Muy discreta y hasta curiosa fue la participación de la provincia de San Juan en la Asamblea del Año XIII. Convocada por el Segundo Triunvirato (autoridad de gobierno en el Río de la Plata entre 1812 y 1814) y denominada formalmente como Asamblea General Constituyente de 1813 de las Provincias Unidas del Río de la Plata, buscaba una constitución para las Provincias, marcando la idea federalista que aparecería definitivamente en 1816 en Tucumán con la declaración de la Independencia. Por ello, esta Asamblea estuvo representada por los pueblos recién emancipados en 1810, entre ellos San Juan, aunque no contó finalmente con representantes de todo el interior.
Inaugurada el 31 de enero de 1813 bajo la presidencia de Carlos María de Alvear, diputado por Corrientes, de sus sesiones surgieron resoluciones importantes para todos, a pesar de que intereses de sectores impidieron que se proclamara la Independencia en ese año 1813. Hasta entonces, por influencia de Bernardino Rivadavia, no se escuchaba la voz el interior. Sobre este aspecto, la diputada nacional Margarita Ferrá de Bartol, miembro de número de la Academia Nacional de la Historia y presidenta de la Junta de Estudios Históricos, consultada por DIARIO DE CUYO afirma que "la corriente revolucionaria nacida en 1810 estaba decidida por la declaración de la Independencia". Tras la llegada de San Martín al Río de la Plata (9 de marzo de 1812), con la consigna clara de que el rumbo de la Revolución debía ser la independencia, "crea la Logia Lautaro con dos sanjuaninos ilustres en ella, Francisco N. Laprida e Ignacio de la Roza. Ambos estaban en el mismo rumbo de San Martín, quien produce una revolución el 8 de octubre de 1812, de donde surge de manera contundente la idea independentista. Inmediatamente el gobernador de Buenos Aires se compromete a una nueva asamblea con diputados del interior: será la Asamblea del Año XIII. Allí encontramos -sigue diciendo Ferrá- los gérmenes del federalismo: libertad, igualdad, fraternidad y federación". La Asamblea, sin ninguna duda, significó el triunfo de la idea revolucionaria de 1810 en busca de la independencia que llegaría recién en 1816. Y por ello, para Ferrá, "no debe sorprendernos que Laprida fuera el presidente de Congreso de Tucumán en la sesión que declaró la Independencia, el 9 de julio de 1816".
Entre las medidas más notables de la Asamblea (donde por primera vez no se cita a Fernando VII en una declaración pública), y que se cumplirían inmediatamente también en San Juan, están la libertad de vientres de las esclavas, la abolición de la Inquisición y la práctica de tortura, el tormento judicial (mandando quemar los instrumentos de castigo), la eliminación de mayorazgos, títulos y escudos de nobleza, el fin del tráfico de esclavos y la liberación del pago de tributos a los indígenas, entre otras, así como el establecimiento del Escudo Nacional y el encargo de componer el Himno Nacional Argentino. En materia religiosa la Asamblea legisló también notablemente y al decir de Darío López Belot en su "El nacimiento del Estado Argentino y la cuestión religiosa", además de la abolición de la Inquisición, algunas de las medidas fueron la liberación de los sacerdotes de cualquier autoridad del nuncio, o cualquier otra fuera del territorio y la secularización de los hospitales. En cuanto a "los otros cultos", fuera del católico, se establecía que nadie podía ser perseguido o molestado por sus opiniones religiosas.
Sobre la forma de elección del representante sanjuanino a la Asamblea del Año XIII, la magister Isabel Gironés de Sánchez, docente e investigadora, ex ministro de Educación de la provincia, también miembro de número de la Academia Nacional de la Historia, recordó para esta nota que San Juan "estaba muy pobre para poder mandar representantes con sueldo y gastos de viaje, estadía, etc. Por ello, y por sugerencia de Alvear (Carlos María, con serias diferencias con San Martín), aparece en escena Tomás Valle. En referencia a su representación, Horacio Videla (Historia de San Juan, Tomo III, Academia del Plata, UCCuyo, 1972), escribe que "el Cabildo de San Juan asociado a ocho vecinos electores, procedió el 17 de noviembre a la elección del congresal local a la Asamblea de enero". Y aclara que, "descartada la candidatura de Laprida (…), el doctor Tomás Antonio Valle, hombre del grupo alvearista, obtuvo la mayoría con siete sufragios".
Valle no era sanjuanino ni conocido en San Juan a donde jamás había venido: "Se trataba de un porteño, tío de Mariano Moreno, a la sazón de cincuenta y seis años, que ostentaba como mejor titulo el de factor del alvearismo en auge". A ello agrega Videla que las referencias coincidían en presentarlo como "un ilustrado y hábil abogado, de actuación política y judicial que le permitió escalar esa suerte de Corte Suprema con nombre de Cámara de Apelaciones, instituida en 1812 por el Triunvirato".
Citando luego a Ricardo R. Caillet-Bois ("Una información secreta de origen realista sobre los principales revolucionarios del Río de la Plata") el fallecido historiador sanjuanino explica que otros antecedentes menos elogiosos para Valle, lo ubicaban como un "antiguo revolucionario de conciencia poco escrupulosa y aficionado a regalos". Sin embargo es el propio Videla quien aclara finalmente sobre el personaje: "la personalidad y la carrera política del doctor Tomás Antonio Valle, no glorifica ni ensombrece a San Juan, sino al bando de Alvear y sus amigos que lo lanzaron a las posiciones políticas. " Y remata asegurando que su actuación en la Asamblea, que presidió en varias ocasiones, "fue a nivel de primer plano".

