Aquel sábado se subió al colectivo sólo con las expectativas de llegar al cumpleaños de 18 de su amigo y compañero del equipo de vóley. Sin embargo, en el trayecto del viaje desde Caucete a la Capital, parado, en un colectivo repleto de personas, se vio obligado a virar sus pensamientos cuando sin titubeos tuvo que activar todo lo que había aprendido hacía apenas unas horas antes.

Fabricio Deniz es alumno de la Diplomatura de Seguridad Ciudadana que se dicta en la Escuela de Seguridad, dependiente de la UCCuyo. La clase del viernes había estado centrada en la teoría y fundamentalmente la práctica de primeros auxilios. Gracias a esos conocimientos pero también a su audacia y vocación le salvó la vida a un bebé, de quien ni siquiera sabe el nombre. Su gesto, humanitario y solidario, le valió un diploma que le entregaron las autoridades universitarias hace unos días.

Aquel sábado -el 16 de septiembre pasado- se subió ya de noche al colectivo que lo traía a divertirse. La movilidad iba sobrecargada de pasajeros entonces se ubicó en el fondo del transporte, enfrente de una mujer joven que amamantaba a su bebé. Calcula que el pequeño tendría un año, o quizás menos. De repente, el muchacho de tan sólo 18 años se percató que cuando esa mamá abrió la ventanilla y "entró una ráfaga de viento fuerte", su hijito se asustó y se ahogó. Como muchas veces sucede erróneamente en estos casos, "la mamá lo empezó a zamarrear y yo me desesperé porque le podría haber lastimado las cervicales. Ante eso le pedí el niño, ella me dejó su lugar y empecé a aplicarle las técnicas que nos habían enseñado en la clase del día anterior", relata y explica que la maniobra en cuestión fue colocarlo boca abajo, con el cuerpito en su antebrazo, agarrándole con la mano las mejillas y dándole golpes en la espalda para que -como tenía su pancita comprimida por el antebrazo-, el pequeño vomite, liberando la vía aérea.

Todos los aplausos. Un diploma y una resolución de la casa de estudios es lo que le entregaron al estudiante. En este último documento se detalla que "se destaca la conducta del alumno Deniz por su responsabilidad, compromiso y vocación de servicio a la comunidad, virtudes que aspiramos encontrar en nuestros servidores públicos”.

"Cuando hice la maniobra dejó de toser entonces lo di vuelta y noté que se estaba poniendo morado, lo que era un signo evidente de falta de oxígeno. Ahí empecé a hacerle compresiones en el pecho con los dedos de las manos porque al ser tan chiquito no le podía hacer la maniobra de RCP (Reanimación Cardiopulmonar) porque podría lastimarlo. Lo repetí varias veces y también le volví a golpear la espalda hasta que se desahogó. Cuando vomitó y empezó a llorar sentí que le pasaba el aire. Lo puse frente a mí, pero el colectivo paró, la gente empezó a bajar y su mamá me lo quitó de los brazos y también descendió. Yo supuse que su celeridad era para llevarlo al hospital. Al otro día consulté y no había registro hospitalario de ningún niño ahogado. No lo llevó. Mi preocupación era saber si ese bebé había quedado con alguna secuela en su cervical o en el cerebro por la falta de oxígeno. Pero no lo puedo saber hasta hoy porque ni siquiera sé cómo se llama, tampoco volví a cruzarme a su mamá en Caucete", detalla Fabricio sobre la odisea, que reconoce fue de tan sólo un par de minutos.

¿Si tuvo miedo? Dice que no. Si desesperación por ver que el niño respire con normalidad y por hacer lo aprendido sin errores. Aunque repasando mentalmente los sucesos recuerda que cuando el colectivo quedó con menos gente, les contó a sus compañeros lo que había pasado apelando a una metáfora: "Les dije que venía haciendo repiqueteo en el colectivo porque me temblaban las piernas", después de su intervención exitosa. Porque obviamente hay que calificarla así ya que tan sólo había practicado en la clase donde aprendió el paso a paso. Inclusive fue con un muñeco. De todos modos, Fabricio confiesa que prestó mucha atención a la clase y se interesó porque alguna vez le pasó a su mamá y fue su hermana quien la ayudó a respirar porque él no sabía cómo hacerlo, entonces quería aprender sí o sí. Claro que jamás pensó que tan pronto tendría que ponerlo en práctica.

"El lunes siguiente al suceso me encontré con uno de los profesores de la asignatura Higiene y Primeros Auxilios y se lo comenté. Él fue quien lo hizo llegar a las autoridades de la universidad", cuenta Fabricio sobre los pormenores del certificado que recibió hace unos días que lo motiva a seguir adelante en su vocación y que a su vez llena de orgullo a toda su familia, con quienes comparte las tareas en un emprendimiento de productos artesanales de licores, dulces y conservas caseras pero además, cada tanto, hacen un acto solidario como ser organizar pequeños festejos del Día del Niño en su departamento. 

"Elegí esta carrera porque me interesa mucho todo lo que se refiere a ayudar a otros, mantener un orden, hacer cumplir los derechos de las personas. Aparte que también me gusta mucho ver el trabajo que la policía hace en sus intervenciones", dice Fabricio, a quien aún le restan algunos meses para poder obtener su título. Confiesa que no estudió directamente para ser cadete de la Policía que se estudia en la Escuela de Policía, en cambio él va a ser un agente- porque es más larga la carrera y lo que busca es recibirse rápido. Es que tiene otro objetivo: conseguir trabajo ni bien termine de rendir y con el sueldo poder costearse una segunda carrera, la de kinesiología, que también se cursa en la Católica pero su familia no puede pagar otra cuota. Quizás tenga algo que ver con esta decisión el hecho que es jugador de vóley -antes en Obras Sanitarias, ahora en el Club Unión Juvenil de Caucete-. Se imagina ejerciendo ambos títulos. "Me gusta el tema de ayudar en cuestiones de seguridad pero también ayudar en la recuperación a las personas", se autodefine.

Ahora tiene un nuevo desafío: hace unos días rindió la evaluación de primeros auxilios. Todavía no tiene la nota. De todos modos, todos saben que lo aprendió muy bien.

Para ser policía

La diplomatura en Seguridad Ciudadana implica un cursado de 1 año y medio para convertirse en Agente de Policía. La mayor parte del tiempo es de aprendizaje académico (que incluye teoría pero también acondicionamiento y mantenimiento físico, además de preparación e instrucción para actuar situaciones policiales, legitimidad de los procedimientos y el buen actuar policial) y durante medio año, se hace la residencia. Se cursa tanto en la Escuela de Policías como en la Universidad Católica de Cuyo.

Para poder cumplir con sus estudios, Fabricio ya tiene incorporada la rutina: se levanta a las 4 de la madrugada para a las 5:30 subirse al colectivo y llegar, tras tomar otro micro, a las 7:10 para el izamiento de la bandera y luego del cursado regresar a la tarde-noche a casa.

Por Paulina Rotman
Fotos: colaboración