Es cierto que no es bueno generalizar, pero la realidad indica que deben ser pocos los argentinos que se animan a comer un buen asado con otra bebida que no sea vino, y si es tinto, indiscutiblemente mejor. Claro que sobre gustos hay mucho para decir y no es difícil encontrar quienes disfrutan la carne asada con un rico y fresco vino blanco. De todos modos si de buen matrimonio se trata, lo ideal es un buen vino tinto, con cuerpo, estructurado, de esos que cuando los tomás no sólo los disfrutas porque acompañan los sabores del asado sino que también permiten que su estructura tánica arrastre las grasas del paladar y de todo el aparato digestivo, "para una buena digestión", como decían los abuelos.
En mi caso, si alguien dice asado, la primera asociación que me hace "agüita la boca", es un Syrah sanjuanino bien potente, que haya pasado por algo de madera, con un cuerpo suficiente que tras algunos bocados pueda acompañarlo saboreando ambos alimentos.
Particularmente creo que la frase del abuelo es tan real que es prácticamente imposible disociar el vino de la carne, y si es asada mejor.
¿Por qué un Syrah?; ¿por simple fanatismo local? Bajo ningún aspecto aunque una tenga la camiseta con los colores del sol sanjuanino puesta. Es que acá podemos encontrar varias versiones de este bíblico varietal. Los hay jóvenes y frutados que pasan como agua, los que pasaron por madera y han alcanzado gran nobleza con el tiempo y otros que resaltan aromas y sabores especiados que dejan un largo recuerdo. Todo eso gracias a las diferenciaciones de cada uno de nuestros valles, ya sea el de Tulum, Ullum, Zonda o Pedernal, por citar ejemplos bien diferenciados.
Pensar en un matambre tiernizado al roquefort, carne de cerdo bien condimentada, mollejas con hierbas, achuras, o cualquier otra forma de preparar la carne, es pensar en un vino corpulento.
Claro que no es exclusividad del Syrah, como pensaran muchos a esta altura, también podría ser un potente Cabernet Sauvignon, un Tannat o un Bonarda que tienen una buena carga tánica. No obstante, y sin ánimo de pedir disculpas, si se trata de amor al terruño, está bueno ponerse la camiseta con los colores del vino del sol sanjuanino.
