Desde el año pasado, los integrantes del proyecto CreSiendo en Esperanza (de la Fundación CreSer) tenían un cronograma de acciones y actividades con los habitantes del Barrio Valle Grande que funcionaba a la perfección. Según esa agenda, una vez por semana, la chef Mariana Correa Rossini, iba hasta el lugar a enseñar recetas de cocina con frutas y verduras de estación, nutricionalmente proporcionadas y por supuesto, ricas y rendidoras. Estas deliciosas preparaciones se vendían y con parte del dinero recaudado se adquirían los ingredientes para las próximas clases de cocina y su consecuente venta, mientras que había una pequeña ganancia para cada familia. 


De noviembre hasta febrero, se cumplieron los plazos y objetivos sin problemas. Sin embargo, la revolución que provocó la pandemia en cada casa, en cada barrio, en cada provincia y en todo el país y el mundo, entre otras cosas, trastocó esos planes. Ahora, las recetas les llegan de manera virtual y ya no pueden vender tan libremente sus productos, por ende, no tienen como volver a comprar los ingredientes. Es por eso que las amas de casa, la profe de cocina y quienes conforman la fundación decidieron hacer una colecta de alimentos por semana para poder seguir sosteniendo esta iniciativa que tiene como finalidad aprender a cocinar para tener una salida laboral para un grupo de 18 mujeres. Es que en definitiva, lo que esta fundación persigue es dar herramientas que permitan "quebrar el círculo de pobreza haciendo equidad para la igualdad', según rezan sus principios.


Por eso, están esperanzados en que sean muchos los sanjuaninos que puedan aportar algún alimento de un listado que están difundiendo para que las clases de cocina, vuelvan a tener sentido (ver Para colaborar).


"Con una nutricionista definimos las recetas, yo mando por video el paso a paso, algo de teoría y algunos secretos. A cada una de las participantes le llevamos los ingredientes pesados y porcionados para que cocine en su casa. Cada una debe devolver una foto con lo que prepararon, porque así cada alumna es evaluada para ver su avance. A su vez, lo que cocinan sirve para alimentar a su familia, convidar a los vecinos y por qué no intentar vender a terceros. Se hace lo que se puede, con mucho esfuerzo', cuenta Mariana que todos los lunes pone en práctica recetas sencillas, económicas y saludables. En el último tiempo han preparado praliné de soja, hamburguesas de lentejas, hotcakes de banana y algarroba, pan de maíz, budín integral de zucchini y limón, tarta de verduras, nuggets caseros de pollo, pizza de coliflor, entre otros. Sin lugar a dudas, la actividad se ha convertido en un momento especial para estas mujeres que, en la mayoría de los casos son las jefas de hogar y que a la vez trabajan en la cooperativa barrial haciendo tareas de mantenimiento. Claro que si se les pregunta, ellas preferirían cambiar esa ocupación por tener su propia venta de cocina casera. Ese es el camino que están emprendiendo con mucho esfuerzo.


La experta de gran corazón

En octubre del año pasado le llegó la noticia que una fundación buscaba profesionales para dictar talleres de cocina. Y no sólo eso, con una mirada social y solidaria que convertían esas clases en un proyecto altruista sin parangón. Por eso, Mariana Correa Rossini -que tenía experiencias previas semejantes- no dudó ni un segundo para postularse. Una entrevista sirvió para dimensionar lo que ella había hecho años antes y cómo con un simple paso a paso de un plato, lo que ella sabe hacer, había ayudado a tanta gente (como las personas juzgadas en Flagrancia y mujeres trans a las que capacitó junto a la chef Soledad Bastías en el proyecto del Centro Genesaret, junto a la Fundación Fe y Alegría o las clases de pastelería y conservas que daba con Gabriel Vacca a personas desocupadas como parte de un programa de la Facultad de Ciencias Económicas de la UCCuyo, la Fundación Loma Negra y Municipalidad de Rivadavia). Ese fue el primer paso para empezar a soñar lo que por fin comenzó a concretarse un mes después.


"Incorporarme a este proyecto fue una movilización muy grande. Estas mujeres me enseñan que no hay que dar nada por sentado y a su vez, me demuestran el valor de los pequeños gestos, esos que pueden transformar cada día en un mejor destino', confiesa Mariana que además de cocinera y sommelier es estudiante avanzada de Organización de Eventos y Relaciones Públicas y cocina deliciosos panes integrales y con semillas y tortas. 


Para colaborar


Huevos frescos, especias (canela, pimienta, sal, provenzal, pimentón), polvo de hornear, rocío vegetal, aceite, leche en polvo, manteca, harinas (000, 0000 y leudante), azúcar, queso mantecoso, puré o salsa de tomates, descartables (como potes con tapa, bolsas de distintas medidas, etc) son los ingredientes que más necesitan en el taller. El resto de los alimentos ya se los donaron o hay en existencia en la fundación. Otras semanas además piden verduras y frutas de estación.


Reciben desde unidades o porciones pequeñas hasta paquetes cerrados, cajones o piezas completas, ya que consideran que todo es bienvenido y suma para llenar las ollas. 


Calculan que con estas colaboraciones las 18 mujeres del taller podrán cocinar diferentes recetas para al menos dos semanas.


Si bien la urgencia pasa por los alimentos, por supuesto que reciben todo tipo de donaciones, inclusive vajilla, utensilios y hasta pequeños electrodomésticos que puedan favorecer y mejorar sus preparaciones.


Quienes puedan acercarles algún tipo de ayuda pueden comunicarse a los teléfonos 2644606606 (Victoria Juárez, que es la coordinadora de la Fundación CreSer) y 2645403871 (Mariana Correa Rossini) o por mensaje en Instragram en @fundacion.cre.ser.sanjuan.


Mucho compromiso


Además de los talleres de cocina que la Fundación sostiene en el barrio Valle Grande, ubicado en calle 5 y Meglioli en Rivadavia, organiza otros espacios de capacitación y contención. Por ejemplo, con ayuda de algunas entidades y empresas, más del aporte del ministerio de Desarrollo Humano, entregan una merienda saludable a los cien chicos que asisten a sus proyectos en el barrio y otros 60 que iban a practicar básquet en el Barrio Madre Teresa de Calcuta en Pocito. Esta actividad física está suspendida por la pandemia, pero igual el alimento a media tarde llega a los niños. 


La fundación está interesada a través de diferentes proyectos en fortalecer aspectos nutricionales y generar hábitos saludables en quienes ayudan. También proponen clases de apoyo escolar y generan, en la medida de lo posible por el distanciamiento social, espacios de arte, educación emocional y hasta actividades de entretenimiento. Hay propuestas diseñadas para las mamás para mejorar su calidad de vida familiar.

Por Paulina Rotman
Fotos: colaboración Mariana Correa