Reinaldo Quiroga tenía más de 40 años y aunque la vida no le había permitido hasta entonces ser padre, conservaba intacta la esperanza. Graciela Prado, su esposa, había perdido un embarazo avanzado por un problema de salud que le impidió definitivamente ser madre biológica, y de inmediato se abocaron a la tarea de buscar un hijo adoptivo. Iniciaron los trámites, hicieron un curso en los Hogares San José, pero los años pasaban y todo permanecía en la nada. "Habían transcurrido ocho años y seguíamos sin novedades, pero en ese momento nos encontramos con un abogado amigo que nos motivó para que insistiéramos todo el tiempo, y así fue. Ibamos con mi esposa todos los meses, preguntábamos por qué razón no podíamos adoptar, al punto que llegué a decirle al juez que buscaríamos un niño del campo, como se hacía antes, y le ayudaríamos a sus padres a criarlo. Pasó el tiempo y nos enteramos de los Hogares de Belén gracias a una compañera de trabajo de mi esposa y fuimos”, relata Reinaldo.
La vida comenzó a cambiar cuando recibieron un llamado de los Hogares diciendo que había un chico disponible. En realidad eran seis hermanos, pero ellos no podían adoptar a todos y, de hecho, el mismo día cinco de los pequeños partieron con diferentes familias. Carlos, en ese momento tenía 2 años y 3 meses, un alto grado de desnutrición que demandó más de un año de duro tratamiento para su recuperación, pero nada impidió que llegara a la vida del matrimonio Quiroga y se quedara para siempre. Sin embargo eso no es lo más curioso si de dar amor se trata, es que a la semana de haber aceptado al pequeño Carlos (ahora de 11 años), recibieron un llamado del Juzgado para citarlos para el día siguiente. Allí recibieron la noticia: había un bebé de apenas cinco días para ellos que llevaban una década esperando por ese trámite tradicional. Sin dudarlo le preguntaron a la jueza "¿qué tenemos que hacer?”, a lo que ella contestó "sólo pasar a buscarlo”. En solo una semana, Reinaldo se había convertido en papá por partida doble, ya que ahora Héctor se sumaba también a la familia. "Los dos usaban pañales, tomaban la mamadera, necesitan muchos cuidados, sobre todo Carlos que estaba muy desnutrido. Mi esposa se tuvo que tomar vacaciones en su trabajo porque la ley no estipula permiso por maternidad en ese caso hasta que no sale la adopción definitiva. La vida nos cambió completamente para bien porque pasamos a ser una familia”, asegura Quiroga.
Carlos no ha perdido vinculo con sus hermanos, los ve para los cumpleaños o cuando viene su hermana que se radicó con sus padres sanjuaninos en Capital Federal por razones laborales y está próxima a cumplir 15 años. Obviamente que el sueño es poder viajar en agosto a la fiesta que ya están organizando. Habrá que ver si los números cierran para poder hacerlo.
A Reinaldo lo conmueve recordar el día que los chicos le dijeron papá, como así también se resiste a creer que es un ejemplo de persona. Los ojos de este electricista que vive en Rawson se llenan de lágrimas y dice "esto es un tome y traiga, ellos me han dado lo que yo no podía ser”.

