Decidida, segura y preocupante resulta la primera frase de este joven pero experimentado ingeniero en sonido titulado en el vecino país de Chile sobre la realidad sonora de San Juan: “La minería es una industria que en general cumple con las disposiciones legales existentes para proteger al trabajador de los ruidos que pueden causar fuertes lesiones al oído. Mucha gente habla de los ruidos que ocasionan las industrias, pero estas están reguladas. Dentro de la ciudad hay focos de ruidos que van a generar una sociedad de sordos pensando a futuro. Los jóvenes son los más afectados por los nuevos dispositivos tecnológicos y el alto volumen de música que se reproduce en los boliches, entre otras cosas”, explicó Dávila. Titulado en la Universidad tecnológica de Chile, luego de seis años de carrera, el ingeniero comentó que recién salido del secundario comenzó a estudiar la carrera de contador público en la Universidad Católica de Cuyo. “Finalmente me di cuenta que lo que me apasionaba verdaderamente era el sonido, colgué los estudios de contador y me fui a estudiar a Chile, porque era en su momento la única universidad latinoamericana que contaba con la carrera.
Actualmente existe en Buenos Aires pero lleva solo tres años de vida”, comentó Dávila. En la República Argentina existen dos leyes laborales que incluyen “in extenso” la cuestión del ruido: la Ley Nº 19.587/72, de Higiene y Seguridad en el Trabajo, y la Ley Nº 24.557/95, de Riesgos del Trabajo. Con sus reglamentaciones protegen directa o indirectamente al trabajador y establecen límites de exposición a ruidos y vibraciones. Las mismas establecen que el tope máximo legal para cualquier sonido de trabajo es de 85 decibeles (lo cual es considerado como una ley muy exigente). Debido a que una caminata por el parque implica exponerse a 75 decibeles. “El problema es que hay gente que critica a las industrias, incluida la minería, por el ruido de las máquinas y por las explosiones. Sin embargo, estas tareas están reglamentadas y los trabajadores cuentan con la protección y controles necesarios”, explicó Dávila, pero agregó: “No se tienen conciencia del daño que produce una exposición prolongada a ruidos de más de 110 decibeles como un boliche, un mp3 o el motor de un colectivo de ciudad. Se produce un fuerte desgaste del oído, lo comienza a lesionar. Uno de los grandes problemas es que los nocivos efectos no pueden percibirse de manera inmediata. El oído se va dañando lentamente y luego de años llega a producir falta de audición, trastornos de sueño, alteraciones hormonales, físicas e incluso cardíacas y problemas de aprendizaje en los niños”.
El joven ingeniero de 33 años no trabaja en relación a la industria minera, pero posee varios proyectos que pretende desarrollar en la provincia para poder aumentar el control del ruido dentro de la industria, pero fundamentalmente en la ciudad de San Juan.
Mapa de ruido
En virtud del gran desarrollo de San Juan durante los últimos diez años en materia industrial, automotor y de viviendas, el ruido de la ciudad ha aumentado de manera considerable. Es por ello que, Maximiliano Dávila, pretende desarrollar el proyecto “Mapa de ruido” de la ciudad de San Juan. “El mismo implica dividir la ciudad por zonas de colores. En cada zona se aplicarían niveles sonoros determinados dependiendo de las tareas y actividades que se desarrollen. Esto implicaría contar con un organismo que ejerza el control de los niveles de ruido para mantener la salud acústica de la comunidad. Es un proyecto que ya se ha implementado ya España”, explicó el ingeniero Dávila.