Una joya. “El libro es toda una joya completa de aportes no solo en lo referido a lo minero, por sus descripciones y precisiones de viaje es como un manual para cruzar la cordillera” dijo Grasso.

 

 

A mitad del siglo XIX se publicaba en Londres la obra del ingeniero Ignacio Rickard, Viaje a través de los Andes, quien comenzó su recorrido desde Chile a Cuyo. En 1999 se imprimió en la Argentina una traducción de esta obra por parte de Emecé Editores en la que se resumen los caminos del ingeniero inglés en reconocimiento de las minas de plata de la sierra del Tontal y también de La Huerta. Alberto Grasso, ingeniero de Minas y profesor de la carrera en la UNSJ, facilitó a CUYO MINERO un ejemplar, una pequeña joya adquirida de la desaparecida “Florida Libros” a un precio de $14. “Todo lo que encontraba lo analizaba. Son los primeros análisis mineralógicos de la época, estoy convencido que en Minería no tienen datos anteriores a esto, Sarmiento como visionario y Rickard como ejecutor marcaron un camino para la actividad” valoró Grasso.


Ignacio Rickard fue un militar e ingeniero inglés radicado en Chile con vínculos con los grupos de poder de la Argentina se aprecian en la dedicatoria de la obra al presidente Bartolomé Mitre y al teniente coronel Domingo Faustino Sarmiento, gobernador de San Juan, como testimonio de su amistad. Fue precisamente para el gobierno de Sarmiento en 1862 que Rickard es contratado como Inspector General de Minas. “Mis deberes eran examinar y explorar el distrito de minas de plata recientemente descubiertos en San Juan y aconsejar los  mejores medios para desarrollar la riqueza minera y otros recursos de esa extensa República”, dice en el primer capítulo. Según el libro y en consonancia con lo explicado por Grasso, Rickard sale desde San Juan y sube por la Quebrada de Maradona, zona a la que denomina mineral del Tontal, baja a Hilario donde estaba la fundición, luego a Calingasta y vuelve. Completa el periplo con otra excursión a Hualilán y otra a la zona de Marayes. El resultado son 24 pruebas sobre muestras promedio de diferentes minas del Tontal como Del Carmen, Mediodía, Encantadora, La Fortuna, Sarmiento, Los Tres Amigos, Independencia entre otras, y después de minas de La Huerta integradas por Rasario, La Paz, Los Reyes, Bella Isaula, Santo Domingo y Chucumera. Las muestras fueron analizadas primero en San Juan y luego en Londres por Johnston y Matthey, de Hatton Garden, los que confirmaron la presencia de enormes depósitos argentíferos en El Tontal. “Pasé 18 días en el distrito, investigando minuciosamente la naturaleza y extensión de los depósitos argentíferos. Encontré algunas espléndidas vetas de cuarzo y rastros de oro; tanto que a cada momento esperaba recoger una piedra con oro metálico. Tampoco faltan vetas de cobre; pero las de plata son tan numerosas que los mineros miran con desdén los metales más bajos”, describiría Rickard. “Es algo que entiendo que en este momento seguimos sin tener un dato cierto de qué hay, en aquel entonces había y por algo los chilenos se pasaban y explotaban; creo que esa cuesta del Tontal merece una investigación más profunda, no digo que tengamos un Veladero pero definitivamente el potencial es enorme”, sumó al respecto Grasso. 


Resulta interesante las descripciones que hace el inglés sobre los mineros de la época y sus métodos. De hecho destacó sentirse maravillado por la rapidez y precisión con la que el  minero sudamericano reconoce las diversas cualidades del mineral con solo una mirada rápida. “Si el minero experimentado encuentra una clase nueva de mineral que lo intriga a primera vista, recurre su primitivo y aparentemente absurdo método de prueba: Un cuerno de vaca cortado longitudinalmente al medio y un poco de agua limpia, es todo lo que necesita para establecer su laboratorio”, describió. 


La valoración de costumbres locales que el inglés plasmó de sus viajes también son todo un dato de color. En su ruta hacia las minas del Tontal por ejemplo, relató su visión respecto del fracaso de emprendimientos mineros en Sudamérica por la pérdida de maquinarias demasiado pesadas para las mulas, situación que llevó a su abandono por parte de los propietarios. “El resultado es que de nueve de cada diez empresas mineras sea el fracaso; no debido a la pobreza de las vetas o calidad del mineral, sino por la obstinación de los ingenieros europeos que no se convencen de que es una locura de enviar semejantes volúmenes de hierro que sólo nuestros ferrocarriles ingleses pueden transportar”, explicó. 

 

A plumín. El mapa con el que consta el libro fue hecho a plumín por Rickard con un boceto que luego se imprimió en Inglaterra. Puede considerarse la primera cartografía minera.

Cruzar la cordillera y no perder en el intento

La descripción de los Andes por Rickard, consideró problemática la relación entre la despoblación y las dimensiones del país y confió que la solución a esta cuestión era la llegada de la inmigración. Aún así fue optimista en cuanto a las potencialidades mineras argentinas teniendo a la cordillera como barrera, de hecho consideró los meses de verano para realizar el viaje para evitar contratiempos climáticos y sugiere el mes de Mayo como la última fecha posible para realizarlo. Valoró la experiencia de los arrieros a quienes destacó como los indicados para organizar las provisiones de un viaje de alta montaña: “El conseguirá las cantidades adecuadas de carne, papas, sal, cebollas, charqui o carne seca, arroz y grasa, todo por unos pocos dólares de plata” y sumó consideraciones en cuanto a la vestimenta adecuada, acorde a la época, en la que resalta el rol del poncho, a la que describe como una manta tosca de lana y “muy preferible a cualquier indumentaria de montar inglesa”.