Fusil bajo el brazo y con aspecto de soldado de la Segunda Guerra Mundial, el joven ruso Aleksandr Romanovskiy fue el primer guía de turismo en el archipiélago de Svabard. Se considera un amante de los paisajes argentinos, país que ha visitado varias veces.


El desolado archipiélago de Svabard es uno de los puntos más septentrionales del planeta. Es conocido como la puerta al Ártico para países como Rusia y Noruega, a su vez contiene antiguas explotaciones de carbón que fueron quedando en desuso. Es aquí por donde se pasea y trabaja diariamente Aleksandr Romanovskiy, el primer guía turístico de la mencionada zona. El joven políglota pasa sus días recorriendo los distintos parajes armado con su fusil, que no es simplemente de adorno, ya que por seguridad de los turistas ante los osos polares debe llevarlo siempre colgando de su hombro.


“En Spitzbergen (la isla más grande del archipiélago), es necesario llevar al menos cohetes de señal, o mejor un fusil, para tener libertad de movimiento”, explica Romanovskiy, haciendo referencia a que los osos polares son muy numerosos en la isla y representan una seria amenaza para un viajero poco preparado.


“El otoño pasado un oso polar entró en el hotel por la ventana del museo. Gracias a Dios, no atacó a nadie, logramos sacarlo sin problemas  para los visitantes ni para el oso. Pero más allá de eso es una zona tranquila donde existen algunas pocas operaciones mineras todavía y algunas bases de estudios científicos de varios países”, comentó.


A su vez, asegura que más allá de amar el lugar donde trabaja, sus vacaciones siempre tienen otro destino, entre ellos Argentina, lugar que conoce de norte a sur. “Suelo ser un viajante low cost, gasto muy poco en mis vacaciones para poder conocer la mayor cantidad de lugares. Mis destinos son China, Asia en general y sobre todo Latinoamérica, donde he podido recorrer Argentina casi en su totalidad, la cual tiene paisajes increíbles y hermosos”. 


El guía ruso utiliza un capote emblemático (tradicional de los oficiales de la Armada rusa), el cual compró en la tienda del ejército por su precio bastante bajo y por su buena resistencia al viento. No obstante, su look desaliñado y polar, sumado a su vestuario, tiene un enorme “éxito” entre los viajeros.


“En invierno, soy totalmente auténtico para el clima y la historia local. En verano, es menos correcto y por eso me suelen criticar los turistas rusos, pero a los extranjeros les gusta un montón”, cuenta.

De fondo. Muchas minas de carbón superficiales fueron explotadas en la zona de Spitzbergen y “Sasha” es el encargado de los recorridos hace más de cuatro años. 

Los visitantes suelen tomarse fotos con Aleksandr y escuchar sus relatos sobre la isla. Además, siempre capta la atención de los cineastas que llegan a estos desolados parajes para rodar películas y documentales sobre la extraordinaria fauna que existe en el archipiélago.


El lugar de trabajo del joven ruso se encuentra lleno de históricas minas donde se extraía carbón. Y aunque todavía quedan algunas, la actividad fue perdiendo fuerza y las autoridades noruegas y rusas comenzaron a apostar por el turismo para revigorizar las islas y así mostrar la magia que existe en estas heladas y lejanas tierras. 


Aleksandr comenta que encontró el excéntrico trabajo de casualidad. En 2012 vio un anuncio en una página web y de inmediato envió una aplicación. “No pude dormir por las noches. Estuve muy nervioso y me calmé solo al llegar al archipiélago en mi nuevo cargo de guía-traductor”, recuerda Romanovskiy.


Durante los primeros años fue el único guía en las islas y se ocupaba de todos los visitantes. Con la creación de la empresa especializada en turismo en 2014 y la llegada del nuevo gerente, el equipo de los guías va creciendo, y actualmente  viven de manera permanente entre seis y veinte personas, según la temporada. “Es un trabajo sacrificado pero a la vez muy romántico. Te brinda la posibilidad de ver paisajes únicos y hermosos, y además por todo esto te pagan”, explica Sasha (diminutivo de Aleksandr) ante lo atractivo de este raro empleo.


 

>> Un lugar inhóspito


El archipiélago noruego de Svalbard se encuentra en la zona más septentrional del país escandinavo. Según los tratados internacionales, los países cercanos pueden desarrollar actividades económicas en las islas, y Rusia aprovechó la situación, teniendo una “guarnición” muy peculiar en esas tierras. Desde el punto de vista práctico, el inhóspito grupo de islas nunca se ha convertido en una zona muy poblada y “desarrollada”. El frío y el viento previnieron que se fundaran en Svalbard muchas localidades pobladas, favoreciendo expediciones en vez de asentamientos permanentes. Jurídicamente la zona pertenece al Reino de Noruega, pero el Tratado de Svalbard de 1920 establece la “igualdad absoluta” para los ciudadanos de otras naciones firmantes respecto a la explotación de los recursos de las islas, a condición de que el archipiélago fuera desmilitarizado y la soberanía de Noruega no se pusiera en dudas.