Llega la noche más esperada por los más chicos del hogar y de toda la familia porque aprovechan las fiestas para reunirse y celebrar.

La agitación, las decoraciones de Navidad, los nuevos olores en la casa y todos los movimientos son elementos que apasionan a los más pequeños y que les ayudan a esperar la llegada de Papá Noel.

La Navidad es ante todo una fiesta; y esto, como el juego, es algo que los niños comprenden, y viven, divinamente. Podemos entonces recurrir a cualquier imagen que el niño pueda asociar fácilmente con una fiesta. La imagen más adecuada sería entonces, la del cumpleaños. Sí, Navidad es celebrar el cumpleaños de nuestro amigo Jesús. La Navidad es una fiesta de familia. Todo lo cual se entiende perfectamente porque el origen histórico de la Navidad está en una familia, la Sagrada Familia, la familia en la cual nació y creció Jesús de Nazaret. Sus padres vivieron grandes alegrías, y también sufrieron grandes dificultades como muchas familias de hoy. Pertenecían a una cultura y a una religión muy concreta y como tales educaron a su hijo en la fe y en el amor a Dios y a todo lo que Dios ama. Por otro lado, desde el punto de vista antropológico, el amor y la ternura que se dan en muchas familias entre los esposos, y entre los padres y los niños es el ejemplo más claro de cómo es el amor que Dios tiene por nosotros.

La Navidad es una buena ocasión para enseñarles a disfrutar del momento presente y de vivir juntos el tiempo que pasa. Además, de inculcarles la alegría de compartir y celebrar, igual que el festejo de su cumpleaños.

Para un niño o una niña, esperar a que llegue la Nochebuena es algo mágico que con el paso del tiempo, guarda en su corazón esos recuerdos que son imborrables. O, a caso ¿cuántos adultos cuentan sus anécdotas navideñas cuando eran niños?

Como la luz, que renace después de apagarse. Eso también es esperanza. El niño vive en el presente, se impregna de lo que le rodea.

Durante los preparativos de la fiesta, percibe los cambios en el decorado, las palabras que se intercambian, las emociones de cada cual, la alegría y los placeres compartidos. Para él, esperar también es vivir intensamente cada instante y alegrarse de lo que va pasando. Lo que comparte con alegría en ese momento, querrá perpetuarlo cuando sean un adulto, con sus propios hijos. Un ejemplo que vale la pena ser vivido.