Una historia estremecedora que tiene como condimento esencial un profundo arrepentimiento, que fue el puntapié de un cambio rotundo en su rol paterno. Javier tiene 45 años, tres hijos, fue adicto y como si fuera poco estuvo siempre al margen de la ley. Para poder continuar y dar la aceptación a semejantes antecedentes, Javier Silva contó su historia llena de reflexiones y una afirmación: "Siempre se puede”. Una vida marcada por la soledad, el abandono y el desamor, algunas de las realidades de los sinsabores que vivió desde chico al lado de una mamá soltera, entre otras razones.

Una infancia donde lo peor estuvo presente: calle, adicciones, malas compañías y delitos; sin dejar de mencionar el hambre, la falta de hogar, de familia, de acompañamiento y muchas cosas más. Una vez casado, llevó un camino de esclavitud por sostener la casa y la comida, nada era bueno para él.

La sombra del pasado estuvo presente hasta que en la última comisaría que estuvo pudo reflexionar cuando presenciaba la llegada de pequeños delincuentes. Es allí donde se produjo el milagro. Una vez cumplida la condena, concurrió a diferentes centros de rehabilitación y granjas terapéuticas, en cada una de ellas aprendió el comportamiento social y lo importante que es "el amor”. Fueron muchos los años que trabajó de un modo distinto al que estaba acostumbrado, la paternidad ocupó el primer lugar, de a poco recuperó a sus tres hijos.

Luego de esa vida tan compleja sintió la necesidad de trasmitir todo lo contrario a lo que había sido su vida. De ese modo se produjo el "click” y comenzó a trabajar en centros de rehabilitación como ayudante. Hace 5 años que Javier Silva es director institucional en diferentes comunidades que se manejan a través del Ministerio de Desarrollo Humano de la provincia. Es responsable de los centros reeducativos: Proyecto Juan (centro terapéutico de internación de adictos y delincuentes), Centro San Benito (internación de día) y del Hogar Nazario Benavídez (Instituto para jóvenes en conflicto con la ley penal).

Javier cuenta que hoy tiene además de sus tres hijos biológicos, 400 hijos más pertenecientes a estos centros de rehabilitación. "En estos lugares encuentro a ese Javier de niño que trató de todas formas de revertir sus historias, mi receta es sencilla, primero los escucho, los acompaño, los contengo con comprensión y paciencia y les doy afecto. Pero hay algo que debo tener, y creo que es lo fundamental en un padre: Tengo fe en ellos”, asegura Javier.

Con todo su bagaje oscuro, hoy tiene una gran responsabilidad: poner luz en el camino de muchos chicos que en la mayoría de los casos les faltó el Papá. Javier está convencido que "un día va entrar un chico como Javier Silva”.