Lo cierto es que allí encontraron quien los alimente y hasta les haga mimos. Que mejor que la nueva vida del gato Bartolo Sarmiento en la Casa de San Juan en Buenos Aires y de los muchos perros que crían en el predio de Logística y Administración de la Barrick para hablar de los cachorros y mininos en su día. En definitiva, estas anécdotas hablan, por sobre todas las cosas, de sentimientos, de cariño y mucha dedicación.
Un felino porteño pero con rasgos sanjuaninos
Nadie sabe cómo ese gato negro, peludo, mimoso pero sagaz llegó a la vieja casona de la calle Sarmiento al 1200 en el microcentro porteño, antigua morada del Gran Maestro (de ahí el nombre de la arteria dónde está ubicada) y actual sede de la Casa de San Juan en Buenos Aires. Fue hace 3 años y en el mes de junio, en medio de los preparativos de la fiesta por un aniversario más de la fundación de la provincia.
Nadie tampoco sabe cómo fue que fue a parar al fondo del aljibe que está en el patio trasero de la Casa. Lo cierto es que sus ronroneos con eco desde las profundidades, les avisaron a los empleados sobre su peligroso destino. Bartolo Valentín Domingo Sarmiento -así terminaron llamándolo quienes trabajan allí- hacía ruidos tan desgarradores que buscaron decenas de alternativas para rescatarlo. Y como no pudieron con sus mañas, tuvieron que apelar a la ayuda de los bomberos que, munidos de trajes especiales por el agua del aljibe y por los posibles gases que podrían emanar del pozo, no sólo cortaron la transitada calle porteña sino que cumplieron satisfactoriamente su cometido: sacaron sano y salvo el gato en cuestión. Desde entonces es el único animal que convive con los trámites que allí se realizan y con la historia de un lugar que supo estar habitado por muchos otros gatos (especialmente angora) y pájaros (hasta una chuña, una típica ave del norte argentino) de la mano del original propietario de la casa. No hay que olvidar que Sarmiento fue quien impulsó en su presidencia, la primer normativa de protección de los animales, lo que impulsó a que surgieran entidades que se ocuparan del tema.
"Es un gato muy cariñoso, tanto que convive con quienes trabajamos aquí. Y además de brindarnos su cariño y acompañarnos, mantiene a raya la enorme cantidad de ratas que hay en la ciudad de Buenos Aires. Es muy útil. Aparte, tenerlo es un homenaje para Sarmiento, ya que él fue un verdadero defensor de los animales. Me animo a decir que este gato, en apariencia porteño, ha heredado muchas de las características del sanjuanino: duerme la siesta, le encanta el solcito, sus lugares preferidos en la casa son debajo de la parra o cerca del retoño de la higuera en verano, la pajarera que era de Domingo Faustino e inclusive la pieza que supo ser su habitación, donde está la secretaria. En su honor aquí tenía que haber un animal", cuenta Nilda Ferreyra.
A decir verdad no todos en esta dependencia del Estado lo quieren al gato, especialmente algunos funcionarios que ocupan eventualmente estas oficinas pero basta con decirle al animal que se vaya al fondo, según relatan desde Buenos Aires, para que desaparezca por un buen rato. Más allá de esto, el felino ha ido conquistando de a poco a asiduos o casuales visitantes. Por ejemplo, a los empleados que quiere ( y que sabe que lo quieren) los espera y hasta acompaña hasta el escritorio que ocupan. Por supuesto que tiene un especial afecto por Nilda Ferreyra, la subdirectora de la Casa de San Juan, quien desde un principio se ocupó de la salud del gato (lo llevó al veterinario porque por permanecer en el aljibe se había enfermado de neumonía, luego lo hizo castrar y cada tanto lo lleva a desparasitar) y hasta el día de hoy se encarga de su comida y las vacunas. Es tal la atención que algunos domingos, se da una vueltita por las oficinas para darle unos mimos y no extrañe hasta que llegue la rutina de cada lunes.