueden gestionar y activar nuevas conexiones neuronales para que en lugar de que la mente tienda a repetir -por ejemplo conflictos y el modo de resolverlos- pueda encontrar otras alternativas, porque las situaciones cambian, el mundo cambia, yo crezco o envejezco, el tiempo pasa y si sigo haciendo lo mismo, voy a tener los mismos resultados. Si no se da un salto de conciencia, no puedo empezar a tejer nuevos "cableados", nuevas conexiones nerviosas, neuronales con cada situación. 

La especialista

Silvia Rojo es Licenciada en Psicología y ejerce su profesión tanto en el ámbito privado de manera individual como grupal (su consultorio está en Entre Ríos 72 sur). Se especializó en Terapia de Pareja además de Mindfulness, ella coordina grupos de Meditación. 

Su otra veta profesional es la educación, es docente en las carreras del Profesorado de Teatro y Expresión Corporal, además es la vicedirectora del Vicedirectora del Instituto de Formación Docente "Ana Pavlova". También es docente del Instituto Iberoamericano de Estudios y Tecnologías para la Paz en México.
Actualmente está cursando un Doctorado en Filosofía.