Una inquietud en medio de la charla -de esas habituales en las tardes del taller de tejido- fue suficiente para que la idea comenzara a tomar forma. ¿Por qué no tejer para los que menos abrigo tienen?, fue la pregunta que lanzó como ‘al pasar” la dueña de casa, quien a su vez lleva las riendas de las clases en las que agujas y lanas no quedan ni un momento quietas.

¿Quién podía negarse a semejante propuesta generosa? Fue Carina Iribarren la que dio la primer puntada. Y todas las mujeres que estaban en sus clases se sumaron al proyecto solidario que semana a semana, en los días de encuentro para aprender más sobre esta artesanía, fue capitalizando ayuda de todo tipo. Ya van por la tercer campaña ‘Punto por punto”, tal como llaman a esa travesía que recorre cientos de kilómetros para llevar mantas de abrigo, tejidas por sus propias manos, al mejor destino: los alumnos de escuelas albergues que, en muchos casos, sienten con mayor crudeza el frío del invierno.

Con las dos primeras ediciones de la actividad solidaria ya fueron con sus frazaditas a las localidades de Pedernal (en Sarmiento) y La Planta (en Caucete). Por estos días, mientras están preparando todos los detalles para concretar la tercer visita en mayo próximo, están buscando a los nuevos destinatarios. Ya tienen varias propuestas y pedidos.

Lo que sí tienen en claro es que quieren llevar más mantas tejidas para que ningún niño se quede sin tener como abrigarse a la hora de dormir. Para eso, piden ayuda porque las colchas en cuestión son, en definitiva, una suma de voluntades. Y esto no es una metáfora. Es literal: cada una de las señoras del taller -que van de los 28 a los 75 años- teje cuadraditos de lana que se unen a los cuadraditos que teje otra hasta formar una manta. Una especie de trabajo en cadena.

‘Nosotras comenzamos a tejer hace un mes aproximadamente para tener la mayor cantidad de colchas listas cuando llegue la fecha de la travesía. Pero si otras tejedoras o señoras que saben tejer, que en San Juan hay muchas, nos ayudan podremos llevar muchas más mantas. Vale la pena, la carita de esos niños agradecidos es lo mejor que uno recibe a cambio. Es una experiencia movilizadora”, comparte Carina Iribarren los pensamientos del grupo que comanda tres veces por semana.

Cuadraditos tejidos no es lo único que piden. Les hace falta material. ‘En cuántas casa hay restos de lanas, ovillitos que ya no sirven, inclusive pulloveres que quedaron chicos y que perfectamente se pueden destejer para reutilizar esa lana que para nosotras es más que bienvenida”, agrega en nombre de la veintena de mujeres de todas las edades, profesiones y situaciones personales que se reúnen con la intención de tejer prendas y accesorios para sí mismas pero también con el interés común de ayudar, por medio de lo que mejor saben hacer con sus manos. Las motiva la idea de que ningún chico pase frío y en esta cruzada saben que no están solas porque en las travesías anteriores fueron acompañadas de hijos, maridos, nietos, novios que dejan de lado sus tareas habituales para llegar justamente donde las necesitan.

‘Acostumbramos a partir a cada lugar en familia. Vamos en carabana y esto enriquece el contacto con los niños del lugar porque entre todos compartimos una merienda, un partido de fútbol, la lectura de cuentos, arriar la bandera. De eso se trata, en definitiva, de compartir”, agrega la profesora.

En el 2014, el primer cargamento tuvo como destino la Escuela Albergue Josefa R. de García en Pedernal. Allí no solo llevaron mantas sino también hicieron un chocolate. La segunda travesía partió hacia la Escuela Provincia de Bolivia en La Planta, a pocos kilómetros de Marayes. Aquella vez a las mantas les agregaron un paquete para cada niño con ropa interior, camisetas y medias nuevas. Además de un gorrito tejido artesanalmente por las mismas tejedoras. Aparte, como recibieron ayuda de Sahni, la Fundación Manos Abiertas, la Panadería El Clarín, entre otros emprendimientos privados, entidades de bien público y particulares, pudieron repartir pañales, alimentos, útiles y hasta una bandera de ceremonias.

‘La primera vez llevamos 17 mantas. Eramos 8 tejedoras solamente. Al año siguiente, en el 2015, llevamos 39. Ahora queremos tejer 50. Sabemos que en las zonas alejadas el frío se siente y mucho. Es nuestro pequeño granito de arena”, dice convencida de que las mantas que tejen y entregan con sus alumnas sirven para dar mucho más que calor, en un iniverno crudo que se avecina.